“He salido del infierno”. Estas fueron las primeras palabras de un superviviente del descarrilamiento ocurrido el martes en el metro de Moscú. El diario Moskovski Komsomolets recoge algunos testimonios de la tragedia que ha conmocionado a la capital rusa y al país entero.
El siniestro tuvo lugar a las 08:39 (04:39 GMT), en plena hora punta, en la que la gran mayoría de los usuarios del suburbano viajan en dirección al centro capitalino. Es por ello que el convoy número 17 que se dirigía en sentido contrario no iba muy lleno. El tren circulaba a 70 kilómetros por hora, una velocidad recomendada para el tramo, dado que se trata de una cuesta pronunciada.
Evacuación de los heridos en el accidente en el metro de Moscú>>>
“Sentí un fuerte golpe y me caí. Mi vagón descarriló pero no volcó”, relata Serguéi Sólodov, de 22 años, que viajaba en el tercer vagón del tren accidentado e ingresó en el hospital con una lesión en un brazo.
El testimonio de Alexandr Zagnibeda es más aterrador: “Salí despedido del centro hacía uno de los extremos del vagón, del que quedó solo un fragmento con una ventanilla. Me agarré al trozo de una barra”.
Esos primeros minutos tras el siniestro, cuando en la superficie aún no se sabían nada de lo ocurrido, fueron los peores, reconoce Serguéi Kozlov. “Sí que hubo pánico. Muchos creyeron que se trataba de un atentado y comenzaron a marcar sus teléfonos, pero no funcionaban”.
Muchos de los pasajeros que podían salir por su pie decidieron hacerlo sin esperar la llegada de los equipos de rescate, dice Sólodov.
“Logramos desbloquear las puertas y comenzamos a sacar a los heridos. Vimos una puerta que golpeamos y nos oyeron los operarios que trabajaban en las obras de un nuevo túnel. Fueron ellos quienes nos ayudaron a salir de allí”, cuenta.
Artiom Goncharov, oficial del Ministerio de Emergencia, trabajó en el lugar del accidente rescatando a los heridos. Así es como describe lo primero que vio al bajar al ‘túnel de la muerte’: “Los vagones estaban hechos un amasijo de hierro. Había charcos de sangre y cristales rotos por todas partes”.
El pasajero Alexandr Zagnibeda también colaboró en el rescate de los supervivientes que se desarrolló entre “humo, olor a quemado, gritos desgarradores y pánico total”, recuerda.
“Pero estoy vivo. Me alegro de no haber perdido el conocimiento, porque podía haberme quedado allí”, concluye.
