La creación de la CEI puso fin a la Guerra Fría

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El Acuerdo sobre la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) lo firmaron por parte de Rusia el presidente del país, Boris Yeltsin, y el Secretario de Estado, Guennadi Búrbulis.

El Acuerdo sobre la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) lo firmaron por parte de Rusia el presidente del país, Boris Yeltsin, y el Secretario de Estado, Guennadi Búrbulis.

En entrevista al diario Moskovskie Novosti, Búrbulis comenta la redacción de aquel documento y el proceso de su firma en aquellos días.

El 7 de diciembre, en el marco de la parte oficial de nuestra visita, Yeltsin arribó a la capital de Bielorrusia, Minsk, para pronunciar un discurso en el Parlamento. Nuestro objetivo era celebrar consultas con los presidentes de Ucrania, Leonid Kravchuk, y de Kazajstán, Nursultán Nazarbáiev.

En el referéndum celebrado en Ucrania el 1 de diciembre del mismo año la población dijo un tajante “no” a la participación en ninguna Unión. Se estaba barajando la posibilidad de formar una confederación. El presidente Kravchuk se mostraba implacable y afirmaba no tener poderes para abordar el tema de integración en una unión, insistiendo en dejar este asunto al margen de la agenda.

Merece la pena señalar que Nazarbáiev no fue a Minsk, sino que se dirigió a Moscú para reunirse con Mijaíl Gorbachov y nos aseguraba que estaba a punto de salir. De repente, nos dimos cuenta de que estábamos reunidos los representantes de las tres Repúblicas eslavas que habían formado en 1922 la Unión Soviética.

Discutimos la situación acaloradamente y Leonid Kravchuk dijo que le había propuesto a Gorbachov formar la Comunidad de Estados Independientes, pero su proyecto no recibió aprobación. Después de un breve análisis llegamos a la conclusión de que el término Comunidad de Estados Independientes no entraba en contradicción con los resultados del referéndum, es decir, con la voluntad del pueblo ucraniano.

Intentamos desarrollar la idea y luego precisamos la siguiente fórmula básica: Ucrania, Bielorrusia y Rusia, Estados que instituyeron en su momento la Unión Soviética hacen constar que la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas dejó de existir como sujeto de derecho internacional y como realidad geopolítica. Era una fórmula precisa al máximo y la aprobamos.
También quedamos en redactar y firmar el Tratado sobre la institución de la CEI. El resultado fue un texto que se componía de 14 capítulos: 10 dedicados a los aspectos jurídicos y 4, a los organizativos.

-Y ¿por qué los acontecimientos se desarrollaron precisamente por este cauce?

La Unión Soviética dejó de existir en diciembre de 1991, no funcionaba ningún órgano de poder. De hecho, la URSS se desintegró el 22 de agosto de 1991, después de la abortada intentona golpista que impidió la firma del Tratado sobre la institución de la “Unión de Estados Soberanos”, fijada para el 20 de agosto de 1991. Se nos incrimina el haber provocado la desintegración de la URSS, pero fue una simple transformación del Imperio Soviético en una nueva estructura.

Al firmar el Tratado sobre la institución de la CEI, en primer lugar, facilitamos una desintegración pacífica de la URSS. Al mismo tiempo, impedimos la repetición de las asonadas involucionistas como el fallido golpe de Estado de agosto de 1991 que habría podido acarrear consecuencias absolutamente impredecibles.

En segundo lugar, prevenimos la guerra civil por el reparto de la herencia soviética. Hay quienes aseguran que difícilmente estallara, sin embargo, tenemos el ejemplo de la antigua Yugoslavia. Ahora, por supuesto, es complicado juzgar, pero estoy seguro de que evitamos una situación mucho peor.

En tercer lugar, por primera vez en la Historia universal ciertos Estados, en concreto, Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán, renunciaron a las armas nucleares y aceptaron retirarlas de su territorio. En la actualidad, el mundo vive bajo la constante amenaza de proliferación incontrolada de las tecnologías nucleares y conflictos en torno a los países que desarrollan en secreto proyectos en este campo. El año 1991 marcó el final de la etapa histórica que había empezado el 5 de marzo de 1946 con el discurso de Churchill en Fulton. “Cayó sobre el mundo, dijo, el telón de acero”. Este período terminó el 8 de diciembre de 1991, al firmar nosotros el Tratado de institución de la Comunidad de Estados Independientes.

- Ha mencionado la postura del presidente ucraniano, Leonid Kravchuk. ¿Y qué opinaban los presidentes de Bielorrusia y de Rusia?

El presidente del Soviet Supremo (parlamento) de Bielorrusia, Stanislav Shushquévich, nuestro anfitrión, nos apoyaba en todo. Tampoco intentaba evitar responsabilidades por las decisiones. Como presidente del Soviét Supremo de Bielorrusia había participado en los debates sobre el Tratado de una nueva Unión y se dio cuenta de los fallos, como por ejemplo, aparición de organismos supraestatales o definiciones ambiguas de las potestades. En su opinión, el peligro consistía en la falta de una fórmula de compromiso. En un principio apoyó a Kravchuk en su “no a la Unión”. Yeltsin y yo buscamos maneras de disuadirles, creíamos que no se podía dejar las cosas tal como estaban: todas las Repúblicas habían de solucionar los problemas de supervivencia, tales como escasez de productos alimenticios e hidrocarburos. Queríamos salvar a Rusia, mantener los vínculos económicos con repúblicas federadas.

-Pero seguramente se daban cuenta de que, al crear la CEI, le dejarían al presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, sin país, por muy débil y desequilibrado que era

— Antes de nuestra visita, Boris Yeltsin mantuvo una reunión con Gorbachov, aseverándole que intentaría persuadir al presidente de Ucrania de renunciar a la idea de secesión. Kravchuk, sin embargo, fue muy brusco y dijo no saber quién era Gorbachov. Después del referéndum celebrado el 1 de diciembre no quería oír nada del poder central. De modo que para el 8 de diciembre Gorbachov era el primero en enterarse de que ya no tenía el país que gobernar.

Sus méritos son indiscutibles, pero no supo evitar el derramamiento de sangre en las Repúblicas bálticas. El 17 de marzo de 1991 consintió la celebración de un referéndum cuya agenda fue tan ambigua que Ucrania y Kazajstán tuvieron que convocar sus propias consultas públicas. Cinco de las Repúblicas Soviéticas ni llegaron a participar en dicho referéndum. Gorbachov no pudo prevenir la intentona golpista que aceleró la extinción de la URSS. El 23 de agosto el 1991 decretó la disolución del Partido Comunista de la URSS, y el país que se desmoronó definitivamente.

-Comente la legitimidad del Tratado sobre la creación de la CEI

Aquellas decisiones eran completamente legítimas: la Constitución de la URSS estipulaba la posibilidad de secesión voluntaria de las Repúblicas. Varias horas después de la firma, ratificaron el Tratado los Legislativos de las Repúblicas firmantes. El 2 de diciembre, en Ashjabád se reunieron los líderes de las Repúblicas del Asia Central que acordaron adherirse al Tratado, refrendándolo en la correspondiente declaración. Jurídicamente, las decisiones eran legítimas. Ningún organismo nacional o internacional se opuso a la firma del Tratado por consideraciones éticas.

-¿Cómo evalúa las palabras de Vladimir Putin quien dijo que “el colapso de la Unión Soviética fue la catástrofe geopolítica más grave del siglo XX”?

Insisto en que sin la firma del Tratado habría sido peor. Yo, personalmente, sentí amargura por la desintegración de mi país natal. Pero, sentimientos aparte, debíamos guiarnos por las normas de la lógica. Coincido con Vladimir Putin en que fue una catástrofe. Pero esta catástrofe estaba relacionada con una actitud humillante y criminal del Estado soviético hacia sus ciudadanos. Ahora, 20 años después, deberíamos volver a analizar aquellos acontecimientos y tratar de entender, por qué en los manuales de historia de casi todas las antiguas Repúblicas se suele referir a la época soviética como al “período de dependencia colonial”.

-¿Qué visión tiene de la Unión Euroasiática y de la creación de un espacio económico único entre Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Kazajstán?

Apoyo todos los esfuerzos de integración emprendidos por Vladimir Putin, porque responden tanto al espíritu como con al contenido del Tratado de 1991. Merece la pena recordar, no obstante, que las nuevas formas de integración serán fructíferas siempre y cuando tengan por norte la idea del desarrollo conjunto. Formar alianzas dirigidas contra terceros países nunca ha tenido éxito.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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