La hipocresía de las Naciones Unidas

© East News / Alessandro CosmelliAsamblea de la ONU
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Las Naciones Unidas no existen como tal, pero sí hay una comunidad internacional que ocasionalmente puede ser dirigida por el único poder real que existe en el mundo: Estados Unidos, siempre y cuando esto le convenga. Cuando toma el liderazgo lo único que le queda a la ONU es seguirlo

— ex subsecretario de Estado, John Bolton, 1994

La reciente resolución de la Asamblea de las Naciones Unidas que califica de “inválido” el referendo de Crimea, después de que fracasara la misma resolución en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debido al veto ruso, hace recordar la política de doble rasero que siempre adoptó las Naciones Unidas durante los 94 años de su existencia.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde su fundación en 1920 tras la Primera Guerra Mundial y cuando todavía se llamaba Liga de las Naciones, jamás pudo evitar el surgimiento del nazismo y prevenir la Segunda Guerra Mundial.

Tras aquella guerra, la Liga de las Naciones desapareció temporalmente para resurgir de nuevo en 1946 como la Organización de las Naciones Unidas con sede en New York y así se convirtió en un aliado y subordinado incondicional de Norteamérica  avalando con su silencio o el consentimiento las invasiones de los EE.UU. a Panamá (1918,1920,1925, 1958,1989), Cuba (1917-1933), Filipinas (1948, 1954), Honduras (1919, 1924-1925), República Dominicana (1965-1966), Rusia (1918-1922), Yugoslavia (1999), Guatemala (1920, 1954, 1966-1967), El Salvador (1932), Irán (1946, 1954), Grecia 1946-1947), Vietnam (1960-1975), Egipto (1956), Líbano (1958, 1982-19849, Laos (1962, 1971-1973), Cambodia (1969’1975), Grenada (1983-1984), Somalia (1992-1994), Afganistán (2002 hasta el presente), Irak (1958, 1990, 2003-sigue hasta ahora).

Y esto sin mencionar las resoluciones favorables de las Naciones Unidas para el uso de fuerza militar de la OTAN en Libia que terminaron con el país “balcanizándolo” y destruyendo toda su infraestructura productiva. Por algo el ex senador norteamericano Henry Cabot Lodge caracterizó a la Liga de las Naciones alguna vez como “una creación diabólica con un nombre angélico”. Sin duda alguna, si Cabot Lodge hubiera vivido no dudaría en decir lo mismo sobre la ONU, tomando en cuenta su pasividad y el apoyo implícito a los intentos subversivos de la OTAN, bajo el completo control de Washington, de apoderarse de Siria y producir cambios que favorecen a sus intereses geoestratégicos y geoeconómicos en Ucrania. Tampoco dice ni una palabra la ONU sobre los intentos abiertos del departamento de Estado y de la CIA, denunciados oficialmente por el gobierno de Venezuela, de producir un golpe de Estado en este país para poner fin al chavismo y al proceso de integración regional que sigue promoviendo el presidente venezolano, Nicolás Maduro.

Los estrategas de Wall Street para explicar la conducta de las grandes corporaciones, de los líderes de los países o de los simples seres humanos siempre apelan a la frase: “seguir el movimiento del dinero”. Así para los latinoamericanos es muy fácil entender la política de la sumisión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) a Washington que es responsable del 67 por ciento del presupuesto de este organismo. Algo parecido pasa con la ONU tomando en cuenta que Norteamérica cubre el 22 por ciento de su presupuesto.

Esto significa que para el año fiscal 2014-2015 el aporte norteamericano es de 1,216 millones de dólares. A la vez para las operaciones de paz las Naciones Unidas mantienen un presupuesto aparte de siete mil millones de dólares en que participan unos 120,000 militares, policías y empleados civiles. Los Estados Unidos financian el 27 por ciento de estas operaciones aportando 1,890 millones de dólares al año. Todo esto explica la política de doble rasero de las Naciones Unidas que no puede resistir a las presiones de la única superpotencia del mundo que utiliza este organismo para promover sus intereses nacionales.

Los últimos acontecimientos en Ucrania lo ilustran claramente. De acuerdo al semanario norteamericano “American Free Press” lo que las Naciones Unidas  llama la lucha del pueblo ucraniano contra la corrupción y por la democracia, que se convirtió finalmente en una revolución, en realidad era un simple “golpe de Estado que costó más de cinco mil millones de dólares y que fue organizado por la CIA, el departamento de Estado, la Unión Europea y las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) después de 20 años de preparación y entrenamiento de los futuros “revolucionarios”.
Por supuesto que los líderes de las Naciones Unidas bajo la dirección de Ban Ki-moon no se han enterado de este proceso y frecuentemente intentaron  presentar a Rusia como el culpable de lo acontecido en Ucrania siguiendo las instrucciones del departamento de Estado norteamericano. La resolución adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas declarando “no válido” el referéndum de Crimea, a pesar de la voluntad de más del 97 por ciento de su población y retornar la península a Rusia desligando así su territorio de Ucrania, fue resultado de la presión de los países con mayor influencia en la región buscando a avanzar sus propios intereses geopolíticos haciendo dividir a la comunidad internacional en bloques de influencia.

El representante de Rusia ante la ONU, Vitaliy Churkin afirmó que “preparándome para esta Asamblea, yo visité varios grupos regionales  en las Naciones Unidas. Muchos países se quejaron de la presión de las naciones occidentales para que apoyaran la resolución” que fue presentada por Ucrania, Canadá, Alemania, Lituania, Polonia y Costa Rica. A la vez la propuesta de Argentina, según el canciller Héctor Timerman, que decía que “si el tema era respeto a la integridad territorial entonces se mencionen todos los territorios cuya soberanía se encuentra disputada de acuerdo a las Naciones Unidas”, fue simplemente ignorada por este organismo. Como subrayó Timerman, “no fuimos escuchados pero sí presionados para imponernos el texto finalmente adoptado”…”Por eso no debe extrañar que, al igual que los demás miembros fundadores del Mercosur y la mayoría integrantes de la Celac, nos hayamos abstenido y opuesto a la resolución en cuestión”.

En total, esta resolución, no vinculante, fue aprobada con 100 votos a favor, incluyendo tres países latinoamericanos: Colombia, Chile y el Perú, 11 en contra, 58 abstenciones y 24 países, incluyendo a Israel que simplemente no se presentaron para la votación. Los resultados finales que muestran que 93 países de los 193 miembros de la ONU no están apoyando a los EE.UU. y la UE, reflejan una clara división que se ha producido en el mundo, debilitándose el concepto del unilateralismo impuesto por los EE.UU. y reforzándose el del multilateralismo o plurilateralismo como solía decir Hugo Chávez.

Sin embargo, estos cambios no se sienten en la actitud de las Naciones Unidas que sigue siendo fiel en su política a un dicho latino que reza: ”Lo que está permitido a Júpiter, no se le permite al toro”. El ejemplo de Kosovo confirma esta tesis de la parcialidad programada de las Naciones Unidas. Valdría la pena recordar la “liberación de Yugoslavia” por la OTAN que se inició hace 15 años y duró 78 días durante el cual 27,000 toneladas de bombas y misiles fueron lanzados sobre el territorio de aquel país, principalmente Serbia. Por supuesto, las Naciones Unidas mantuvo un silencio cómplice frente a aquella masacre  llamada por Bill Clinton “una intervención humanitaria”.

Tampoco dijo este organismo una palabra cuando Kosovo, la cuna de la Fe Ortodoxa Cristiana de los serbios fue declarado independiente con el consentimiento de las Naciones Unidas a sugerencia del uno de los más siniestros especuladores internacionales, George Soros. Este financista aconsejó a la Misión Internacional de las Naciones Unidas en Kosovo “tomar urgentemente el Complejo Minero Trepca y sacar de allí a los serbios”,  inclusive explicó cómo hacerlo. Resulta que Kosovo posee los yacimientos de oro y plata más grandes de Europa estimados en cinco mil millones de dólares de los cuales George Soros quiso apoderarse. Este financista invirtió 150 millones de dólares en el complejo minero y actualmente es su accionista mayor.

Como en este mundo nadie, excepto los estudiosos, revisan la historia y menos los políticos que viven a base de datos en su mayoría tergiversados y “doctorados” por los medios de comunicación corporativos globalizados, no es de sorprender la reciente declaración de Barack Obama sobre Kosovo. En su discurso pronunciado el 26 de marzo pasado en Bruselas, el presidente norteamericano hablando sobre Crimea mencionó el referéndum fantasma que tuvo lugar en Kosovo y que fue acordado con la ONU y los países vecinos. Sin duda alguna Barack Obama fue mal asesorado e ignoraba la verdad. La independencia de Kosovo fue aconsejada por Soros, declarada por el parlamento de Pristina y aceptada inmediatamente por los Estados Unidos y su brazo militar en Europa la OTAN. También las Fuerzas de Paz de la ONU participaron en este proceso.

Ahora George Soros, interesado en la riqueza de Ucrania elaboró un plan para “castigar” a Rusia por sus “acciones en Crimea”. Según este “plan”, Estados Unidos tiene que soltar al mercado internacional sus reservas estratégicas de petróleo para hacer caer el precio del barril debajo de 100 dólares lo que afectaría supuestamente el presupuesto de Rusia seriamente. Lo que no calcula este especulador voraz que los 695,5 millones de barriles de oro negro de las Reservas Estratégicas Nacionales afectarían la economía de Rusia solamente durante 64 días, el plazo insignificante para hacer un daño significante al presupuesto de Rusia que tiene sólidas reservas financieras. También Barack Obama está tratando de convencer a Arabia Saudita de aumentar la producción de petróleo con el mismo propósito.

Mientras tanto la Organización de las Naciones Unidas sigue brindando su apoyo habitual a los que se consideran ser amos de este mundo sin darse cuenta que el mundo está retornando lentamente a su rumbo multilateral que no acepta fácilmente las imposiciones. Solamente las Naciones Unidas no lo perciben o no lo quieren ver.

Por algo la escritora hindú Arundhati Roy caracterizó a la ONU en 2003 como “la chica ONU de siempre. Se ha convertido en la conserje del mundo. Es la filipina de limpieza, la novia del correo de Tailandia, la au pair jamaiquina. La han contratado para limpiar la mierda de otros. Usan y abusan de ella a su voluntad”. 

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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