La crisis en Siria muestra a Europa la importancia de Rusia

© RIA Novosti . Mijaíl Klimentiev / Acceder al contenido multimediaLa XXXI Cumbre Rusia-Unión Europea en Ekaterimburgo (los Urales)
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El martes pasado en Ekaterimburgo (los Urales) concluyó sus labores la XXXI Cumbre Rusia-Unión Europea. El evento, en contra de lo habitual para este tipo de acontecimientos, estuvo dedicado más que a la economía, a la situación en Oriente Próximo, y en concreto en Siria.

El martes pasado en Ekaterimburgo (los Urales) concluyó sus labores la XXXI Cumbre Rusia-Unión Europea. El evento, en contra de lo habitual para este tipo de acontecimientos, estuvo dedicado más que a la economía, a la situación en Oriente Próximo, y en concreto en Siria.

Dado que la diplomacia es un mundo de personas discretas, no ha habido demasiadas noticias sobre las discrepancias ruso-europeas sobre el asunto. Pero no por ello dichas discrepancias dejan de existir.

Es también importante que Moscú esté trabajando en la convocatoria de una conferencia para la paz en Siria junto con Washington, mientras que la UE intenta seguir con el proceso. Sin embargo, las partes participantes en la cumbre señalaron con satisfacción que desde la cita anterior, celebrada en diciembre del año pasado, los intercambios comerciales entre Rusia y la UE, además de superar el nivel de los 400.000 millones de dólares, ha aumentado otros 10.000 millones.

La disposición de Moscú a abordar el tema de Siria quedó patente en vísperas de la cumbre a través del auxiliar del presidente de Rusia Yuri Ushakov. Detallando la agenda del foro, comentó que el asunto de Siria “ocuparía la mayor parte del tiempo” y que dominarían los temas de las relaciones internacionales y no bilaterales.

En la rueda de prensa final el presidente Vladimir Putin subrayó que los ministerios de Exteriores de Rusia y de Estados Unidos habían llegado a una fórmula de compromiso sobre la solución de la crisis siria. En estas circunstancias, manifestó por su parte el presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy, la UE no puede menos que aplaudir la iniciativa ruso-estadounidense de celebrar una conferencia en Ginebra y seguirá “trabajando para que en Siria se imponga un régimen democrático, que el país siga unido, se respeten los derechos de las minorías y la economía se vaya desarrollando”.

No hubo habituales llamamientos a que el presidente sirio Bashar Asad se marche ni se mencionaron las “intervenciones humanitarias” ni los planes militares, pero se habló de la catástrofe humanitaria que supone.

Van Rompuy precisó también que “una serie” de miembros de la UE había tomado la decisión de suspender los suministros de armas a la oposición siria, para dar una posibilidad a las negociaciones. Francia y el Reino Unido, no obstante, no han adoptado esta postura y se mantienen a la expectativa.

La cumbre plasmó la intención de forzar a la paz de una forma suave y no tanto a las partes enfrentadas en el conflicto sirio. La siguiente etapa será la reunión en Ginebra a la que acudirán representantes de Rusia, Estados Unidos y la ONU. Se abordarán los preparativos para la conferencia internacional para Siria, fruto de la iniciativa ruso-estadounidense. Más tarde, los días 17 y 18 de junio en Irlanda del Norte se reunirán los miembros del G-8 y también abordarán el problema en cuestión.

Pese a que no se deja de hablar de lo complicado que es convocar una conferencia para Siria, los preparativos están avanzando, sin prisa pero tampoco sin pausa. Y los europeos parecen haberlo asimilado.

Algunas diferencias entre las cumbres Rusia-UE

Para entender en qué se diferencia la última cumbre de las anteriores que se celebraron en Bruselas en diciembre del año pasado y en San Petersburgo en junio del año pasado, bastaría acordarse de los temas abordados. La atención se dedicó exclusivamente a las relaciones entre Rusia y la UE, en concreto, a su aspecto económico y a las discrepancias políticas, aunque bien camufladas.

Los participantes eran los mismos, el presidente ruso Vladimir Putin; el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy; el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso; el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, y Catherine Ashton, jefa de la diplomacia de la UE.

Al igual que en 2012, en la última cumbre se abordó el tema de la energía. El problema consiste en que la estrategia energética europea se beneficiaría en caso de ser sustituido Gazprom por varios exportadores rusos, cuya competencia propiciaría la bajada de precios de los hidrocarburos. Tampoco quedaron por tratar los documentos base que deberían definir el carácter de la cooperación bilateral. Y, por supuesto, se volvió a discutir la supresión de visados o, por lo menos, la introducción de un procedimiento simplificado para los nacionales rusos.

Los resultados han sido casi idénticos a los de las dos cumbres anteriores. En cuanto a los suministros de energía, “se seguirá buscando soluciones de mutuo provecho” y se tratará de superar las discrepancias. En cuanto al régimen de visados, no habría que esperar milagros. Lo sorprendente es que el intercambio comercial, actualmente de unos 410.000 millones de dólares, siga creciendo e incluso batiendo récords.

En vísperas de la Cumbre de Ekaterimburgo el consejo para asuntos internacionales de Rusia hizo público un informe que contiene el más reciente análisis de las relaciones entre nuestro país y la UE. Lo que mayor interés presenta es, sin lugar a dudas, las conclusiones y las recomendaciones. Las conclusiones son las siguientes: las relaciones entre Moscú y la UE no estarán exentas de tensiones porque hay quien tiene la sensación de que es un factor de unión para los miembros comunitarios. He aquí las recomendaciones: hay que evitar la presión y apostar por  la comprensión.

La tendencia dominante en la Cumbre de Ekaterimburgo más que presión parecía evasión de los temas de siempre y de los debates infructuosos. Se habló de los asuntos en los que la postura de la UE no es muy fuerte: de Oriente Próximo, del extremismo islámico y del terrorismo, así como de los inmigrantes musulmanes que protagonizan revueltas en el territorio comunitario. Porque también es una de las consecuencias de la guerra en Siria.

En los años noventa del siglo pasado en las relaciones entre Moscú y Bruselas reinaba la creencia de que Rusia necesitaba a Europa hasta tal punto que era posible ejercer influencia en la política interna rusa a través de la economía. Los vestigios de esta creencia siguen obstaculizando las relaciones bilaterales.

Y la conversación sobre Siria es una especie de movimiento en sentido contrario o cambio del flujo, si se prefiere. De la influencia en Rusia a la influencia de Rusia. No habría que esperar resultados inmediatos, porque Europa reacciona con lentitud y Moscú lo tiene más que claro.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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