Rusia apuesta por la “fuerza blanda” en su política exterior

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La aplazada publicación de la nueva Agenda de Política Exterior de la Federación de Rusia se esperaba con impaciencia. No contiene nada de revolucionario, pero sí que da una clara idea de cómo ven los líderes rusos el mundo de hoy.

La aplazada publicación de la nueva Agenda de Política Exterior de la Federación de Rusia se esperaba con impaciencia. No contiene nada de revolucionario, pero sí que da una clara idea de cómo ven los líderes rusos el mundo de hoy.

Por primera vez un documento de este tipo no menciona la Guerra Fría. Hasta ahora siempre se habló de la superación de sus efectos, explicando los existentes problemas por la herencia del pasado. Hasta cierto momento esto era justo, pero luego empezó a sonar a excusa, a intento de encontrar una explicación fácil y aceptable por todos. Ahora, pasados más de 20 años tras la Guerra Fría, es obvio que las dificultades están condicionadas por discrepancias que sólo en parte se deben a la confrontación del pasado.

El documento menciona la reducción del peligro de guerra a gran escala, incluida la nuclear. Es una premisa muy importante, ya que la conciencia política rusa está superando no sin dificultad la costumbre de pensar con el enfoque de las grandes guerras del siglo XX. El reconocimiento de que los riesgos y peligros de este siglo difieren de los que determinaron la mentalidad rusa en el curso de varias décadas, cuando estaban presentes amenazas evidentes, es un hecho esencial. Muestra la necesidad de elaborar un nuevo enfoque no sólo en la organización de la defensa, sino también en las relaciones con otros países.

El texto enfatiza que “la turbulencia global y la creciente interdependencia de los Estados” no dejan espacio a los “oasis de calma y seguridad”, y que el único garante seguro contra las posibles convulsiones es el respeto a los principios universales de seguridad e integridad en los espacios euro-atlántico, euroasiático y de Asia-Pacífico. Es una respuesta a la idea popular entre los rusos de que al ensimismarse y separarse de los demás se pueden asegurar condiciones favorables. En el mundo actual esto es imposible.

Un importante elemento del documento es la parte dedicada al “cambio civilizado” en la competencia global y a la competición entre diferentes valores y modelos de desarrollo en el marco de los principios universales  de democracia y economía de mercado. Anteriores textos de la política exterior ya abarcaron este tema, pero ahora se le da una resonancia adicional. En la política rusa acaba la época del puro pragmatismo y empieza la búsqueda de valores e ideas que sirvan de base. Que reconozcan la necesidad de este fundamento es un paso positivo. Los autores constatan que el reverso de los procesos de globalización es una tendencia a elevar el significado del factor de la identidad.

Es curioso que los acontecimientos de la “primavera árabe” se interpreten en el texto como una aspiración a volver a las raíces de la civilización. Se dice en el documento que la renovación política y socio-económica de la sociedad es a menudo realizada bajo el lema de la afirmación de los valores islámicos. Tomando en consideración la opinión popular en Rusia de que los eventos en Oriente Próximo y en África del Norte son fruto de una astuta conspiración estadounidense o alguna otra, esta interpretación parece valiente y adecuada. 

Por primera vez la agenda rusa habla de la “fuerza blanda”. Hasta ahora la diplomacia de Moscú prescindía de este concepto, popular en Occidente a partir de los inicios de 1990. El término fue introducido por Vladimir Putin en uno de sus artículos electorales hace un año, y desde entonces el presidente ruso ha hecho hincapié reiteradamente en la importancia de este elemento. También es verdad que en la versión rusa el mayor énfasis lo ponen en la contrapropaganda, mientras que en Europa y EEUU con  “fuerza blanda” se entiende el atractivo real del modelo socio-político, capaz de ser transmitido hacia el exterior, y no en imitaciones artificiales. Pero que en Moscú hayan prestado atención a la “fuerza blanda” como tal es un paso en dirección correcta; hasta ahora Rusia apostó sólo por la fuerza tradicional, dura, empobreciendo así sus arsenales. Siguiendo a Putin, los autores del documento escriben también sobre la fuerza blanda ilegal: este término encubre la actividad de las organizaciones no gubernamentales occidentales en las cuales el mandatario ruso ve el canal de penetración de inestabilidad exterior dentro del país.

Entre las innovaciones del nuevo plan está el asunto de seguridad de la información. Rusia tardó mucho en prestarle la atención debida, pero ahora esta atención está obviamente creciendo. Además, a raíz de los últimos sucesos, aparece en el texto la exigencia de ampliar el marco jurídico para la cooperación internacional con el propósito de elevar el nivel de protección de derechos de los niños rusos que vivan en el extranjero. Otro tema actual es la aspiración de normalizar las relaciones con Georgia en aquellas esferas en las cuales esté dispuesta la parte georgiana, tomando siempre en consideración las condiciones políticas existentes ahora en Transcaucasia. En otras palabras, el status de Abjasia y Osetia el Sur es inamovible.
Es interesante la lista de países europeos prioritarios: Alemania, Francia, Italia y Países Bajos; completada por la observación de que también a Rusia le gustaría emplear en la misma dirección el potencial de cooperación con Gran Bretaña. Aparece en el texto la Antártida, el nuevo interés del líder ruso. 

Es curioso que nada haya cambiado en el orden de prioridades. En  primer lugar sigue el espacio postsoviético, ahora con mención de la Unión Económica Euroasiática. Pero Asia, de la que se habla tanto últimamente, queda como antes por detrás de la CEI (Comunidad de Estados Independientes), Europa y EEUU. El contenido de la nueva política asiática es el mismo que en documentos anteriores, aunque ahora parecía que era una faceta mucho más importante.

En general, la Agenda de la Política Exterior de la Federación de Rusia del año 2013 es el reflejo de la visión actual del mundo por parte de la cúpula dirigente rusa. No se apuesta por una estrategia profunda, pues en el actual ambiente internacional no tiene sentido trazar planes a largo plazo.

*Fiodor Lukiánov, es director de la revista Rusia en la política global, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMETE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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