China escoge timonel para la siguiente década

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El pasado miércoles finalizó sus labores el XVIII Congreso del Partido Comunista de China y al día siguiente se procedió a elegir a nuevos dirigentes del Partido, que se encargarán posteriormente de liderar el país. Nunca en la Historia se han observado tantas pasiones alrededor del cambio de los dirigentes chinos, sobre todo, fuera del país asiático.

El pasado miércoles finalizó sus labores el XVIII Congreso del Partido Comunista de China y al día siguiente se procedió a elegir a nuevos dirigentes del Partido, que se encargarán posteriormente de liderar el país.

Nunca en la Historia se han observado tantas pasiones alrededor del cambio de los dirigentes chinos, sobre todo, fuera del país asiático.

Mientras tanto, en China el Congreso sí es un acontecimiento importante, pero no exactamente en el sentido que se le concede en Occidente. Y la explicación es bien fácil: el gigante asiático y cuanto dentro de él ocurra han cobrado una importancia inusual para la humanidad. Porque es muy posible que China se llegue a convertir en la primera potencia a nivel mundial.

El Congreso del Partido siempre es una fiesta

El XVIII Congreso del Partido Comunista de China es, sin lugar a dudas, una importante etapa en el cambio periódico de los dirigentes del país y en la corrección del rumbo político e ideológico del país. Pero tan sólo es una etapa, por no decir un aspecto meramente ceremonial.

Recientemente, hemos presenciado una bulliciosa campaña electoral en Estados Unidos. Allí los dos partidos también han celebrado congresos, acontecimientos bien ensayados y habituales para el país, con sus tradiciones, consistentes en lanzar al aire globos y agitar los banderines. Una especie de espectáculo, una fiesta, al fin y al cabo. Aunque tampoco en EEUU los problemas importantes se solucionan en los congresos: es un procedimiento ceremonial.

Los propios chinos en conversaciones privadas dicen más o menos lo siguiente: las decisiones son tomadas en los debates que se celebran la víspera por todo el territorio nacional. Y los Congresos son importantes, porque sin ellos no habría Partido, prosiguen. En los últimos años los dirigentes chinos limitaron considerablemente el número de conferencias nacionales, promoviendo la idea de usar el correo electrónico y comunicación por satélite.

Resultó que los Congresos son uno de los escasos eventos en los cuales los miembros del partido, que une el enorme país y a sus 1.300 millones de habitantes, pueden reunirse y conversar en un ambiente informal. Y las declaraciones oficiales que se hacen desde la tribuna son, por supuesto, un acto tan ensayado como en EEUU, pero eso no tiene mayor importancia.

Los buenos contra los malos

“No aprenden”, esa era mi sensación después de leer los numerosos artículos de analistas extranjeros que expresaron su opinión acerca de la lucha por los puestos dirigentes en China. Todo sigue igual que cuando todavía existía a URSS, se analiza de manera minuciosa quién estaba al lado de quién sobre la tribuna del mausoleo y los líderes, como solía ocurrir con los soviéticos y más tarde con los rusos, son divididos en los buenos y los malos, en los conservadores y los reformadores. Esta actitud sigue en vigor y se explica con que de otra forma el público no se va a enterar. Al final resulta que la vida es en absoluto tan esquemática como a algunos les gustaría.

De modo que los dos futuros líderes supremos de China fueron catalogados como representantes de dos bandos opuestos. A Xi Jinping se llama más bien conservador, descendiente de uno de los líderes chinos de la época de Mao Zedong, partidario del llamado ‘Grupo de Shanghai’, dirigido por el todavía muy influyente Jiang Zemin. En su momento trabajó en la URSS y conoce canciones soviéticas.

El futuro primer ministro Li Keqiang es considerado, al contrario, un claro candidato a reformador, dado que en su juventud estuvo en contacto con los disidentes chinos. Por lo tanto, ha de ser rival político de Xi Jinping.

Merece la pena señalar al respecto que para los propios chinos desde la Revolución de 1949 existe una especie de dicotomía: el líder supremo, el presidente es como un ser divino, un hombre-símbolo. Mientras que el primer ministro suele ser sinceramente amado por el pueblo. Así, por lo menos, ocurrió con Mao Zedung y Zhou Enlai. La verdad sea dicha: en los años de la guerra civil Enlai se encargaba, entre otras cosas, de operaciones especiales y no era tan bondadoso como los chinos lo creían.

En cualquier caso, aquel que se crea que China o Rusia van desarrollándose en condiciones del eterno antagonismo de dos fuerzas -la conservadora y la reformadora- nunca tendrá una visión completa de la situación.

Otro de los asuntos que se discutió bastante en las últimas semanas antes del Congreso fueron los Estatutos del Partido. Los expertos chinos filtraron datos de que en el Congreso se quitaría del documento la cita de Marx o de Mao, pasando a ser el partido “algo menos comunista”.

La idea parecía descabellada por la simple razón de que durante más de dos milenios los chinos no quitaron nada de ninguna parte. La única excepción fue la Revolución Cultural, cuando se derribaron todos los pilares, incluida la filosofía de Confucio. Todo en apariencia es como siempre, aunque la esencia haya cambiado.

Si hablamos en serio de la ideología del partido Comunista de China, es el típico partido del desarrollo nacional tan característico para los países en vías de desarrollo, los hay en la India y en Vietnam, en Sudáfrica y en Rusia… A principios de los noventa del siglo pasado no quedaba ya nada propiamente comunista en sus ideas, aparte de una retórica que no consigue engañar a nadie. Y la idea de la justicia social y la lucha contra la distribución desigual  de los bienes también es popular en Suecia, por poner un ejemplo.

En el XVIII Congreso del Partido Comunista de China inesperadamente hubo enmiendas a los estatutos: nada de derrocar a los ídolos muertos, pero sí incluir en el documento aspectos de una política que se está aplicando desde hace tiempo en la esfera de la… ecología. Es muy posible que para China, este gigantesco taller que confecciona productos para el mundo entero a costa de unos severos daños a su propio medio ambiente, éste sea un asunto del “futuro de la nación”. Seguramente, Carlos Marx no tendría nada en contra.

Mañana no será igual a hoy

Esta coincidencia en el momento del cambio de líder en Estados Unidos y en China hace pensar a muchos. Los estadounidenses bromean con pesimismo sobre si mereció la pena gastar una cantidad sin precedentes,  ni más ni menos que 6.000 millones de dólares, para que todo quede como estaba. Los chinos, por su parte, aseguran que el Congreso del Partido junto con los debates preliminares costó menos.

Sin embargo, es evidente que en el mundo actual habrá cambios y tendrán que cambiar tanto EEUU como China. En el último caso se librará una lucha decisiva por la justicia social, cuya falta es denunciada entre otros factores por el abuso del poder y la corrupción.

Los acontecimientos más importantes no suelen ocurrir en los Congresos, sino durante los primeros dos años desde la elección, en nuestro caso, de los señores Xi Jinping y Li Keqiang, a sus respectivos puestos. Habrá que prestar mucha atención a lo que digan y fijarse en lo que hagan. Será interesante de verdad, a diferencia del Congreso, que no sorprendió con nada. El éxito o el fracaso de los cambios que se operen en el gigante asiático tendrán efecto en todo el mundo.

Para ello existen numerosas razones y dos de estas razones fueron comentadas por los medios de comunicación y por los expertos.

La primera es que en 2016 China se convertirá en la primera economía mundial. De criterio sirve la evaluación de la Organización para la Cooperación y el  Desarrollo Económico, aunque China no esté del todo de acuerdo con este pronóstico. La segunda razón radica en que en la última década los gastos en defensa en Asia se duplicaron. El principal promotor de esta tendencia es China, que este año ha dejado atrás a Japón llevando sus gastos militares a unos 89.900 millones de dólares anuales. Con estas evaluaciones China tampoco está de acuerdo, será cuestión de modestia.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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