Un amago de estabilidad para Osetia del Sur

© RIA Novosti . Mikhail Mokrushin / Acceder al contenido multimediaLeonid Tibílov
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El largo y tortuoso proceso de elección del presidente de Osetia del Sur que se viene prolongando desde el pasado noviembre parece encontrarse en su recta final.

El largo y tortuoso proceso de elección del presidente de Osetia del Sur que se viene prolongando desde el pasado noviembre parece encontrarse en su recta final.

Curiosamente el dramático curso de los acontecimientos tuvo su utilidad, y posiblemente las enfrentadas fuerzas políticas de la república consigan llegar a una fórmula de compromiso.

Los países occidentales, aunque no reconocieron al nuevo Estado, evidentemente dieron un paso hacia una actitud más seria y respetuosa hacia Osetia del Sur. La incertidumbre que desde el principio viene acompañando dichas elecciones dio sus frutos: como resultado el pasado domingo a los colegios electorales acudieron 50 observadores extranjeros, un resultado sorprendente para un Estado no reconocido.

En estos momentos es obvio que los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, fijadas para el próximo 8 de abril, no se pondrán en cuestión porque tanto los participantes en los comicios como los observadores reconocieron unánimemente los resultados de la primera vuelta.

Se conoce también el nombre del candidato con mayores probabilidades de ganar. Se trata de Leonid Tibílov, quien reunió en la primera vuelta el 42,5% de los votos emitidos. Su éxito no se lo disputan sus dos rivales, el antiguo embajador de Osetia del Sur en Rusia, Dmitri Medoev, y el líder del Partido Comunista de la República, Stanislav Kochíev.

El número dos de la carrera, David Sanakoev, se quedó bastante rezagado, con el apoyo del 24.58% de los electores.

Lo más importante, sin embargo, no es el indudable liderazgo de Tibílov, sino el hecho de que no se le relaciona con el antiguo presidente de la República, Eduard Kokoiti.

A pesar de que durante el Gobierno del primer presidente de la República de Osetia del Sur después de la proclamación de su independencia, Leonid Tibílov ocupara el puesto de jefe del Comité para la Seguridad del Estado, en lo que duró el mandato de Eduard Kokoiti, que ganó las elecciones de 2001, acabó por perder todos sus puestos. La razón de que lo abandonara todo y se dedicara a las actividades bancarias podrían haber sido las discrepancias con el entonces presidente del país o alguna opción personal equivocada de Tibílov.

Las razones de su retirada de la vida política tampoco tienen mucha importancia en estos momentos. Lo que importa es que, de acuerdo con las fuentes fidedignas, los círculos empresariales de la República descontentos por la línea aplicada por Eduard Kokoiti dejaron de apostar por Ala Dzhióyeva, descalificada como candidata a la presidencia, y no ven a Tibílov como “una figura del pasado”. Más aún, existen datos que corroboran el apoyo brindado por ellos a Leonid Tibílov.

En cuanto a las simpatías de Moscú, esta vez se expresaron de una manera extremadamente cautelosa y de hecho se repartieron entre los cuatro candidatos, con una ligera preferencia por Dmitri Medoev. Estas circunstancias propiciaron un ambiente más tranquilo en las elecciones.

Ala Dzhióyeva nunca llegó a tomar posesión del cargo. Tras su victoria en la segunda vuelta de las elecciones del año pasado, los resultados fueron declarados nulos. En pasado diciembre firmó un acuerdo con Eduard Kokoiti, comprometiéndose a renunciar a sus pretensiones a cambio de que abandonara todos sus puestos el fiscal general, Teimuraz Jugaev, por la dimisión del cual habían luchado ella y sus partidarios. Era considerado enemigo personal del empresario Dzhambolat Tedeev, que respaldaba a Ala Dzhióyeva. Es posible que por esta razón Dzhióyeva no haya organizado todavía ninguna acción de protesta. Tedeev es calificado como una figura contradictoria. Por una parte, no se le puede negar entereza y valentía, es el entrenador de la selección de Rusia de lucha libre, una persona independiente que avanza gracias a sus esfuerzos. Eduard Kokoiti impidió su participación en las elecciones presidenciales e incluso la visita a la República. Así, Tedeev informó a los periodistas de que el avión en el que se desplazaba estaba a punto de aterrizar cuando se lo envió de vuelta a Moscú.

Al mismo tiempo, el ambiente de compadreo que rodeaba a Tedeev y la escasa transparencia de sus acuerdos con Ala Dzhióyeva hacían temer el retorno a las épocas de desafíos y lucha. La pequeña República, en cambio, necesitaba una tranquila labor de reconstrucción que permitiera recuperar todo lo devastado por la guerra con Georgia de 2008.

Todo parece indicar que los representantes de los círculos empresariales de Osetia del Sur, al igual que los electores, decidieron que Leonid Tibílov, un hombre a punto de cumplir los 60 años, cooperará de manera tranquila y equilibrada con el primer ministro del país, Vadim Bróvtsev, protegido de Moscú. Este último, al asumir el papel del presidente en funciones, actuó con bastante éxito como un administrador interino.

Tbilisi, por supuesto, no reconoció los resultados de las elecciones en la República. Tampoco lo hicieron los aliados occidentales de Georgia, donde se siguen oyendo las palabras “ocupación” y “políticos títere”. Por otra parte, a cambio de los fondos designados por Rusia para la reconstrucción del país, Moscú está en su pleno derecho de controlar los gastos, función de la que se encarga Vadim Bróvtsev. El resto, sin embargo, es cuestión de decisiones personales de los dirigentes de la República.

Merece la pena señalar también que por segunda vez los electores surosetios demostraron su indomable genio, decidiendo cambiar junto con el presidente a todo su equipo. Y en ambas ocasiones lo consiguieron sin pegar tiros ni organizar golpes de estado, sino por vía de las elecciones, por imperfectas que hayan resultado.

Posiblemente, este hecho haya atraído a Osetia del Sur a los monitores extranjeros que acudieron a la República reconocida, aparte de por Moscú, únicamente por los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y de Nicaragua, Daniel Ortega.

Georgia, que tiene unos protectores mucho más potentes, todavía ha de pasar por el “cambio ordinario” de presidente: vía elecciones y no a través de acciones de protesta ni revoluciones.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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