La oposición a Vladimir Putin manipula la juventud para desestabilizar a Rusia

© RIA Novosti . Vladimir Pesnia“Marcha de los millones“ en Moscú
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Las protestas contra los gobiernos en varias partes del mundo están a la orden del día. Las razones que las provocaron son diversas. En la mayoría de las manifestaciones hay algo que las asemeja: no hay una idea concreta de lo que se hará una vez conseguido el objetivo que también puede ser diverso.

Las protestas contra los gobiernos en varias partes del mundo están a la orden del día. Las razones que las provocaron son diversas. En la mayoría de las manifestaciones hay algo que las asemeja: no hay una idea concreta de lo que se hará una vez conseguido el objetivo que también puede ser diverso.

Valga como ejemplo, la situación en países como Egipto, Libia y otros del mundo árabe, donde las protestas condujeron al derrocamiento de sus presidentes o líderes y ahora reina el caos político, económico y social.

Como en cualquier país con mayor o menor democracia, en Rusia también está a la “moda” que la oposición al actual presidente, Vladimir Putin, salga a las calles de Moscú y otras principales ciudades del país para protestar.

El pasado 16 de mayo, un campamento de la oposición moscovita, graciosa imitación al movimiento ocupar “Wall Street” en EEUU, fue desalojado por la policía en el bulevar Chístie Prudí, en el centro de Moscú, y posteriormente, sus participantes se instalaron en un parque cerca de la estación de metro Barrikádnaya, emblemático lugar escenario de la resistencia antizarista en la revolución del año 1905.

En ese lugar, frente a uno de los imponentes rascacielos, construidos por orden de Stalin, muy cerca de la embajada de EEUU, más de mil personas se reunieron en el marco de los denominados “paseos” que durarán hasta el 12 de junio, fecha en que la oposición realizará una nueva “Marcha de los millones”, movimiento que en realidad reúne un pequeño porcentaje de los más de 11 millones de habitantes de la capital rusa y mínimo porcentaje de los más de 140 millones de habitantes en todo el país.

Además de la convicción política de los que llegaron a protestar realmente,  en esos “paseos” salió a relucir la ausencia de líderes con los que las autoridades puedan hablar, negociar y llegar a un acuerdo.

También fue notoria la falta de consenso entre los manifestantes para hacer llegar sus voces; el deseo de algunas personas de comprobar que realmente y sin temor alguno gozan de libertad para expresar sus opiniones y la ligereza con la que unas personas toman las cosas.

Lo más curioso es la ingeniosa técnica para concientizar a las personas, en su mayoría jóvenes. Aplicada de una forma evidentemente torpe,  la tecnología de “masas“ se puso a toda marcha en estos denominados “paseos” obligando a las personas repetir como un papagayo lo que decía el que preside lo que ahora llaman “asambleas”.

Fue una triste escena parecida a una de esas que llevan a cabo en muchas partes del mundo las sectas religiosas con el objetivo de convertir sobre todo a la juventud en zombis y así las fuerzas exteriores para quienes sirven estas sectas, que le han declarado la guerra a Rusia en el campo psicológico, informativo, geopolítico entre otros, puedan hacer de las suyas en el país euroasiático.

En los “paseos” del pasado miércoles, se escuchaban comentarios como en Rusia se vive una dictadura y que no hay libertad de expresión en evidente contradicción de lo que en los últimos tiempos los rusos pueden hacer. Para colmo, son castigados con sanciones ridículas  que no tienen comparación con las de los países desarrollados, donde sobre todo los organizadores de esos movimientos son encarcelados por mucho tiempo en dependencia de la gravedad de la infracción administrativa y multados con varios miles de dólares.

Pese al acceso a la Internet y otros medios de comunicación, se nota que la juventud de este país no percibe la dictadura mundial que otras potencias imponen a la humanidad a través de una intervención encubierta valga como ejemplo la moda, la música, el cine, la televisión, el reclutamiento de jóvenes mediante becas para hacer estudios superiores entre otros, destruyendo así la identidad y cultura de muchos pueblos. La juventud está hipnotizada. Defiende lo que desconoce y no entiende.

La desintegración de la Unión Soviética,  y las consecuencias que implicó para el pueblo ruso, fue una aventura protagonizada precisamente por jóvenes, igual a los de ahora, también víctimas o ebrios de “democracia” y “libertad”, que no tenían siquiera una idea del futuro que les esperaba cuando optaron por el cambio de un sistema por otro que desconocían.

Si a la juventud no se le explica y ésta no saca una lección de los errores cometidos por sus antecesores, muchos de los cuales en la actualidad, se miran las caras y se preguntan, como lo hacen los alcohólicos después de que les pasó los efectos de una borrachera: ¿qué diablos hicimos? tras destruir lo que tanto esfuerzo y sacrificio les costó, sin darse cuenta, se convertirán en instrumentos de otros para desestabilizar Rusia, cosa que no le conviene a nadie.

A decir verdad, pese a que en los dos primeros mandatos de Vladimir Putin se hizo mucho para el país, empezando por recuperar la autoestima de la ciudadanía rusa tras la vergüenza que experimentó durante el gobierno del primer presidente del país, Borís Yeltsin, poco se hizo por proteger a la juventud rusa de amenazas sigilosas como las anteriormente señaladas.

Las autoridades rusas se equivocan si piensan que es suficiente tan solo fortalecer la economía de su país. Además de lo económico, hay otros aspectos de la vida, considerados durante el anterior sistema político, en los que tienen que trabajar mucho para que los jóvenes sean fuertes y sepan defenderse frente a cualquier adversidad, puesto que son el futuro del país.

No se puede ir de un extremo a otro. Uno no puede optar por ser un acerbo capitalista o comunista. El capitalismo y el comunismo son ideologías que tienen su lado positivo y negativo. Hay que aprender a identificarlos y tomar los positivos para enriquecer su propia sociedad y no destruirla.

Es necesario evitar caer en lo que el liberalismo de Occidente pregonaba: denle a todos igual democracia, iguales derechos (declarados y defendidos por el Estado) y ninguna contradicción habrá. O lo que la doctrina comunista decía: denle a todos igual trozo de pan y no habrá ningún problema, y todos se unirán en una sola comunidad.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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