Lukashenko presenta a Occidente un nuevo sistema de referencia

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Los comicios parlamentarios en Bielorrusia se desarrollaron conforme al guión tradicional, que prevé la participación de un 74% de los electores, según informó la inamovible presidenta del Comité Electoral Central (CEC) del país, Lidia Yermóshina.

Los comicios parlamentarios en Bielorrusia se desarrollaron conforme al guión tradicional, que prevé la participación de un 74% de los electores, según informó la inamovible presidenta del Comité Electoral Central (CEC) del país, Lidia Yermóshina.

Parece incluso que siempre son los mismos ciudadanos los que votan de forma anticipada: de acuerdo con los datos oficiales, lo suele hacer una cuarta parte de la población bielorrusa. Esto significa que aún el observador más pedante sería incapaz de controlar el proceso de la manifestación de voluntad de la cuarta parte del electorado del país.

Sin embargo, el día fijado para la votación los colegios electorales permanecieron desiertos. De ello no existen pruebas documentales algunas ya que, por ejemplo, al fotógrafo Serguéi Bajún, que había intentado hacer fotos en uno de ellos, lo expulsaron del colegio, según informó el canal de televisión BELSAT. Esto no sorprendió a los observadores, tampoco las furgonetas para transportar a los presos que por si acaso había concentrados en el centro de Minsk.

En Bielorrusia no hay un criterio único sobre las elecciones. Unos las consideran las más extrañas. Otros, las más aburridas. Y los demás piensan que fueron a la vez extrañas y aburridas. Y parece que éstos últimos aciertan.

La última oposición

Dos formaciones más importantes de la oposición boicotearon los comicios retirando a sus candidatos durante la campaña. Esto, tal y como habían pronosticado los escépticos, no se convirtió en un episodio memorable por una serie de razones.

Por un lado, a la oposición las legislativas le interesan muy poco, al igual que al gobierno. El parlamento en la actual Bielorrusia sirve de lugar para reuniones y actos solemnes. El politólogo bielorruso Alexandr Klaskovski señala que esta vez las propias autoridades se mostraron preocupadas por la degradación tan evidente del mismo concepto de elecciones: “Incluso Lidia Yermóshina se lamentó de que el sistema de partidos en el país estuviera tan mal desarrollado y que la campaña electoral fuera tan sosa...”

Además, la oposición prefiere ahorrar esfuerzos donde es imposible conseguir un resultado positivo. Sin embargo, según Alexandr Klaksovski, cuya opinión al respecto coincide con la de la mayoría de los expertos bielorrusos, la oposición no se puede permitir calificar las elecciones como más o menos importantes.

“Dentro de tres años se convocan las presidenciales que nadie boicoteará. Por lo tanto, la oposición tenía que haber dicho a los electores: estas legislativas no son honestas, pero vamos a hacer calentamiento, vamos a entrenar las instituciones, vamos a hacerlo juntos para estar en forma en 2015”.

Por otro lado, el boicot a los comicios no llegó a ser un acontecimiento político porque nadie en Bielorrusia toma en serio a los organizadores del mismo, ni siquiera los que hace dos años habían salido con ellos a la calle para protestar contra los resultados de unas presidenciales que anunciaban una victoria más para Lukashenko.

La vía magna para el mundo postsoviético

Cabe recordar que las legislativas de 2008 culminaron con el mismo resultado a pesar de que entonces la oposición sí participó en ellas. Pero entonces la situación era diferente: Lukashenko había anunciado una mayor liberalización del régimen y la posibilidad de que los partidos opositores estuvieran presentes en el parlamento parecía real. Como bien se sabe, no hubo liberalización. Las autoridades bielorrusas de repente se dieron cuenta de que cualquier amago de la “occidentalización” del país pondría en riesgo el modelo político existente.

Lukashenko prefirió exponerse a otros riesgos, a primera vista mucho más extremos: sin haber hecho paces con Moscú rompe con Occidente. El punto de partida para esta nueva línea política fue el 19 de diciembre de 2010, cuando fue reprimido el mitin de protesta tras el triunfo electoral, uno más, del presidente.

Durante los dos años siguientes Lukashenko actuó como si quisiera hundir el país hasta un límite tras el cual cualquier cambio parecería una mejora. Las recientes legislativas sirvieron de estudio de laboratorio para ver los resultados de la gestión presidencial al llegar a la mitad de su mandato.

Estos resultados son muy satisfactorios desde el punto de vista de las autoridades bielorrusas y deberían servir de lección para los demás ya que está constatado que el camino que abre Lukashenko no tarda en convertirse en una vía para el mundo postsoviético.

Sistema de referencia

Los resultados son los siguientes:

La oposición no existe, ni siquiera aquella poco seria que aún existía hace dos años, lo cual se ha visto confirmado con el boicot a los comicios. De esta realidad tendrá que partir Occidente si sigue interesado en volver a regatear el precio de la independencia bielorrusa de Rusia, aunque Lukashenko no piensa ceder.

Antes Occidente tenía un pretexto formal para recordar a Lukashenko que en el país existe oposición y amenazarle con sanciones en función de la suerte de los opositores y de la naciente democracia del país.

Ahora Occidente tendrá que aceptar lo que Lukashenko venía diciendo desde hace muchos años: la oposición no existe, y los románticos europeos tendrán que tomarlo en cuenta. Así es el sistema de referencia que presenta Lukashenko a estos románticos.

También se verán desanimados los que contaban con que Lukashenko tuviera que aceptar la democratización del país por motivos económicos. Se suele afirmar que el modelo que existe en Bielorrusia no es viable y tarde o temprano tiene que conducir a un colapso, sobre todo en la época de crisis económica global.

Pero resulta que Minsk pudo sincronizar bastante bien sus ritmos políticos con las iniciativas de la Comunidad Económica Eurasiática (CEEA), el proyecto de integración entre Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizistán, Rusia y Tayikistán. Los socios de Bielorrusia son conscientes de lo que les cuesta mantener a flote el régimen de Lukashenko. Pero no tienen elección, ya que Bielorrusia representa un símbolo del camino común. No les queda otra opción que ayudar al socio cuya realidad de hoy es, posiblemente, su realidad del día de mañana. Y Lukashenko lo sabe.

Todo ello ayuda a las autoridades bielorrusas a volver a sentirse seguras de sí mismas. Quizás tengan razón los que dicen que no será para mucho tiempo. Sin embargo, la experiencia demuestra que no hace falta que sea para mucho.

El credo o símbolo de la fe es: “Aguantar hoy significa triunfar mañana, y pasado mañana ya se verá”. Y funciona sin falta durante más de 18 años ya.

A juzgar por los resultados del ecuador del mandato presidencial, nadie abriga esperanzas de que pueda ser el último. Por lo visto el nuevo sistema de referencia será aceptado. Si aún no lo está.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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