Solo la fundación Windfall, dedicada a ayudar a organizaciones como Médicos sin Fronteras, podrá utilizar el rostro o la voz del hombre que protagonizó hitos cinematográficos como "Good morning, Vietnam" (1987) o "El club de los poetas muertos" (1989).
Con esta previsión Williams se garantizaba que en tiempos de reproducciones digitales y realidad virtual nadie sienta la tentación de "fabricarle" de forma artificial. No habrá cameos del actor generados por ordenador y su voz no lustrará ningún anuncio; excepto, claro está, que lo autorice Windfall, creada por el propio Williams junto a su segunda esposa Marsha Garces Williams, y esto sólo sucederá para apoyar proyectos benéficos. La maniobra legal podría servir como precedente para "otras celebridades que preparen su despedida", según el Hollywood Reporter.
Otro aspecto sumamente innovador en su testamento es que si los derechos de imagen de Williams, propiedad de la Fundación Windfall, no reciben la clasificación de benéficos por el fisco estadounidense, y por lo tanto tienen que pagar impuestos, pasarán de forma automática a organizaciones y ONG como la ya citada Médicos sin Fronteras.
Lo que nadie, ni siquiera sus asesores legales, ha podido evitar, es la batalla legal por la propiedad de sus objetos personales, entablada entre tres de los hijos de Robin Williams, Zahary, Zelda y Cody, fruto de sus dos primeros matrimonios, y su tercera y última esposa, Susan Schneider. Se espera en cualquier caso que las partes alcancen un acuerdo de conciliación y eviten reproducir casos tan dramáticos como el de pelea por la herencia del difunto mito del soul y el funk James Brown.