Los SMS cumplen 20 años reinventando nuestro lenguaje

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El 3 de diciembre se considera el día de nacimiento de los mensajes cortos, los SMS. Aquel día, sobre la pantalla de uno de los móviles conectados al operador británico Vodafone apareció la felicitación "Feliz Navidad”, enviada desde un ordenador personal a través de la red GSM (Sistema Global de Comunicaciones Móviles).

Recientemente se han cumplido 20 años desde que fue enviado el primer SMS a través de la red GSM. El año pasado en el mundo se mandaron un total de ocho billones de mensajes cortos, lo que confirma de sobra dos sentencias bastante famosas.

La primera consiste en que la brevedad es la hermana del talento y la segunda, en que todo lo nuevo es algo antiguo pero muy olvidado. Este período de intercambio masivo de mensajes breves la humanidad ya lo ha vivido en la época de la escritura cuneiforme.

Un trozo de pizza en vez de la manzana de Newton

Se considera que el día de nacimiento de los mensajes cortos, los SMS, es el 3 de diciembre de 1992, cuando en la pantalla de uno de los móviles conectados al operador británico Vodafone apareció la felicitación “Feliz Navidad”, enviada desde un ordenador personal a través de la red GSM.

La fecha en cuestión es más bien simbólica, dado que los mensajes cortos no empezaron a extenderse de manera activa entre los usuarios de la telefonía móvil hasta 1994, al lanzar al mercado el fabricante finlandés Nokia el primer modelo Nokia 2010 que permitía teclear y mandar textos de móvil a móvil con bastante rapidez.

La víspera del aniversario, los periodistas llevaron a cabo una verdadera investigación, buscando descubrir el nombre del “padre de los SMS”. Es Matti Makkonen quien, junto con ingenieros de diferentes países europeos, estuvo trabajando en la creación del estándar GSM.

Según se cuenta, a Makkonen la idea se le ocurrió en 1984 durante una de las conferencias dedicadas a la telecomunicación, la idea de poder enviar mensajes de texto a través de la conexión móvil. Y no la formuló desde la tribuna, sino en un ambiente informal, comiéndose un trozo de pizza durante una pausa.

En su entrevista a la cadena BBC, concedida -dicho sea de paso- a través de los SMS, Matti Makkonen no desmintió su “paternidad en la creación de los mensajes cortos”. Sin embargo, a la pregunta de si sentía no haber recibido ni un céntimo por su idea, contestó que no había sido autor de una “innovación capaz de ser patentada”, sino uno de muchos expertos que vislumbraban la posibilidad de enviar mensajes de texto por redes móviles.

En otras palabras, con los SMS ocurrió la historia típica para la actual esfera de telecomunicaciones, en la que adquieren nombre únicamente los productos patentados y comercializados. Todos conocen a Bill Gates, Mark Zuckerberg e incluso a Sergei Brin, mientras que otras mentes brillantes de la esfera de tecnologías de la información no le interesan a nadie. Y todos los beneficios se quedan en manos de los innovadores comerciales que, por otra parte, transforman una idea abstracta en un producto muy concreto y factible.

Y, además, este nuevo servicio, los SMS,los mensajes de texto cortos, tampoco puede ser llamado una innovación, porque el principio en cuestión se ha llamado anteriormente telégrafo. Sólo que en la época de las telecomunicaciones la tecnología ha sido perfeccionada.

Imitando el telégrafo

En 1872 apareció el aparato del telégrafo ideado por Emile Baudot que transmitía por cables letras en vez de las señales del Código Morse. Y desde aquel momento se pudo enviar telegramas con mucha facilidad.

Pero tan sólo cuatro años más tarde Alexander Graham Bell inventaría el teléfono, que resultó ser mucho más cómodo para la comunicación de la gente. La profesión de telegrafista empezó a perder a ritmos acelerados su prestigio. El oficio de telefonistas nunca llegaría a cotizarse tanto, dado que sólo se dedicaban a poner a los interlocutores en contacto.

El telégrafo sobrevivió, pero se convirtió irremediablemente en una medida de comunicación en situaciones de emergencia. Después de que apareciera la conexión móvil, el telégrafo fue relanzando a la vida, adquiriendo los telegramas el aspecto de los SMS. Estos eran igual de breves que los telegramas, pero no por costes elevados de cada palabra, sino por limitaciones espaciales. La longitud máxima era de 160 caracteres en alfabeto latino y 70, en el cirílico. Pese a que luego fueron presentados al público los smartphones, los “teléfonos inteligentes” que no limitaban los tamaños de los mensajes, era ya tarde: toda una generación ha llegado a dominar con soltura el lenguaje de los SMS, saltándose algunas consonantes, sustituyendo determinadas sílabas con cifras que suenan de manera parecida y recurriendo a las siglas para abreviar.

La brevedad es hermana del talento y bisnieta de la escritura cuneiforme

La formación y la divulgación del lenguaje de los SMS coinciden por completo con la tendencia según la cual “la brevedad es la hermana del talento”. La velocidad de los envíos de mensajes y su uso masivo precisaban de limitaciones para su tamaño. De lo contrario, el mundo habría acabado enterrado bajo una avalancha de datos.

La revolución está en marcha: los medios de comunicación ya han tenido que cambiar y ahora ganan aquellos que tardan menos tiempo y espacio en presentar una noticia. El que sea incapaz de adaptarse no tiene otra opción que abandonar la lucha.

Está llegando el turno de otros géneros de texto, los literarios inclusive. Todavía no parece haber relatos ni novelas en SMS, pero sí que ya hay gente que escribe. El pasado agosto un joven estadounidense de 16 años de edad estableció un récord de la velocidad de tecleo, unos 149 caracteres en 39 segundos.

De modo que el mundo ha pasado ya el punto de inflexión. Por supuesto, el formato de los SMS no acepta obras clásicas de la literatura mundial, pero parece más que idóneo para transmitir mensajes precisos sobre asuntos cotidianos, al igual que lo hacían los pictogramas sobre tablillas de arcilla.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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