Soldados y generales que vuelven de guerras distintas

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El Día de la Victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi que se celebra el 9 de mayo es una "fiesta que arranca lágrimas", como dice una popular canción rusa.

El Día de la Victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi que se celebra el 9 de mayo es una "fiesta que arranca lágrimas", como dice una popular canción rusa.

Y cada año esta fecha se hace aún más triste porque los veteranos de la Gran Guerra Patria que quedan son menos y estos, en su mayoría, casi no dejan recuerdos de los acontecimientos que les tocó soportar.

No son los carros de combate, cañones o buques los que desempeñan el papel clave en una guerra sino el ser humano. Y su participación en los combates es lo más interesante. Durante la Gran Guerra Patria (1941-1945), decenas de millones de personas fueron reclutadas por el Ejército soviético y cada una de ellas tiene sus propios recuerdos sobre esta guerra. Desde este punto de vista, la historia de la guerra más sangrienta en la historia de la humanidad es infinita y profunda como un océano.

Una vez terminada la guerra, durante una ceremonia solemne celebrada en el Kremlin en honor de los participantes en el desfile militar de 1945, el líder de la URSS y comandante supremo de las Fuerzas Armadas soviéticas, Iósif Stalin, propuso un brindis de agradecimiento a los soldados, comparándoles con un fundamento que sirve de apoyo para la cima.

Durante el gobierno de Stalin, el Día de la Victoria fue proclamado día laboral desde 1948 y la historia de la Gran Guerra Patria abarcaba, ante todo, las acciones de los Frentes, Ejércitos, Cuerpos y Divisiones, mientras que los destinos de los soldados se mezclaban en batallas encarnizadas, como se pierden varios detalles de la superficie terrestre en las fotografías aéreas.

Hay pocas excepciones que, sin embargo, ponen en evidencia la tendencia anunciada, como por ejemplo, la novela del periodista y escritor ruso Víсtor Nekrásov 'En las trincheras de Stalingrado', publicada en 1946, un autor que participó en la batalla de Stalingrado y dio en su obra su más o menos verdadera descripción, conforme a las normas que existían en aquella época.

El estilo imperial no necesitaba los recuerdos individuales sobre la guerra, que se representaba como una hazaña de los millones de ciudadanos de la URSS dirigidos por el Partido Comunista y el Gobierno soviético encabezado por el sabio de Stalin.

Se permitía centrar la atención solo en los que habían cometido los actos heroicos.

El deber de los generales

La situación empezó a cambiar solo después de la muerte de Stalin, en la época de Nikita Jruschov y, especialmente, de Leonid Brézhnev. En 1965, pasados 20 años después de que terminara la Segunda Guerra Mundial, el Día de la Victoria volvió a proclamarse día festivo. Los desfiles militares asimismo empezaron a celebrarse de nuevo.

Los mariscales y generales recordaron que pertenecían a los altos rangos militares y se pusieron a escribir libros de memorias. En los sesenta vieron la luz ‘Recuerdos y reflexiones’ del mariscal Gueorgui Zhúkov, ‘El deber de los soldados’ del mariscal Konstantín Rokossovski y las memorias escritas por otros jefes militares de la Gran Guerra Patria.

Es curioso que Rokossovski, bajo cuyo mando se había celebrado el Desfile de la Victoria del 24 de junio de 1945, no haya mencionado en sus memorias su arresto antes de la guerra. Tampoco escribió que de 1937 a 1940 había estado en prisión en la provincia de Leningrado (actual San Petersburgo) donde, a pesar de las torturas y el trato inhumano, no había dado testimonios falsos contra sí mismo o contra otras personas.

Zhúkov prestó más atención en su libro a la batalla de Stalingrado (hoy, Volgogrado), que duró 200 días y culminó con la victoria de las tropas soviéticas, que a la operación de liberación de la ciudad de Rzev (al suroeste de Moscú) por las unidades bajo su mando y que fracasó.

Cabe destacar que la censura no permitió publicar muchos fragmentos descritos por los mariscales de la URSS en sus memorias. En particular, las descripciones de varios momentos vergonzosos que tuvieron lugar al inicio de la guerra que había podido observar Rokossovski fueron eliminadas de su libro ‘El deber de los soldados’.

En particular, se describió el pánico entre muchos soldados y comandantes del Ejército Rojo provocado por la ofensiva rápida de los alemanes. "El caso de suicidio de un oficial es típico”, escribió Rokossovski: “Recuerdo las palabras de la nota que dejó: 'El miedo de que pueda no resistir en un combate me perseguía y obligó a suicidarme”.

Hacia los setenta del siglo ХХ, muchos generales soviéticos publicaron sus libros de memorias en los que describían lo valientes que eran –lanzaban ofensivas, planteaban las tareas ante sus subordinados e incluso arriesgaban su vida al estar por casualidad bajo los bombardeos.

Varios autores contaban en sus memorias que se veían obligados a luchar no solo con los alemanes, sino también contra la arbitrariedad de sus propios jefes.

Uno de los mejores comandantes de la Gran Guerra Patria, Alexander Gorbátov, rehusó en reiteradas ocasiones a cumplir órdenes de los generales Moskalenko, Rokossovski e incluso Zhúkov, dispuestos a conseguir el éxito cueste lo que cueste sin tomar en cuenta la vida de miles de los soldados. "No entendía esas órdenes insistentes de seguir lanzando ofensivas a pesar de los constantes fracasos, en la misma dirección, durante varios días consecutivos, sin tomar en consideración que el enemigo ya había reforzado esta zona”, escribe Gorbátov.

Los batallones piden fuego... y verdad

Aparecieron obras literarias en las que célebres escritores como Vasil Bíkov, Yuri Bóndarev o Grigori Baklánov, trataron de mostrar la guerra a través de los ojos de suboficiales, con el mayor realismo posible en las condiciones de la censura soviética.

Se puede juzgar ya por los títulos de sus novelas cómo de trágicos eran aquellos acontecimientos: ‘Vivir hasta el amanecer’, ‘La nieve caliente’, ‘Los batallones piden fuego’, etc…

Entre estas obras se destaca la trilogía de Konstantín Símonov ‘Los vivos y los muertos’, ‘Nadie nace soldado’ y ‘El último verano’.

Pero una obra literaria sobre la guerra, aunque sea escrita por el que participaba en esta, no es lo mismo que sus recueros personales. En el primer caso, el autor inevitablemente adorna la realidad, mientras que en el último es franco.

Por ejemplo, en julio de 1941, uno de los protagonistas de ‘Los vivos y los muertos’, el general Serpilin, luchaba heroicamente junto con su regimiento al caer en un cerco en las proximidades de la ciudad de Moguilev (Bielorrusia), pero después logró salir del cerco y continuó combatiendo hasta 1944. Así lo describió el autor. Otro héroe de la novela, el periodista Sintsov, estaba junto con Serpilin y sus soldados y experimentó todas las dificultades de la salida del cerco.

El propio Símonov decía: “No fue soldado, solo fue un corresponsal, pero nunca podré olvidar un terreno, el campo cerca de Moguilev donde en julio de 1941 vi por primera vez como los soldados soviéticos quemaron 39 carros blindados alemanes”.

Pero en realidad, el escritor famoso estuvo durante muy corto tiempo en el 388º regimiento de fusileros bajo el mando del coronel Kutépov, que fue el modelo de Serpilin, pero a diferencia de este, murió en la batalla cerca de Moguilev.

Así las cosas, la opinión sobre la Gran Guerra Patria en la conciencia colectiva del pueblo soviético se formaba desde el punto de vista de los generales o, en lo mejor de los casos, del comandante de una unidad. Mientras, la voz de los soldados no se oía durante mucho tiempo, a excepción de las novelas de Víctor Astáfiev.

Ellos recuerdan

La situación cambió en la época postsoviética, cuando se desintegró la Dirección General de Literatura, que autorizaba todas las publicaciones. Apareció Internet, el medio más potente de difusión de la información, independiente de los editoriales y medios de información tradicionales, donde empezaron a publicarse las entrevistas con los soldados y suboficiales que participaron en la Gran Guerra Patria.

Un grupo de voluntarios creó el sitio web ‘Yo recuerdo’ en el que se pueden encontrar centenas de diálogos con personas que en realidad estaban en la línea de frente. Sus recuerdos no se parecen a lo que nos hemos acostumbrado leyendo libros y viendo películas sobre la guerra. Pero la vida es el mejor autor. Varios casos descritos no se les habrían ocurrido a los escritores ni a los guionistas.

"En 1942, durante una batalla vi personalmente como la tripulación del carro de combate Т-34 eliminó 17 carros de combate alemanes. Después de la guerra, nunca he oído hablar sobre este combate heroico de los tanquistas... Todo depende de la promoción aún en los tiempos de guerra”, se queja el tanquista Ion Degen.

Vasili Chepik, caballero de dos Órdenes de Honor, contó que en 1945, durante los combates en Pomerania, cerca del mar Báltico, los soldados soviéticos ocuparon la planta baja de un edificio en el que los alemanes estaban en la primera planta. Los enemigos empezaron a cambiar el agua por los cigarrillos.

"Gritamos: ´Corred, alemanes, o vamos a disparar´. Y ellos: ´Esperad, necesitamos un casco de agua más´. Nos bajaron un casco lleno de cigarrillos y lo llenamos de agua. Después, los alemanes abandonaron el edificio e informamos a los comandantes que lo habíamos ocupado”, dijo el veterano.

Tuvieron lugar varios acontecimientos, horribles y curiosos, infames y heroicos. Y nosotros, los descendientes, tenemos que conocer y recordarlo para no pasar por alto esta lección de la historia.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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