Así lo confirmaron pocas horas después del suceso los vecinos de la región que prestaron su declaración ante la División de Homicidios de la Policía Civil de Río de Janeiro que investiga el caso.
En concreto, la evidente contradicción entre los relatos de los agentes con las pruebas encontradas por los peritos, prácticamente ninguna más allá del cadáver, hacen pensar que las denuncias de los vecinos son ciertas, ya que, en teoría, la muerte del menor se habría producido durante un intenso intercambio de disparos con los traficantes de la favela.
Sin la bala que perforó la cabeza de la víctima resulta imposible establecer científicamente cuál de los agentes efectuó el disparo letal sobre el menor, comparando el estriado de la bala con el estriado en las cinco armas requisadas a los agentes, aunque se sospecha que el disparo provino de uno de los fusiles debido al destrozo causado en el cuerpo del niño.
En conversación con Sputnik Nóvosti, la vecina de la favela Nova Brasília y autora del blog "Jornal do Alemao", Viviane Ribeiro, aseguró que el padre de la víctima, José Maria Ferreira, "consiguió guardar uno de los casquillos de bala y entregarlo al delegado de la División de Homicidios, Rivaldo Barbosa".
Como explica Ribeiro, "es una práctica común utilizada por la Policía Militar durante sus acciones, uno dispara y los demás recogen los casquillos, así se eliminan las pruebas antes incluso de que se inicie cualquier investigación".
Por lo tanto, el testimonio de Teresinha Maria de Jesus, madre de la víctima, resulta ser la única prueba contra el agente que realizó el disparo fatal, el cual, según varios testigos, se efectuó con un fusil 7.62mm a apenas diez metros del menor lo que provocó que la masa encefálica se dispersase hasta a dos metros de distancia.
En declaraciones a medios locales el pasado jueves, Teresinha afirmó "jamás olvidaré el rostro del policía que mató a mi hijo", por lo que no existen dudas de que el agente autor del asesinato será automáticamente identificado a pesar de los supuestos esfuerzos por eliminar las pruebas.
Paralelamente, este mismo martes unos 500 agentes del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) y del Batallón de Acción Canina (BAC) iniciaron la "reocupación" de las favelas de Nova Brasília, Morro do Alemao y Fazendinha, algunas de las más conflictivas de las 15 que componen el Complejo de Alemao.
Sin plazo fijo para su salida, el refuerzo con tropas de élite se prolongará hasta la incorporación de 1.100 nuevos agentes de la Policía Militar a las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) hasta un total de 2.230 policías en la región, conforme a lo anunciado por el gobernador de Río de Janeiro, Luiz Fernando Pezao, la semana pasada.