“El Estado Islámico advirtió que ahora los ciudadanos japoneses serán blanco de ataques terroristas, por ello no permitiremos actos de terrorismo y tomaremos medidas para impedirlos”, dijo durante la reunión Yoshihide Suga, secretario general del gobierno, citado por el periódico Mainichi. En la reunión además se anunció que Japón planea aumentar las medidas de seguridad en los aeropuertos.
Entre las medidas, se introducirán refuerzos a la seguridad en las embajadas y escuelas japonesas en el extranjero, como también a ciudadanos japoneses que trabajen fuera del país.
Según informó el canal estatal NHK, en los países de Medio Oriente y África hay más de 600 filiales de empresas japonesas, cuyos empleados podrían ser blanco de ataques tras las declaraciones del Estado Islámico.
Los miembros del EI amenazaron con ejecutar a dos rehenes japoneses, el empresario Haruna Yukawa y el periodista Kenji Goto, si no recibían un rescate de 200 millones de dólares en 72 horas o antes de las 14.40 hora local (05.40 GMT) del viernes 23 de enero.
Los yihadistas vincularon el monto exigido con la ayuda financiera que Japón supuestamente asignó para luchar contra el Estado Islámico.
El 24 de enero, en la red apareció un vídeo donde Goto muestra una foto de Yukawa decapitado.
Una voz en off informó en inglés en aquel vídeo sobre la muerte del rehén y anunció una nueva exigencia: en vez de pagar 200 millones de dólares por la vida de Goto, excarcelar a la terrorista Sajida al Rishawi, quien junto con su marido estuvo involucrada en el atentado múltiple perpetrado en la capital jordana de Amman, en 2005, que produjo más de 60 muertos.
El tercer mensaje publicado en la red el jueves decía que si no llevaban a Sajida al Rishawi a la frontera turca para canjearla antes del ocaso del 29 de enero, sería ejecutado también el piloto de la Fuerza Aérea de Jordania, Muaz al Kasasbeh, capturado a finales de diciembre pasado.
El sábado pasado, el EI difundió un video con la supuesta ejecución de Kenji Goto.
Más tarde, el ministro de Defensa de Japón, Gen Nakatani, dijo que había una alta probabilidad de que la grabación fuera auténtica.
