El fundamentalismo no es sinónimo de Islam

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En Túnez ganaron los fundamentalistas islámicos: hasta el 40% de los votos emitidos pertenecen al Partido En Nahda, liderado por Rashid Al-Ghannouchi, quien tuvo que pasar 22 años en el exilio, debido a sus ideas religiosas radicales.

En Túnez ganaron los fundamentalistas islámicos: hasta el 40% de los votos emitidos pertenecen al Partido En Nahda, liderado por Rashid Al-Ghannouchi, quien tuvo que pasar 22 años en el exilio, debido a sus ideas religiosas radicales.

La vecina Libia fue proclamada por los nuevos dirigentes un Estado de la Sharia. Y es muy probable que su ejemplo sea seguido por Yemen.

Esta situación no tardará en afectar a Rusia. Las revoluciones en Oriente Próximo recuerdan cada vez más a la Revolución Islámica en Irán de 1978-1979, tras la cual en Teherán  llegaron al poder los fundamentalistas islámicos. En aquella época, a finales de los 70 del siglo pasado, el Comité para la Seguridad Estatal (el KGB) acabó preocupándose en serio. A pesar de que la URSS parecía inquebrantable con las fronteras cerradas a cal y canto y una falta de contacto casi completa de los musulmanes soviéticos con los del exterior, la Historia demostró que los servicios secretos tenían motivos para inquietarse.
 
¿De vuelta a la Edad Media?

Era un asunto de ideología: Irán no llegó a ser mucho más atractivo para los habitantes de las no demasiado prósperas Repúblicas soviéticas y post soviéticas (aunque tengo algunos libros de memorias de nacionales estadounidenses, quienes cruzaron en 1990 la frontera entre la URSS e Irán y observaron que allí se vivía considerablemente mejor que, (dado que los fundamentalistas mantuvieron la economía de mercado). El atractivo estaba precisamente en la idea del “Islam puro”, del retorno a los ideales de la primera comunidad musulmana, la del profeta Muhammad que se iba apoderando de las masas tanto en el Cáucaso como en Asia Central.

Es curioso que el líder de los fundamentalistas islámicos de Túnez, Rashid Al-Ghannouchi, no prometa a sus partidarios una vida austera como en Irán, sino la prosperidad de la Turquía laica. Algo como una combinación fructífera de la democracia y economía innovadora con las normas del comportamiento establecidas por el Islam. El éxito de estas promesas y el mismo hecho de ganar Al-Ghannouchi en un Túnez laico deberían hacer que los partidarios de una visión simplista del movimiento del fundamentalismo islámico que insisten en que se trata únicamente de un descabellado intento de volver a la Edad Media, cuestionen la condición retrógrada y poco sensata de sus “adversarios ideológicos”. ¿No será el fundamentalismo una secuela natural de la vida moderna?

Nacido en Estados Unidos, crecido en Oriente

Merece la pena recordar que el término de “fundamentalismo” no apareció en el Oriente islámico, sino en el sitio más “progresista” del mundo occidental, en la Universidad de Princeton de Estados Unidos a finales del siglo XIX. Se empezó a llamar “fundamentalistas” a los teólogos protestantes que exigían el retorno a una lectura literal de la Biblia y se pronunciaban en contra de las tendencias “modernistas” en la interpretación de sus textos.

Al salir del recinto de la Universidad, el movimiento fundamentalista se expandió a gran velocidad. Los fundamentalistas cristianos insistían en la infalibilidad de las verdades bíblicas, en la procedencia y resurrección divina de Cristo, en la autenticidad histórica de sus milagros y se empeñaban en un riguroso cumplimiento de los cánones del Nuevo Testamento y de parte del Antiguo Testamento.

El fundamentalismo cristiano es muy fuerte en EEUU también nuestros días. En los últimos años se percibe esta tendencia en Rusia, sólo que es fundamentalismo ortodoxo, y en muchos países europeos.

Sin embargo, un desarrollo verdaderamente explosivo el fundamentalismo lo recibió en el mundo islámico. En un principio, no es de sorprender, dado que una época desalmada, en la que en personas humanas se hacían monstruosos experimentos con cámaras de gas y sustancias radioactivas, cuando seres vivos, incluidos los humanos, se conciben in vitro, cuando se desmoronan las familias y se rompen los vínculos de parentesco y amistad, parece lógico el deseo de querer apoyarse en ciertas verdades inquebrantables.

Instrucciones a seguir

El problema del fundamentalismo y no sólo del fundamentalismo islámico consiste en una característica muy moderna, su falta de percepción literaria, es decir, en la incapacidad de ver en las escrituras sagradas metáforas y no “instrucciones a seguir”. El intento de aplicar a la vida moderna los postulados religiosos que tenían un profundo sentido en el siglo VII puede acarrear consecuencias cómicas, cuando no trágicas, aunque en el siglo VII, al escribirse el Corán, dicho postulado fuera bien sensato y ético.

Veamos, por ejemplo, el grave problema del mundo actual, la infidelidad conyugal y la desintegración de la familia. ¿Existe algún remedio? En las secciones de la literatura islámica de las librerías rusas aparecen numerosos tratados con “indicaciones a seguir”, que explican a las mujeres porqué es pecado mirar a un hombre de cintura para abajo y asocian las bodas y los divorcios a la secuencia de períodos de una mujer… Incluso la poligamia, permitida en su momento por Mahoma después de la desastrosa para los musulmanes batalla de Uhud (año 625), para poder salvar a las viudas y huérfanos desamparados, es introducida por el actual Gobierno de Libia como símbolo de la liberación del régimen de  Gaddafi y del retorno a un “Islam puro”.

Los detalles de las ofensas ocurridas a lo largo de la Historia hacen que los islamistas se olviden de lo más importante, del espíritu del Corán que es humano y poético, que impide forzar a uno en la fe y condena el homicidio entre musulmanes, condenándolos al infierno.

Para un gran reto, una gran respuest

Hablando del conflicto árabe-israelí, nadie se acuerda de que todo Corán está repleto de las menciones de la Biblia e ilustra el postulado de “esta Escritura fue mandada para dar fe de lo que había sido mandado antes”. Tampoco se suele hablar de que los nombres de las principales figuras coinciden (Suleiman – Salomón, Daud – David, Musa – Moisés, Ibrahim – Abraham), con la única y escasa excepción de Isa – Jesús. Y la costumbre de la poligamia, es decir, la obligación de un hombre de tomar por esposa a la mujer de su hermano muerto o fallecido también la tenían los antiguos judíos y así lo establece el Antiguo Testamento. En nuestros días esta costumbre, por lo visto, es reemplazada por el apoyo moral y económico, ofrecido a la viuda.

Los profundos vínculos que atan al Judaísmo, a la Cristiandad y al Islam podrían convertirse en una de las bases literarias para un bonito mundo del siglo XXI. Pero la actual civilización consumista prefiere “indicaciones a seguir” que, en vez de unir, separan.

El gran reto que constituye en nuestros días el fundamentalismo, sea musulmán, cristiano, judaico, hinduista u otro, ha de encontrar una respuesta no menos grande. Y no la hay ni en Rusia ni en Occidente. Lo único que hay son llamamientos agresivos de dejar todo tal como estaba, de no mezclar la vida y la fe o incluso de marcharse lo más lejos posible.

En la URSS esta fórmula no funcionó. Después de la Revolución Iraní de 1979, el KGB no estaba cruzado de brazos, sino que avisaba a los dirigentes, pero no se pudo refrenar el arraigo y un intenso crecimiento del fundamentalismo en el espacio soviético y luego post soviético.

Y no era solamente por falta de informadores o por la crisis de la economía nacional: se falló en ofrecer una alternativa espiritual. Apenas lo podría ser la veneración de los jefes o la sumisión a las órdenes recibidas desde arriba, los supuestos pilares de la civilización ortodoxo-islámica. Es verdad que la palabra “Islam” quiere decir “sumisión”, pero no este tipo de sumisión. Ni la religión ortodoxa quiere este tipo de amor, no el por tus dirigentes, sino por el prójimo.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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