Los astronautas son personas públicas. A menudo la prensa recoge imágenes de tripulantes de la ISS y relatos sobre sus hazañas durante vuelos de turno. Pero la historia humana detrás de estos viajes está oculta a los ojos de la sociedad. Esta experiencia, muy íntima y muy entrañable, la vivió y contó al mundo Lena De Winne, la mujer del astronauta belga Frank De Winne.
Lena nació en Moscú, pero de joven se marchó a trabajar a la Agencia Espacial Europea, donde conoció al piloto militar Frank, que más tarde se convertiría en su esposo y el primer europeo en encabezar una expedición de la ISS.
Aquella misión de seis meses, que tuvo lugar en 2009, quedó reflejada en las páginas del “Diario de la esposa de un cosmonauta. 3.2.1… Poéjali”, escrito por Lena De Winne para dar a conocer la parte de la vida de los cosmonautas y sus familias que, habitualmente, escapa a la mirada del público.
Desde hace años Lena lleva una vida nómada, acompañando a su esposo durante casi todos sus periplos. Los únicos viajes importantes que Frank hizo sin su esposa – tal vez los más importantes – fueron los vuelos a la Estación Espacial Internacional en 2002 y 2009.
No obstante, la mujer del viajero espacial lo conoce todo sobre estos vuelos a ISS. Al menos, esa es la impresión que causa en persona y a través de su ensayo literario.
La víspera del Día de la Cosmonáutica, Lena aterrizó en Moscú para hablar de su libro, traducido a día de hoy a varios idiomas, entre ellos el inglés y el francés.
Una cosmonauta en la sombra
La temperatura en la ISS, los “secretos” del traje espacial, el paisaje de la Tierra desde la plataforma espacial, el día a día de los astronautas… nada escapó a la atención de Lena.
Mientras contaba sobre la labor de su esposo y sus colegas, le brillaban los ojos. Era como escuchar las vivencias de un cosmonauta en primera persona.
“Cada día hacen ejercicio durante dos horas. Es necesario para mantenerse en forma, pues si no lo hacen en poco tiempo sus músculos se atrofiarán y los huesos perderán minerales”, indicó.
Recordó que los astronautas “no pueden enfermarse”. Aún así, siendo humanos, están preparados para todo tipo de emergencias.
“Mi marido hizo un breve curso de odontología y ahora, si es necesario, puede hacer saltar un diente de una manera muy profesional”, bromeó.
Lena también habló del turismo espacial, tema que aprovechó para elogiar la labor de los turistas, a los que prefiere llamar “participantes de vuelos espaciales”, para evitar una connotación despectiva.
Aseguró que no se trata de unos ricos que se lanzan a la odisea espacial al agotar las posibilidades del ocio en la Tierra. “Son personas con un alto sentido de responsabilidad social”, señaló.
Además, hizo pronósticos sobre el futuro de la industria y comparó el desarrollo del sector espacial en las principales potencias mundiales, así como los gastos que supone para el contribuyente.
Pero para adentrarse sigilosamente en la “vida secreta” de algunos de los viajeros espaciales del momento remitió al “Diario de la esposa de un cosmonauta”, una entretenida travesía por el mundo real de los exploradores del espacio.
Por Anush Janbabyan
