Así considerada, como una obvia confirmación de lo que más vende, no necesariamente de lo mejor o más interesante, la gala de los Grammy mantuvo la senda marcada en anteriores ediciones, cuando ídolos infantiles y juveniles como Taylor Swift o Beyoncé acapararon el podio.
Smith, cuyo tema 'Stay with me' es un éxito en todo el mundo, acaparó casi todos los triunfos. Canción del año, disco pop del año, grabación del año, etc.
Tocaba celebrar su luminosa mezcla de góspel rebajado de octanaje y pop introspectivo, una especie de Antony Hegarty más comercial combinado con ecos de los telúricos U2 del lejano "Rattle and hum".
La gran excepción fue el ya veterano Beck, cuyo "Morning phase" ganó de forma inopinada en la categoría de disco del año.
Lejos de almibaradas propuestas adolescentes, tipo Katy Perry o Coldplay, y de operaciones de marketing precocinado como el fallido dúo entre Lady Gaga y Tony Bennett (mejor disco de pop tradicional en la categoría vocal), el aficionado a la música encontrará consuelo en algunas de las propuestas que concursaban en categorías secundarias.
Entre ellas figuran el electrónico "Syro" de Aphex Twin, el rock and roll setentero de Jack White y su "Lazaretto", el pop cubista de St. Vincent y su obra homónima, el country cegador de John Hiatt y Sturgill Simpson, el jazz de Chico O´Farrill & The Afro Latin Jazz Orchestra y el trío de Chic Corea, los "Tangos" de Rubén Blades, la demoledora bomba, entre el rap, el pop, el folk y la canción de autor de Calle 13 y su "Multi viral", o ese extraordinario testamento country dedicado a su tierra natal que ha firmado Rosanne Cash, hija de Johnny Cash, con "The river & The thread".
En el terreno de la música clásica destacaron "The sacred spirit of Russia", dirigido por Craig Hella Johnson, y el "Adams, John: City noir", con la orquesta sinfónica de St. Louis y el director David Robertson a los mandos.