Duro revés electoral para Saakashvili abre una nueva era en Georgia

© Sputnik / David Hizanishvili / Acceder al contenido multimediaMijaíl Saakashvili
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Ni siquiera los adversarios más fervientes del presidente de Georgia, Mijaíl Saakashvili, pudieron imaginar en sus más atrevidos sueños que el líder del país anunciara que su partido pasaría a la oposición. Pero ocurrió.

Ni siquiera los adversarios más fervientes del presidente de Georgia, Mijaíl Saakashvili, pudieron imaginar en sus más atrevidos sueños que el líder del país anunciara que su partido pasaría a la oposición. Pero ocurrió.

 “Para mí son absolutamente inaceptables las ideas de la coalición Sueño georgiano, entre nuestras posturas media un abismo. Creemos que sus ideas son extremadamente erróneas. Sin embargo, de acuerdo con el principio de la democracia, las decisiones son tomadas por la mayoría de los representantes del pueblo georgiano. Y respetamos su elección”, subrayó Saakashvili.

Era mediodía del pasado martes y ya nada en la capital de Georgia recordaba los festejos nocturnos. La victoria de la oposición contra el actual presidente se celebró con tanto júbilo como si Tbilisi se hubiera liberado de un largo asedio o, como mínimo, el Dinamo de Tbilisi hubiera ganado la Liga de los Campeones.

Una hora antes del cierre de los colegios electorales los partidarios de las fuerzas de la oposición georgiana empezaron a reunirse en la céntrica Plaza de la Libertad, esperando los resultados de las encuestas a pie de urna. No había mucha gente, varios miles de personas que después de un mitin de triunfo empezaron, satisfechos, a dispersarse.

No obstante, resultó que solo era el inicio de la celebración en la que se sumergió la capital. Los coches eran capaces de despertar a toda la ciudad con los cláxones si los transeúntes no saludaban con euforia a los conductores desde las aceras.

Tbilisi parecía estar celebrando algo con lo que se había soñado durante generaciones enteras, un milagro obrado por San Bidzina el día de su veneración, el 1 de octubre. Y muy pocos se daban cuenta de que para aquellos momentos el rival de Mijaíl Saakashvili, Bidzina Ivanishvili, podría no haber obtenido todavía ninguna victoria.

"¡Hemos perdido y, sin embargo, hemos ganado!"

Fuentes cercanas a las autoridades georgianas reconocían en vísperas de estas elecciones parlamentarias que la historia con los malos tratos cometidos contra reclusos de una de las cárceles del país, ha costado al partido de Saakashvili parte de los votos, pero aseguraban que no alteraría el resultado final. Por su parte, los escépticos y los conocedores del modo de actuación de Saakashvili se estaban preparando para cualquier desarrollo de los acontecimientos.

Incluso los representantes de la oposición de manera extraoficial confesaban que en las condiciones actuales y con el modelo político existente el partido en el poder ganaría sin falta: un 25% de partidarios incondicionalmente leales, un 10% garantizado mediante el uso, incluso el más moderado, de herramientas de coacción administrativa y un 10% más que puede ser falsificado impunemente durante la votación y el escrutinio, según gente entendida. De modo que Saakashvili podría contar con el 45% de los votos.

Fue por ello porque todos se quedaron sorprendidos al confirmar las cuatro encuestas a pie de urna el triunfo de la oposición. Los únicos en no sorprenderse fueron quienes se habían tomado en serio los planes de Ivanishvili de ocupar el puesto del primer ministro del país.

Y lo más sorprendente fue la apacible reacción del presidente Saakashvili, que aceptó las conclusiones del servicio sociológico. Como si estuviera preparado para perder o creyera recuperar sus posiciones en la votación de circunscripciones unipersonales.

Al perder esta competición entre partidos, el Movimiento Nacional Unido de Mijaíl Saakashvili debería haberse lanzado con el característico fervor a la lucha por triunfar en 53 circunscripciones de las 73, tal y como establecían los planes anunciados por la portavoz del partido, Chiora Taktakishvili. Ello había de garantizarle al Movimiento la mayoría en el Parlamento.

No era cuestión de milagro o de una inusitada fuerza de voluntad, sino de un simple cálculo: el 10% o incluso el 12% de votos que Saakashvili no consiguió reunir se traducirían en unos siete u ocho escaños, mientras que los diputados por las circunscripciones unipersonales serían 73. Todo el país, incluso la oposición, desde hace tiempo estaba seguro de que era imposible ganar en el reparto mayoritario. Y algunos representantes de la oposición se lamentaban de que Ivanishvili presentara en determinadas circunscripciones candidaturas muy poco prometedoras.

La idea de Mijaíl Saakashvili de recuperar terreno perdido fue bautizada con ironía como “Hemos perdido y sin embargo hemos ganado”. El plan parecía muy lógico y fácil de cumplir y la pregunta de que por qué los electores votarían en las circunscripciones unipersonales por los candidatos por el partido en el poder se consideraba claramente ingenua.

Los escasos habitantes de Tbilisi que no participaban del júbilo universal estaban presenciando el espectáculo con una altanería algo burlona mezclada con la duda de si los inconscientes y felices se darían cuenta antes de lo necesario de la maniobra planeada.

El martes por la mañana Georgia se despertó de la misma forma que lleva decenas de años despertándose después de un alocado fin de semana. Nada recordaba los festejos de la noche pasada y los analistas estaban pendientes de los datos que hacía públicos la Comisión Electoral Central. Se esperaba el cambio dramático y la reducción de la diferencia en los porcentajes de los votos emitidos.

No hubo ningún cambio y a medio día Mijaíl Saakashvili ofreció su comparecencia televisiva.

Síndrome de un pato herido

¿Qué habrá pasado con aquellos partidarios de Saakashvili que le eran infaliblemente leales? El politólogo georgiano Archil Guegueshidze opina que esta vez ha fallado cada uno de los elementos del éxito final.

La fidelidad del electorado incondicional fue minada por el escándalo de la cárcel de Gldani hasta tal punto que ni siquiera las herramientas de coerción administrativa resultaron eficientes. Y las posibles maniobras con urnas y papeletas fueron impedidas por un inusual número de observadores: cerca de 60.000, 1.600 de ellos, europeos.

Resultó suficiente para que las actuales autoridades georgianas se permitieran algo insólito para el espacio postsoviético: perder las elecciones y posicionarse como oposición. Todo de una manera sosegada, sin revoluciones, alboroto ni manifestaciones que duren meses…

Además, el equipo de Saakashvili, incluso antes del escándalo con torturas en el centro penitenciario, ya estaba actuando sin la energía de antaño, sin esa inspiración tan característica para todas sus iniciativas, incluidas las de dudoso carácter.

Estamos presenciando, sin lugar a dudas, la derrota personal del presidente Saakashvili. Pero, por otra parte, tampoco debería haber esperado ganar porque, por muy paradójico que parezca, está llegando para el presidente el momento de convertirse en un ‘pato cojo’.

Al dirigirse Saakashvili a su pueblo con un discurso, desde el punto de vista formal todavía nada estaba decidido. Una hora antes todo parecía indicar que las autoridades, dado que el cambio en la correlación inicial de los votos no llegaba, habían optado por otra estrategia que habían comentado antes aunque sin demasiado entusiasmo: un parlamento más o menos competitivo.

Posiblemente no entendían por esta expresión la democracia real, sino la adquisición de la lealtad de los diputados por las circunscripciones unipersonales que, de acuerdo con la tradición postsoviética, se suelen unir a la mayoría. Porque algunas encuestan a pie de urnas ofrecían como resultado un empate: 33 contra 33.

Tampoco pudo ser. Ya no importa que el Gobierno se haya dado cuenta del nefasto papel del escándalo con la cárcel, de la imposibilidad de hacer maquinaciones con tantos observadores alrededor o que simplemente no haya podido llegar a un acuerdo con Ivanishvili. Lo que importa es que no se inició la lucha declarada y que chocaba ver a un Saakashvili tan abatido.

Un protagonista para la oposición

Una señal inequívoca de que el régimen se está asemejando a un pato cojo es la actitud de los partidarios más leales. Uno de los que se mantuvo al lado de Saakashvili en sus largos años de éxito, en vísperas de las elecciones se refirió al presidente como a una figura de valor histórico, pero ya distante del día de hoy y mucho más del día de mañana. Mi pregunta fue incluso una sorpresa para él, como si fuera un hecho ya indudable para la gente entendida.

A la incógnita de si Mijaíl Saakashvili seguirá en el mundo de la política tras abandonar el puesto del presidente del país no había respuesta. El modelo ruso consistente en que el expresidente se convierte en el primer ministro, con toda seguridad, no valdría: Georgia es un país que observa las normas occidentales y no se lo permitiría jamás. Y además, desde hace tiempo hay gente dispuesta a ocupar el sitio de Saakashvili.

Y en este caso, ¿qué sentido tiene luchar a brazo partido por conseguir la mayoría parlamentaria si los costes seguramente superarán las cuestionables ventajas de mantenerse al poder? Muchos aseguran, al mismo tiempo, que no será tan difícil llegar a un acuerdo con Ivanishvili.

De modo que un guión democrático podría resultar incluso más beneficioso que el combate por el número de papeletas en las circunscripciones unipersonales. Y los escépticos más fervientes parecen sentir vergüenza de su inesperada alegría.

Nadie se hace ilusiones acerca de Bidzina Ivanishvili, aunque sea por carecer completamente de información alguna sobre este hombre. Nadie juraría que en tres años no sea derrocado en mítines o desplazado mediante elecciones. Nadie aseguraría, ni siquiera sus partidarios, que se había enfrentado a Saakashvili por ver triunfar en el país la democracia.

Simplemente el Parlamento ya no será monopartidista y esta es una ventaja incuestionable incluso teniendo en cuenta que a Mijaíl Saakashvili todavía le queda un año de mandato que promete ser muy activo, porque no se le suele ver afligido durante mucho tiempo. Hace tiempo que ha perdido el hábito de estar en la oposición y en teoría, incluso podría disolver el nuevo Parlamento en algunos meses.

El sociólogo Archil Guegueshidze opina que estaría muy bien que Saakashvili, tras dejar la presidencia, se presentara a diputado y liderara la oposición. No permitiría a nadie hacer lo que tanto tiempo el mismo ha estado haciendo.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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