El líder liberal-demócrata británico, Nick Clegg, ha remarcado las diferencias con sus rivales políticos que hacen de su partido el "único" capaz de potenciar "una economía más robusta y una sociedad más justa".
La intervención del viceprimer ministro, este mediodía ante los delegados del congreso que se clausura hoy en Glasgow, marca el pistoletazo de salida a las elecciones al parlamento del Reino Unido, en mayo de 2015.
Clegg se ha posicionado en el centro ideológico político y ha advertido de que Reino Unido será "más mezquino, más pobre y más débil sin los liberal-demócratas" en un gobierno de coalición. En un energético discurso, que ha inflado el entusiasmo de sus filas, ha señalado que nadie "puede fiarse de los laboristas con la economía" y ha denunciado que el "conservadurismo compasionado ha muerto".
Los sondeos de opinión no dan una clara mayoría a ningún partido en las generales, abriendo las perspectivas de una segunda administración compartida desde 2010. Clegg quiere repetir experiencia -ya sea renovando la colaboración con los conservadores o entrando en un Ejecutivo liderado por los laboristas- pero aún tiene una montaña por escalar, como ha demostrado hoy al disculparse una vez más por los errores de los últimos años.
La popularidad de los liberal-demócratas se desplomó el mismo año de su entrada en el gobierno, cuando Clegg incumplió la promesa de no incrementar las tasas universitarias. Desde entonces se arrastran en torno al 7% de votos, ocho puntos por debajo del Partido por la Independencia de Reino Unido que, bajo el liderazgo de Nigel Farage, atrae a los defraudados con un estilo de política informal y una retórica de alarma contra la Unión Europea y los inmigrantes sin recursos.
La sesión de conferencias de los partidos, que se cierra hoy, ha dibujado el mapa de la contienda de los próximos meses. Los conservadores han remontado los cuatro puntos que les separaban de los laboristas, según algunas encuestas, con una promesa de más austeridad basada en recortes en el gasto público.
El líder de la oposición, Ed Miliband, reforzó los dos aspectos que más juegan en su contra olvidando mencionar los párrafos sobre la deuda y el déficit al pronunciar su discurso que había memorizado antes.
El error constató la percepción, repetida en los sondeos, de que Miliband sería peor primer ministro que David Cameron y menos competente que los conservadores en la gestión de la economía.
