La nueva política de Obama tras las elecciones presidenciales

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En el curso de la reciente campaña electoral en EEUU la prioridad de la política exterior y de las relaciones entre esta potencia y Rusia, en particular, fue cuestionada reiteradamente.

En el curso de la reciente campaña electoral en EEUU la prioridad de la política exterior y de las relaciones entre esta potencia y Rusia, en particular, fue cuestionada reiteradamente.

¿Carecerán de importancia de verdad? En una lucha tan tensa cualquier detalle y matiz de interpretaciones políticas pudieron tener un carácter decisivo. Y si hablamos del EEUU actual, que es parte integral del mundo global, su política exterior está directamente relacionada con el estado de la economía mundial, así que no es una cosa de segunda orden.

Basta con mencionar que para Obama la crisis económica y financiera europea, que amenaza con transformarse en una crisis política, le resultó muy oportuna para subrayar sus éxitos moderados y en gran parte provisionales en la lucha contra la crisis. En cuanto a Rusia, en el curso de las discusiones fueron determinadas unas posturas nuevas que marcaron un límite, que muchos se apresuraron a tildar de una declaración de intenciones en lugar de un programa a realizar.

Desde los mediados de los años noventa del siglo pasado, los republicanos y los demócratas están discutiendo sobre quién había perdido a Rusia como a un socio absolutamente leal. En el curso de la reciente campaña electoral Romney volvió al antiguo concepto de Rusia como de enemigo geopolítico de EEUU número uno, renunciando ostentosamente a todos los intentos de reconciliación con Kremlin, que de tal o cual manera habían emprendido todos sus antecesores.

Sin embargo, si Reagan, con su Imperio del Mal en los años ochenta del siglo pasado, les había parecido a sus contemporáneos estadounidenses bastante convincente, el candidato a la presidencia de los republicanos con retórica de los nuevos antiguos enemigos de EEUU sonaba bastante raro. Eso lo notó sutilmente Obama, que en el curso de los últimos debates televisados confundió con habilidad a su rival, haciéndole perderse en su propia terminología.

Los televidentes, con gran asombro, escucharon de Romney que la amenaza procedente de Irán es la amenaza clave a la seguridad nacional de EEUU; y en cuanto a Rusia, que aquella es un enemigo geopolítico. Como la seguridad nacional está estrechamente relacionada con la geopolítica, discernir entre ellas es una tarea casi imposible tanto para los televidentes como para los politólogos experimentados.

A su vez, Obama, dirigiéndose al público multimillonario, logró plantear en el momento más oportuno la cuestión si sus conciudadanos quieren volver al estado de la guerra fría. Psicológicamente fue un paso muy bien medido: las viejas fobias de una parte considerable de los estadounidenses no podían sino surtir efecto.

La actual campaña electoral se caracterizó por una serie de paradojas y detalles curiosos que siempre acompañan inversiones financieras excesivas (que en este caso han batido todos los récords). Digan lo que digan para justificarlas, la campaña electoral estadounidense ha generado toda una serie de dudas muy serias en lo que a la transparencia de las verdaderas intenciones políticas de los candidatos a la presidencia se refiere.

Por primera vez fue pronunciada públicamente la exigencia de que los encuentros entre el presidente y el pretendiente a la presidencia y los donantes de sus campañas electorales fueran objeto de transparencia y publicidad y de que los periodistas tuvieran derecho de presenciarlos.

Y es que precisamente en estas discusiones más bien privadas, y no en debates televisivos, se hacen públicos importantes detalles de los programas de los participantes de la carrera a los cuales difícilmente renunciarán luego. Dicen que en el curso de estas discusiones fue abordado también el tema de Rusia, intentando Romney presentar como menos intransigente su actitud hacia el “enemigo geopolítico”.

Un detalle curioso en este contexto es una imprevista visita de uno de los hijos de Romney, Matt, a Rusia ya a finales de la campaña por cuestiones, como se afirmaba, de negocios (es jefe de la empresa Excel Trust). La sede electoral de los republicanos ni siquiera quiso comentarlo. Mientras tanto, el periódico International Herald Tribune publicó la información de que durante su visita a Moscú Matt Romney dijo a un ruso que tiene acceso a Putin que, pese a la retórica electoral, si su padre asumiese la Presidencia, buscaría mantener buenas relaciones con Rusia.

Después de las declaraciones de Romney de que se quitaría las “gafas rojas” al mirar a Vladimir Putin con ojos de presidente de EEUU y de que renunciaría a cualquier tipo de compromiso y concesiones a Moscú, en esta historia el candidato pareció a los electores incoherente en sus acciones, como mínimo. En realidad, esta postura tiene mucho que ver con la antigua política real de los neoconservadores respeto a Rusia.

Sin embargo, por ahora no está claro si los republicanos, que cuentan con la mayoría en el Congreso, seguirán fieles a esta retórica antirrusa de Romney. Por un lado, tras la derrota de Romney en el bando republicano debe haber otros líderes que no querrán repetir sus declaraciones, tanto más que su líder pareció incoherente en ellas. Por otro lado, todavía no se sabe si la élite republicana está dispuesta a renunciar a esta postura de Romney ante Rusia.

En cuanto a Obama, por lo visto ha obtenido una oportunidad de “reiniciar el reinicio” o llevar a cabo el reinicio iniciado. A propósito, en el curso de su campaña electoral pasó casi desapercibida la cita de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, con estudiantes de la Universidad de Georgetown en Washington, durante la cual Clinton declaró que hacía falta poner fin al monopolio mundial de Rusia en el mercado de portadores de energía en Europa, presentando al país euroasiático como al competidor geopolítico de EEUU en el nuevo mapa de política energética.

La retórica de Romney dejó sus semillas: en el Departamento de Estado se creó una subdivisión especial para Asuntos Internacionales de Energía con el embajador Carlos Pascual a la cabeza.

Ahora Obama, celebrando una victoria obtenida en una dura lucha, se da cuenta de que ya no puede haber ilusiones sobre la unión de la nación con las cuales soñaba durante su primera campaña. Hoy la prensa estadounidense no deja de hablar de “los dos EEUU”, de “la sociedad dividida”.

Efectivamente, cualquier problema que hoy se discuta, por muy coyuntural que sea, despierta dos opiniones contrarias en la sociedad estadounidense, y en muchos casos esto se debe a las acciones del propio presidente. También dividen la sociedad las cuestiones de la política exterior.

Existe una teoría filosófica que sostiene que la política de un partido y la existencia de facciones por sí mismas no pueden unir a una nación. Para ello hace falta que la política reaccione a una idea y un objetivo comunes. Pero, ¿quién sabe a qué teoría se atiene Obama?

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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