Fue sorprendente incluso para el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, quien en más de una ocasión visitó tres países en dos días: en Naypyidaw, la nueva capital de Birmania (Myanmar) pasó el pasado miércoles, 16 de enero, apenas unas horas, tras un vuelo de nueve. Y no se quedó a dormir. Es difícil recordar cuándo el jefe de la diplomacia rusa había visitado este país. Ya ni hablamos del nivel más alto: el último jefe de Estado ruso que viajó a Birmania fue Nikolai Podgorni en 1971. En cuanto a las relaciones bilaterales entre dos países, es complicado hablar de algo que casi no existe.
Punto de atracción
En cambio, la visita a Myanmar del presidente de EEUU, Barack Obama, en noviembre del año pasado fue más extensa y eficaz. Al igual que la del viceprimer ministro y titular de Finanzas del muevo gobierno japonés, Taro Aso, a finales de diciembre pasado.En los últimos años más de una vez tuve la ocasión de recordar que no hay países de segundo orden, y Myanmar se ha convertido en la pieza clave de la política mundial y en un punto de atracción irresistible.
Unos días antes de la visita de Lavrov estuve en Rangún (Yangón), la ciudad más importante de este país asiático. Puedo constatar que es casi imposible encontrar una habitación en un hotel digno de este nombre, todo está reservado con meses de antelación, y eso que los precios son a partir de 200 dólares por noche. Porque, según calculan los operadores turísticos, a Rangún llegan a diario por lo menos 500 japoneses y un número mucho más grande de representantes de otras naciones.
Birmania está viviendo un auténtico 'boom'. Y no se trata únicamente del auge del turismo. A juzgar por la tasa del crecimiento del PIB y muchos edificios recién construidos en Rangún, estamos ante un nuevo milagro económico que anticipó los cambios políticos del año pasado y, en realidad, fue su verdadero motor.
Aunque estos cambios políticos, como la celebración de las legislativas, las primeras en 20 años, desde dentro se ven de una manera muy diferente que desde fuera. Los medios occidentales difunden el siguiente tópico: el régimen militar que había oprimido el país durante veinticinco años, ha iniciado unas reformas cautelosas apoyado por los estados democráticos que, a su vez, van levantando las sanciones impuestas en los noventa.
Este proceso culminará con la llegada al poder de la oposición liberal liderada por la Nobel de la Paz birmana, Aung San Suu Kyi.
Sin embargo mis interlocutores de Rangún, intelectuales que lucharon por los cambios a finales de los ochenta, afirman que el régimen de Thein Sein, el 'Gorbachov birmano', es extremadamente débil, mientras las reformas declaradas se ven frenadas (al igual que pasaba con las reformas de Gorbachov) por los viejos conflictos étnicos en las regiones apartadas del país, donde hace falta actuar con mucha firmeza.
Además, no hay alternativa a este régimen. La opositora Liga Nacional por la Democracia (LND) de Myanmar es un mito, un grupo de voceadores capitalinos que no tienen ningún contacto con su pueblo. Los birmanos desde luego votarán a Suu Kyi (están más que hartos de los militares) pero ni siquiera sus colegas en la Liga la toman en serio y es evidente que no tiene otra cosa que decir que sea distinta de lo que dice Thein Sein.
Intereses de negocio
Todo esto, incluido el interés masivo por parte de grandes y no tan grandes potencias mundiales, recuerda la situación en la URSS a finales de los ochenta. Y todo esto tiene que ver con la visita de Serguéi Lavrov.A primera vista sus resultados deja entrever la intención del Kremlin de 'subirse al tren'. Pero la lucha por Birmania es un asunto complicado y duradero.
¿Para qué viajó a Myanmar el viceprimer ministro japonés y qué quieren los inversores nipones? Ganar terreno a los chinos, hindúes y tailandeses: ellos habían aprovechado muy bien las sanciones que cerraban el país para los empresarios occidentales y dieron lugar al “boom” económico de ahora.
Es la nueva política de Tokio, que pretende centrarse más en la compleja realidad asiática.
Además, la situación se complica debido a la rivalidad entre China y La India por la influencia en el Océano Indico y en países menores como las Maldivas, Sri Lanka y otros. Birmania limita con ambos colosos asiáticos, que luchan por ella. En esta lucha EEUU, la UE o Japón pintan muy poco. Y Rusia, nada.
¿Resulta que los rusos no tenemos perspectivas de negocio en Myanmar, clasificado por la ONU como “país menos desarrollado” mientras los japoneses y demás sí las tienen?
¿Por qué hemos estado esperando tanto tiempo? ¿Acaso por las sanciones? Pero si nunca las reconocimos. ¿No nos dejaban nuestros amigos los chinos y los hindúes? No, con ellos siempre habríamos podido encontrar un lenguaje común.
¿Qué contactos comerciales y empresariales tenemos con Birmania? Le vendemos cazas de segunda mano. El proyecto de construcción del reactor nuclear está congelado desde principios de los 2000 por falta del visto bueno del Organismo Internacional de Energía Atómica.
Otro proyecto mencionado en la página web de la Embajada rusa en Rangún es la construcción en Birmania de una planta metalúrgica que existe sólo en papel aunque los pobres birmanos ya la pagaron, por más raro que parezca.
Sólo faltan los intercambios estudiantiles y los turistas rusos que van mucho a Tailandia.
El mundo va cambiando demasiado rápido, los países pobres y problemáticos de repente se convierten en polos de atracción empresarial. Porque ser empresario significa saber encontrar oportunidades de negocio en un país que ayer parecía desprovisto de ellas. Si los empresarios rusos no son así, nada fortalecerá las posiciones de Rusia en el mundo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
