Al llegar al Kremlin hace dos años, el cocinero jefe actual, Konstantín Makridin, decidió incluir platos tradicionales como sopa fría de remolacha o alforfón en los menús de las delegaciones extranjeras que visitaban Moscú. Desde entonces la oferta ha ido aumentando.
El embargo de las importaciones extranjeras que adoptó Rusia en respuesta a las sanciones occidentales solo aceleró ese proceso, en opinión del jefe de cocina. Los quesos del Cáucaso reemplazaron con éxito los franceses o los italianos y el ciervo y el esturión, a las carnes y los pescados importados que nadie lamentó.
Sin embargo, también hay alimentos mucho más económicos pero no menos sabrosos que también se sirven a los invitados importantes, afirma Makridin. Cita como ejemplo canapés de arenque, patata, mantequilla y pan de centeno o crepes con queso y huevas de salmón.
El jefe indica que los vinos del sur de Rusia y de Crimea también resultaron ser un buen equivalente a los europeos. La mejor prueba, insiste, es que casi ningún invitado percibió el cambio.
Sin embargo, subrayó que el Kremlin es muy exigente a la hora de seleccionar a sus abastecedores.