El racismo hoy

© Sputnik / Vladimir Trefilow / Acceder al contenido multimediaTimoféi Serguéitsev
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Estamos siendo testigos de la creación de una impresionante escala de los estatus globales de identidad: a las naciones se les ofrece encontrar su lugar en la "división internacional de trabajo", cree Timoféi Serguéitsev, miembro del Club Zinóviev.

Nos equivocamos cuando calificamos lo que está pasando en Ucrania como fascismo, o, a veces y con más acierto, nazismo. El historiador y activista ruso Modest Kólerov quien publicó, en mi opinión, el análisis más preciso de la situación, define este fenómeno como etnocracia. Estoy convencido de que no son sólo sólo las consecuencias, sino también un objetivo y el producto de la democracia global dirigida (DGD). Está claro que esta afirmación exige aclaraciones. Aunque la República de Weimar desembocó, precisamente, en el nazismo.

Empecemos por el nazismo. El nazismo proclama la superioridad —a nivel civilizacional, cultural, militar, o sea político- de la raza (es decir, de un conjunto amplio de genes). La "superioridad" significa el poder. "Justificada genéticamente" significa insuperable.

Si suprimimos de la ciencia política concreta utilizada en el siglo XX los términos "arios" y "judíos", obtendremos el viejo y bien conocido racismo. ¿De dónde procede?

La superioridad global que se traduce en el poder nació en el seno de la propia civilización europea. Sólo ella se planteó el objetivo de conquistar el mundo y lo consiguió. Hoy en día Occidente es total, mientras nosotros somos su parte integrante. Sus principales herramientas son la ciencia (técnica), la fe cristiana, el imperio. Pero ni Roma (imperio), ni Bizancio (cristianismo más imperio) conocían el racismo aunque buscaban la superioridad. ¿Qué sucedió entonces en la Edad Moderna?

El primer proyecto de la conquista del Nuevo Mundo pertenece a la civilización que lo descubrió, la española. A pesar de la grandeza de Madrid y los ambiciosos planes de crear un nuevo mundo católico para contrapesar el catolicismo corrupto por la Reforma en Alemania, Francia y Países Bajos, la intelectualidad española era antirracista. El proselitismo católico hizo realidad las palabras de San Pablo: ya no hay judío ni griego.

No sin momentos cuestionables, el proyecto español fue realizado. Como resultado surgieron nuevas naciones católicas en las que los aborígenes no habían sido exterminados (al menos no hasta el punto que en EEUU) y los esclavos negros (que se concentraban mayoritariamente en la zona portuguesa) se mezclaron con la población una vez conseguida la independencia de estas naciones. La característica fundamental que distinguía a las colonias británicas que constituirían EEUU, era la presencia en ellas del espíritu de la Edad Moderna: la ciencia. La religiosidad (generalmente sectaria) de los gentlemen es aparente, en realidad son más de ciencias, de economía y de industria. A diferencia del obispo y del cardenal, al gentleman nada le une ni le acerca al hombre salvaje. Es liberado por la ciencia. Así es como nace la idea de convertir la superioridad en insuperable. Y fundamentarla, en sus orígenes, con la ayuda de la ciencia.

El racismo es la ideología de la insuperabilidad ontológica de la superioridad. Está claro que los genes no pueden predeterminar una superioridad insuperable, que, de hecho, no existe. Pero tiene que parecerlo, sobre todo, a los súbditos. Entonces, la insuperabilidad de la superioridad tiene que ser imitada y demostrada por una institución especial. En EEUU estas funciones las cumplió la esclavitud negra. EEUU fue pionero en este aspecto. La esclavitud romana y griega no tuvo significado racista: el esclavo era un perdedor de la guerra. La esclavitud romana y griega era una base pragmática de la democracia y la economía. EEUU la convirtió en una institución para producir ideología racista.

El individuo creado por la Edad Moderna (y explicado por Descartes) está concentrado en sí mismo, se considera Dios. Para autorrealizarse y autoafirmarse necesita a los mortales, cuya suerte decidirá. Y los encuentra en su práctica política. La nación política que más se identifica con este tipo de individuo es EEUU. Las demás naciones debemos ser los mortales. Esta es la base metafísica del racismo, contemporáneo de la ciencia y de la Edad Moderna. Pero el racismo actual, para reproducirse, ya no se puede contentar con la esclavitud. No porque sea inviable, sino porque la esclavitud es un préstamo provisional, externo, que ya no corresponde a las tareas globales planteadas por el racismo.

Estamos siendo testigos de la creación de una impresionante escala de los estatus globales de identidad: a las naciones se les ofrece encontrar su lugar en la "división internacional de trabajo". Para ello sirven las naciones compactas, étnicamente homogéneas, incapaces de autodeterminarse. Ya no se trata de la políticamente incorrecta "inferioridad genética", la falsedad de este concepto ya es obvia. Se trata de una inferioridad cultural, civilizacional, de un "atraso multisecular" en el desarrollo histórico. Las propias naciones tienen que creer en su inferioridad, probarla para ellas mismas y reconocerla a nivel de identidad personal. Los rusos lo llevamos haciendo desde hace 30 años, desde la Perestroika, la reforma de la URSS. Ya nos hemos cansado.

En cambio, he aquí un acta fidedigna del ideario nacional de los letones:

"Los rusos se merecen una sangrienta venganza [traducción literal], el número de sus generaciones [traducción literal] que tendrán que sufrir obviamente es superior a uno, todos los rusos responden por Rusia y el Estado ruso, por eso ellos y esto son lo mismo, en sentido literal".

Ya no es siquiera la ley del talión ("ojo por ojo"). ¿A qué nivel del desarrollo histórico corresponde esta manifestación de la conciencia? Obviamente anterior al Estado, porque el primer Estado histórico (mucho anterior a los griegos y a Platón) permitió distinguir en la práctica al individuo de la sociedad, del país. Mientras la sociedad tribal identificaba al individuo con el clan y el clan con la tribu. ¿Será posible que se piense así hoy en día?

Por supuesto que los nuevos "indios" y "negros" ya no tienen nada que ver con los verdaderos indios y negros. Estas comunidades son de origen exclusivamente artificial, son el resultado de la política destinada a degradar las sociedades que antes tenían una organización política pero la han perdido bajo presión externa. Para ello se necesita:

— Despojar de contenido la enseñanza (a favor de su "practicidad"),

— Destruir la auténtica memoria histórica (a favor de los prejuicios étnicos),

— Destruir la economía nacional (a favor del "mercado", la "apertura" y la "competencia"),

— Ofrecer un atractivo complejo de inferioridad que libere de cualquier responsabilidad histórica, pero no en la dicotomía "negro-blanco" sino en todo el abanico de las tonalidades racistas: "Sí, muchos están por encima de nosotros, pero nosotros también estamos por encima de muchos".

El racismo moderno es para todos.

Cierran esta "cadena trófica" los nuevos "intocables", los terroristas. "Ya no son personas. Cuidaos de no ser como ellos". En realidad los "intocables" son muchos más, la aplastante mayoría.

¿Cómo se van a vengar los letones?

Desde luego, no lo van a hacer ellos mismos. Para esto están EEUU y la OTAN. De ellos los degradados esperan la venganza, no la "protección". Los auténticos indios morirían en el campo de batalla luchando contra los blancos. En cambio, las artificiales comunidades degradadas sólo deben provocar el conflicto. Luego, recibirán el "apoyo". Y de esta manera servirán de polígono en el que la "raza superior", que ocupa la cima de la pirámide, demostrará su insuperabilidad.

Las comunidades artificialmente degradadas deben destruir las comunidades históricas, políticamente capaces, Estados únicos. Como la comunidad política rusa. O iraní. O turca. O tailandesa. Estos nuevos bárbaros creados de forma artificial son declarados portadores del "derecho" a exigir (aunque ellos no reconocen ningún derecho), para ellos se instauran las nuevas "democracias" formales y estereotipadas. El principal proceso de su actividad es la creación de los focos de caos anticivilizacional. Ya lo consiguieron en Afganistán, Irak, Libia, Egipto, Siria y Ucrania. Los dos últimos países aún están luchando por su vida.

La democracia real siempre se ha basado en que los "selectos" (no los elegidos, sino los que se eligieron a sí mismos) comparten el poder entre ellos (en cierta proporción entre plebeyos y patricios) y, cuando eligen a alguien, lo hacen también entre ellos, entre los suyos.

En la misma medida en la que la democracia es real, también es dirigida, en referencia a los "no selectos". El círculo de los "selectos" existe necesariamente, aunque no está fijado de manera formal. Uno puede ser plebeyo —lo importante es no estar entre los bárbaros- aunque con derecho a voto. Porque es posible enseñar a votar no sólo al mono, también al pulpo. Y dirigir perfectamente esta votación.

La democracia real entrega el poder a un grupo restringido (los patricios) a condición de que este grupo no pisotee los intereses concretos y utilitarios de un grupo más amplio (los plebeyos). Pero ambos grupos representan una minoría. La mayoría de la población del planeta (no de un país, porque la Democracia Global Dirigida es un orden global) se encuentra excluida de esta fructífera simbiosis. La justificación es muy simple: "ellos" aún no están preparados para la democracia, en lugar de la democracia les corresponde la democratización. ¿Ven la diferencia? ¿Cuánto durará tal estado de cosas? Por un lado, debería durar mucho tiempo, ya que el supuesto "atraso" es multisecular. Por el otro, tanto no puede durar, ya que es insoportable. El racismo moderno permite delimitar el círculo de los realmente "selectos" a escala global.

Los gentlemen que se dedicaron a desarrollar el racismo como fundamento ideológico de su propio poder, lo comprendían mejor que los propios alemanes: el nazismo era un proyecto racista limitado y momentáneo. Es por eso que se atrevían a manipular a Hitler, a dirigirlo. Y lo hicieron con éxito, por cierto. Pero esta versión del racismo quedó obsoleta a pesar de que los nazis habían empezado a construir la escala de "grados" de inferioridad o superioridad de los pueblos.

En la actualidad la construcción absolutamente formal, ahistórico y vacío de la democracia extendida a cada uno de los habitantes de la Tierra se estructura en la praxis política sólo y exclusivamente por el racismo anglosajón (EEUU, Gran Bretaña), total y diferencial, basado en la contención del desarrollo independiente de las naciones y la actividad orientada a conseguir su degradación.

Hay que olvidar la expresión "dobles raseros" que supone, irreflexivamente, la equivalencia del "rasero" a un derecho, una igualdad de derechos. El rasero existe. Pero es uno solo. Y es racista: a cada uno lo suyo.

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