Los hombres y las mujeres nacen biológicamente diferentes pero la educación también desempeña un papel importante en la identificación del género, afirmaron los expertos que participaron una tertulia sobre el cerebro humano organizada por RIA Novosti.
Los hombres se orientan mejor y las mujeres se fijan más en los detalles. A los niños se les dan las matemáticas y a las niñas los idiomas… Son muchas las afirmaciones que oímos desde muy pequeños. Pero ¿hasta qué punto estas diferencias entre los hombres y mujeres son inherentes a nuestra especie? ¿O acaso se adquieren?
“Los genes influyen en todas nuestras cualidades, existimos porque tenemos genes donde están grabados los programas del desarrollo de la única célula que se concibe al inicio. (…) El funcionamiento de los genes en el cerebro se determina tanto por la herencia que recibimos de nuestros padres como por nuestra reacción ante las circunstancias que afrontamos después e incluso antes de nacer. Los factores del medio en que vivimos influyen en nuestro desarrollo y nuestra autoidentificación. Desde las primeras semanas del desarrollo del feto la composición hormonal no es la misma en los varones y las hembras”, opinó la genética Svetlana Borinskaya que participó en la discusión.
No obstante, las diferencias hormonales (más testosterona en los niños, más estrógeno en las niñas) son tan solo el punto de partida. Nos reafirmamos como hombres o mujeres gracias a la educación que en la mayoría de las culturas tradicionalmente está muy marcada por el género. Así, a las niñas no se les exigen las mismas cosas que a los niños ni se les regalan juguetes iguales. Por consecuencia, hacia los dos años los pequeños empiezan a percibir a sí mismos de manera diferente. Y con el tiempo las diferencias se hacen más grandes.
Una experiencia traumática o los fallos en la educación pueden producir trastornos en la autoidentificación de las personas. Los expertos mencionaron el caso de una joven que casi se somete a una operación de cambio de sexo, o cirugía de reconstrucción genital, por haber crecido en una familia donde los roles estaban muy marcados. La chica que heredó el fuerte carácter de su padre no podía aceptarse como mujer. Pero al final pudo resolver sus dudas con la ayuda de un psicólogo.
A veces, la naturaleza también comete errores. Por ejemplo, existe una enfermedad rara, el Síndrome de Insensibilidad Androgénica que afecta a una de cada 25.000 personas. Las niñas que la padecen nacen sin útero ni ovarios ya que genéticamente son niños: tienen las cromosomas sexuales masculinas, XY, y no las XX femeninas. Según el cirujano Alexéi Okulov, es uno de los casos cuando las cirugías de reconstrucción genital son la única solución para que a esas personas empiecen a sentirse bien en su propio cuerpo. “En las fases tempranas logramos ayudar con mucho éxito”, subrayó Okulov.
Sin embargo, los expertos coinciden en que a la hora de determinar su propio comportamiento de acuerdo con un sexo la psíquica resulta no menos importante que la genética. Las vivencias personales definen en gran medida nuestra percepción de nosotros mismos.
“Cada uno de nosotros puede construir su imagen del género, de la masculinidad o de la feminidad que le permite sentirse bien en nuestro cuerpo y corresponde a su experiencia”, concluyó Svetlana Borinskaya.
