‘El hobbit’ es algo más que un anuncio de Nueva Zelanda

© Mark Pokorny/ Warner Bros ‘El hobbit’ es algo más que un anuncio de Nueva Zelanda
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En Rusia acaba de estrenarse la película ‘El hobbit: Un viaje inesperado’, una nueva y grandiosa obra del director Peter Jackson, autor del sonado proyecto ‘El Señor de los Anillos’.

En Rusia acaba de estrenarse la película ‘El hobbit: Un viaje inesperado’, una nueva y grandiosa obra del director Peter Jackson, autor del sonado proyecto ‘El Señor de los Anillos’.

Desde la presentación al público de la famosa trilogía muchas cosas han cambiado: en primer lugar, el propio director. El gracioso y rechoncho Jackson, nacido en un país que sólo era conocido por su mantequilla de insuperable calidad, llevaba años dedicándose a películas de poca monta. De repente saltó a la fama y en su país incluso se le otorgó el título de caballero.

Después de ‘El Señor de los Anillos’ Jackson rodó únicamente una nueva versión de ‘King Kong’, haciendo realidad de esta forma su sueño infantil, y una película bastante especial basada en la novela de Alice Sebold ‘The lovely bones’. Sin embargo, demostró una excelente intuición, participando en la producción de ‘Distrito 9’, ‘Tintín’ y ‘Avatar’.

Las productoras pertenecientes a Jackson se beneficiaron, al recibir los contratos para la creación de los efectos especiales primero en ‘El Señor de los Anillos’ y más tarde de ‘El hobbit’ que ya está batiendo los récords de taquilla.

Por supuesto, el título de caballero no se le otorgó a Peter Jackson por este mérito, sino por el punto del contrato de ‘El Señor de los Anillos’ que insistía en que todo el rodaje de escenas al aire libre había de efectuarse en Nueva Zelanda.

No se sabe exactamente, si el propio director esperaba el efecto que tendría su decisión: el sector turístico del país revivió al instante. Si antes los visitantes acudían a este remoto lugar del mundo para los escasos campeonatos de fútbol o para pescar, desde el estreno de ‘La Comunidad del Anillo’ muchedumbres de admiradores de la obra de Tolkien empezaron a acudir a Nueva Zelanda, deseosos de ver el decorado que no había sido desmontado después del rodaje.

Los operadores turísticos apenas podían con la avalancha de turistas que crecían con la presentación de cada película de la trilogía. Al mismo tiempo no dejaban de bendecir al destino y a Peter Jackson por el inesperado y valiosísimo regalo que les habían hecho.

El Gobierno de Nueva Zelanda formó un servicio público de nivel ministerial encargado de sacar el mayor provecho posible a todo lo relacionado con la trilogía. Muchos se acordarán de las sinceras palabras del jefe de dicho servicio y al mismo tiempo ministro de Energía y Ciencia de Nueva Zelanda, Pete Hodgson: “Esta película devolvió nuestro país al mapa”.

Todo eso ocurrió hace una década, pero el estreno de ‘El hobbit’ parece su obligada continuación. A Jackson le costó tiempo y trabajo elaborar el guión, abandonó y volvió a dirigir el rodaje e infló su duración hasta límites desorbitados. Finalmente se tomó la decisión de que seguiría siendo el director y la película tendría tres partes. Ello marcó el futuro de ‘El hobbit’: sólo habría tenido la posibilidad de ser diferente de ‘El Señor de los Anillos’, si lo hubiera rodado, como se planeaba en un principio, el director mexicano Guillermo del Toro.

Bajo la dirección de Jackson, ‘El hobbit’ es una simple ‘precuela’ de ‘El Señor de los Anillos’, con los mismos actores, lo que no está mal, y el mismo mundo visual que tampoco era el lugar más fuerte de la trilogía. Al igual que cualquier libro que había atrapado millones de corazones, la obra de Tolkien exigía de los autores de la versión cinematográfica sumo ingenio y delicadeza, más que tecnologías avanzadas.

El director optó por el camino más simple y costoso: sus películas se sostienen sobre efectos especiales, escenas de grandiosos combates y soberbios paisajes de Nueva Zelanda.

No es de sorprender, por lo tanto, que al público en su mayoría le gustara más la naturaleza neozelandesa que las caras de goma de los hobbits y las viviendas de plástico de los elfos, por muy caro que fuera el plástico en cuestión.

Y en la década transcurrida las tecnologías han avanzado más todavía, de modo que ‘El hobbit’ estará todavía más repleto de ellas y ahora la historia de Tolkien podrá ser vista no sólo en formatos 3D y IMAX, sino también con una velocidad doble de imágenes. Parece que nadie sería capaz de exponer argumentos convincentes a favor de esta doble velocidad, ni siquiera los productores que precisan de mayores fondos para invertir en este nuevo método. Si es para ver mejor el resultado del trabajo de los maquilladores -narices y barbas postizas de los gnomos, la baba de los orcos, los dientes podridos o las elegantes orejitas de los elfos- sí que se ve considerablemente mejor.

Una vez más sólo pueden competir con las caras de goma y los gobblins creados con ordenadores las vistas de Nueva Zelanda. Son numerosas y para todos los gustos: cimas nevadas, valles verdes y bosques frondosos, es como si Peter Jackson, sin remordimiento alguno, estuviera haciendo a costa de la productora de Hollywood New Line Cinema el anuncio publicitario más caro en la historia del sector turístico.

La expresa invitación a visitar Nueva Zelanda todavía no aparece, pero todo es más claro que el agua, sobre todo, las conversaciones sobre el viaje y las tierras a las que quieren ir los gnomos.

En la vida real nadie esconde sus esperanzas, ni el primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, que en los telediarios intenta promover la película junto con su director ni las autoridades de la capital del país, Wellington, que para la temporada de estrenos fue rebautizado como “capital de la Tierra Media”.

Tampoco los directivos de las líneas aéreas Air New Zealand, quienes hace algunos años mandaron al personal que saludara a los viajeros con un “bienvenidos a la Tierra Media” y a partir de ahora introducirán los vestidos de las elfas como de uniforme para las azafatas.

Lo que está ocurriendo en estos momento en torno a ‘El hobbit’ son nimiedades que no tienen nada que ver con Tolkien, quien, dicho sea de paso, dejó bastante notas sobre aquello que le inspiró en su natal Reino Unido para la creación de tal o cual imagen o sitio.

El principal encanto de esta breve novela infantil, nunca traída a la pantalla, consiste en que, a diferencia de ‘El Señor de los Anillos’, puede percibirse como un bonito cuento de hadas, sin alusiones al fascismo, cristiandad o a los mitos escandinavos. Es una suave invitación a entrar en el mundo de Tolkien que uno puede aceptar o rechazar, según guste.

Mientras tanto, la versión de Jackson sólo se ve como unos cortes de la trilogía anterior, sólo que hechos con un equipo mejor. El efecto más fuerte que puede tener un espectador de ‘El Señor de los Anillos’ son las ganas de releer el libro, quitándose de la cabeza, según vaya haciéndolo, las imágenes de goma y plástico que se le han impuesto.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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