El escritor, quien abandonó Cuba a los 22 años, en 1994, para no volver más, también era diseñador gráfico y cronista de viajes, algunos de ellos relatados en una columna irreverente titulada Diario Sin Motocicleta, que publicó en la revista mexicana Milenio Semanal, y su muerte fue anunciada por uno de su tíos.
"Ha muerto mi sobrino Canek Sánchez Guevara, hijo de Hildita, la mayor de todos mis primos y una de las mejores Guevara sin dudas", anunció su tío Martín Guevara, sobrino del Che, también escritor rebelde.
Era hijo de Hilda Guevara Gadea, "Hildita", la hija mayor del Che, fotografiada varias veces con el mítico guerrillero latinoamericano en imágenes en blanco y negro, nacida en México en 1956 en vísperas de la revolución cubana, durante los años del matrimonio del rebelde argentino con la economista peruana Hilda Gadea, a quien conoció en su recorrido latinoamericano.
Canék Sánchez Guevara nació en La Habana en 1974, del matrimonio de Hildita Guevara con un comunista mexicano, Alberto Sánchez, miembro de la Liga de los Comunistas, quien llegó a Cuba como asilado político después de que en 1972 su organización secuestró un avión en el aeropuerto de Monterrey para forzar la liberación de varios de sus compañeros.
Renuente a ofrecer entrevistas, Canek aceptó una charla cuando se cumplieron 40 años de la muerte de su abuelo rebelde, ofrecida en México al excorresponsal de la revista Proceso en la Habana, Homero Campa, el 7 de octubre de 2007.
"La fascinación que despierta el Che tiene que ver con la rebeldía –dijo en aquella ocasión–, y un rebelde bien podría oponerse a la opresión política existente en Cuba. Por desgracia, no siempre ocurre así", dijo Canek a sus 33 años.
El nieto de la leyenda siempre tuvo una mirada escéptica sobre la construcción del mito del Che Guevara, de sus tesis revolucionarias y sobre todo del uso político y comercial de su figura.
"El Che es un icono pop y como tal se difunde y se consume, pero su simplificación no comenzó con la comercialización de su figura, sino con su canonización revolucionaria" realizada por la izquierda, pensaba su nieto.
Crítico de la teoría del foco revolucionario de su abuelo y sus consecuencias, consideraba que "las revoluciones no ocurren por decreto vanguardista alguno (…) No se hacen, se participa en ellas".
Y sobre la idea mayor de la vida espartana de los rebeldes de los años 60 lamentaba que "dirigir y controlar el proceso para crear al Hombre Nuevo con base en valores preestablecidos, es una idea no solo ingenua, sino también demasiado absolutista", decía con la memoria de las vicisitudes que la militancia de izquierda deparó a sus padres.
