Barack Obama, vendedor de sueños que nadie ya cree

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Vicky Peláez - Sputnik Mundo
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Ha pasado cuatro años desde que el primer presidente afroamericano en la historia de los Estados Unidos juró su cargo.

“¡Feliz aquél que abriga la esperanza de sobrenadar en este océano de errores! Siempre se necesita aquello que no se sabe y aquello que se sabe no tiene ningún uso” (Johanenn W. von Goethe, “Fausto”)

Ha pasado cuatro años desde que el primer presidente afroamericano en la historia de los Estados Unidos juró su cargo.Lo hizo derrochando tal  carisma que cautivó a  más de dos millones de personas  presentes en aquella ceremonia y a millones de televidentes en todo el mundo, todos con la esperanza del inicio de una nueva era llena de paz, diálogo y comprensión entre las naciones y la prosperidad para los norteamericanos.

Muy grande era la expectativa y la esperanza de la mayoría de los ciudadanos de este planeta cansados de las mentiras de George W. Bush y de sus guerras que habían devastado a Irak y Afganistán y de paso a la misma Norteamérica que se sumergió en una crisis económica de la cual no puede salir hasta ahora. Lamentablemente,  nadie pensaba entonces que el presidente Barack Obama olvidaría o simplemente traicionaría cada una de las promesas que había dado durante su campaña electoral en 2008.

Los millones de norteamericanos y de otros países que creyeron en él  se olvidaron que cada presidente de los Estados Unidos representa los intereses de la elite económica y política,  que el sistema democrático proclamado por Abraham Lincoln en su discurso de Gettysburg en 1863 como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” en realidad nunca ha existido, en realidad, desde la fundación del Estado norteamericano su elite se asignó a si misma el derecho de representar al pueblo y determinar sus intereses y sus obligaciones para asegurar su propio bienestar económico y su poder político.

Barack Obama siguió el mismo camino determinado por los ricos y poderosos de su país y prácticamente siguió la política de su predecesor, inclusive manteniendo  en su gobierno a la mayoría de los asesores y hombres claves para dirigir la economía y las finanzas y las fuerzas armadas del país nombrados por George W. Bush.

Por eso no es de extrañar que tras cuatro años de su presidencia se fortaleció la militarización del capitalismo. De acuerdo al profesor del Michigan State University, Norman Pollack, “no solamente la militarización del capitalismo sino la militarización de las Fuerzas Armadas” a través de su modernización y el uso de las armas cada vez más sofisticadas y letales y la asignación del mayor rol a  las Fuerzas Especiales.
Para poder realizar este proceso Obama aumentó el presupuesto militar, que en términos reales supera un millón de millones de dólares al año.También durante su gobierno creció el poder intimidador de sus aviones no tripulados, llamados drones, cuyas  bases están diseminadas por todo el mundo. Igualmente, Obama se adjudicó a través de un decreto, el derecho de ordenar el asesinato de  cualquier persona a miles de kilómetros de distancia.

Precisamente en su primer período presidencial hizo incrementar la presencia de su fuerza naval en el Océano Pacífico para intimidar y contener a China señalada como un próximo adversario de los Estados Unidos en reemplazo a la Unión Soviética. La construcción de la base militar norteamericana en Australia, la permanencia de unos 30.000 soldados estadounidenses en el Japón, otros tantos en Corea del Sur, las conversaciones con Vietnam y Filipinas sobre la posibilidad de nuevas bases militares son indicios, no de la “era de paz” que tanto había prometido Barack Obama,  sino una nueva y no tan lejana  época de confrontaciones en la zona del Pacífico.

También, la tan publicitada “Peresagruska”  la política de acercamiento con Rusia ha sido prácticamente un engaño y una de sus promotoras, Hillary Clinton se ha convertido en el último año del primer gobierno de Obama en una acérrima enemiga del gobierno de Putin. En realidad el gobierno norteamericano logró seducir al gobierno de Medvedev con su retórica de acercamiento y de mejoramiento de las relaciones bilaterales para obtener las ventajas que necesitaba entonces. Primero, consiguió la base militar de tránsito de tropas y armamento de la OTAN hacia y de Afganistán.

Segundo, hizo que los rusos apoyasen sanciones contra Libia perjudicando sus propios intereses económicos y geoestratégicos.Tercero, hizo enfriar las relaciones entre Rusia e Irán presionando a los rusos de cancelar la venta de los Sistemas de Defensa Aérea C-300, anunciando meses después que en realidad no estaba en contra de aquella  transferencia. Finalmente, incrementó la injerencia de Washington en los asuntos internos de Moscú con la ayuda de los medios de comunicación rusos a su servicio. Es sabido que Moscú no logró nada. Es más, ya se sabe que para su nuevo mandato,  Barack Obama tratará de seducir a Putin con nuevas promesas de acercamiento para romper una creciente alianza entre Rusia y China.

Tal es la desilusión interna y externa que todos saben que no hay mucho que esperar de Barack Obama en su segundo período de presidencia. En los 20 minutos de su discurso al asumir su segundo mandato dijo claramente que Norteamérica hará todo lo posible para mantener su liderazgo en el mundo. Según él, “las posibilidades de EE.UU. no tienen límites, porque tenemos todo para lograr éxitos. Vamos a fortalecer relaciones con todos los aliados en el mundo”. También anunció que su país ampliará “las instituciones que extienden nuestra capacidad de resolver las crisis en el exterior, porque nadie aporta una mayor contribución a un mundo pacífico que la nación más poderosa”.

El significado de esta frase implica nuevas guerras, caos programado, instalación de nuevas bases militares alrededor del mundo, las “revoluciones de colores” y quien sabe que cosas siniestras más. Por lo pronto ya se sabe que se intensificará la guerra global del gas,  implicando a Libia, Mali y Argelia, trasladándose “la primavera árabe” al Norte de África lo que significa, no solamente tomar el control de sus recursos naturales,  sino tratar de mellar la creciente penetración china en la región.

Según, el vicealmirante Robert T. Moeller, “la misión del comando Africom es proteger el fluido de los recursos naturales africanos al mercado global”. China en este contexto  “es culpable en desafiar los intereses norteamericanos en África”.

Más claro no canta el gallo. Para iniciar su aventura bélica en Mali, el punto de mayor tránsito de la cocaína de Sudamérica a Europa, EE.UU. ha utilizado a su socio menor en las aventuras bélicas, Francia, ansioso de satisfacer las necesidades de su nuevo patrón y a  “los rebeldes de la OTAN”, los mismos que hicieron la “revolución” en Libia y por supuesto la siempre al-Qaeda, presente sospechosamente en todos  los lugares de interés estratégico norteamericano.

En todo este juego geoestratégico da la impresión que América Latina sigue siendo relegada y dejada a definir su destino por sí misma. Sin embargo, la realidad es diferente. Es cierto que la  América Latina de ahora dista mucho de la de hace 20 años y el proceso integracionista está avanzando aunque a pasos lentos. Sin embargo, los intereses de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental siguen al igual como su ignorancia respecto al proceso de evolución histórica del continente.

En su discurso durante el encuentro con la presidenta del Brasil Dilma Rousseff,  Barack Obama dejó con la boca abierta al mundo cuando remarcó  que “el extraordinario progreso que hizo el Brasil para pasar de la dictadura a la democracia bajo el liderazgo de Rousseff y su predecesor Luiz Inácio Lula da Silva”.  Obama y sus asesores  que le escribieron el discurso  ignoraban que Brasil terminó con la dictadura en 1985, es decir 17 años antes del inicio de la presidencia de Lula da Silva.

La supuesta “nueva estrategia de EE.UU. hacia América Latina” sigue las mismas pautas establecidas durante el gobierno de Bush. El secretario de Defensa de Estados Unidos, León Panetta remarcó durante su visita al Perú que “Norteamérica es parte de la gran familia de América y enfrentamos desafíos comunes como el terrorismo, el tráfico de drogas, la ayuda humanitaria en los desastres, y proteger derechos marítimos”. Dijo también que “el esfuerzo de Estados Unidos no se centra en establecer bases permanentes sino en trabajar en los países para desarrollar sus capacidades para que provean de seguridad y prosperidad a sus propios ciudadanos”.

Sin embargo, la realidad le contradice al secretario de Defensa. Actualmente Estados Unidos posee 63 bases militares en América Latina y curiosamente “no se dio cuenta” de dos intentos de golpe de Estado en Bolivia y Ecuador y de dos exitosos golpes de Estado en Honduras y Paraguay en los últimos tres años.

Seguro que la nueva base militar en Concón, Chile como campo de entrenamiento para la guerra urbana se considera como una “misión humanitaria” norteamericana. El problema es que el movimiento de protesta estudiantil está creciendo cada día y el sistema globalizado está temiendo que Chile tome en algún momento el camino de los países del grupo ALBA. Esto explica porque el gobierno chileno firmó un acuerdo que permite  “el despliegue de tropas estadounidenses en suelo chileno, ante eventualidad de que el ejército nacional  se vea sobrepasado por una situación de emergencia”.

El proceso de militarización de América Latina bajo la iniciativa del presidente Obama es llevado a cabo bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico o contra el terrorismo. Pero su verdadero interés es asegurar el control de los recursos naturales. Ya se sabe que el Plan Colombia fue promovido por la OXY (Occidental Petroleum Corporation) interesada en el oro negro de Colombia y en especial, el  de Venezuela.

A la vez la Monsanto  estaba detrás del golpe de Estado en el Paraguay. Recientemente el presidente de Ecuador, Rafael Correa dijo que la CIA está preparando su asesinato. El vicepresidente de Venezuela, Nicolás Maduro anunció que la oposición está preparando su  asesinato y el del presidente de la Asamblea Nacional  Diosdado Cabello.

En estas circunstancias no se puede esperar nada positivo del segundo gobierno de Barack Obama quien, pese a su promesa de reforma migratoria hizo deportar de su país, en el año que pasó, a un millón 400 mil indocumentados.  América Latina está consciente de esta realidad y está empeñada en seguir abriendo su camino aunque con ciertos altibajos y demora.

Hasta el Consejo de Inteligencia de Estados Unidos reconoció en su último  informe  que el crecimiento económico regional mantiene un promedio de 3.5 por ciento y el PIB agregado de América Latina podría alcanzar en 2030 los 9 millones de millones de dólares-la mitad de la economía estadounidense, y el ingreso per cápita podría ascender a 14.000 dólares, casi el doble de la actualidad.

Todo dependerá de la voluntad de su pueblo de ser soberano o sometido a su vecino del Norte sumergido en una crisis económica y cuyo presidente Obama no sabe qué hacer  para salir de ella, pero ése es tema para otra columna.   

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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