Barack Obama sigue los pasos de Roosevelt

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El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, interviniendo el pasado lunes ante la Comisión del Congreso compuesta por representantes de las dos Cámaras, formuló una propuesta de plan de acciones encaminadas a reducir el déficit del presupuesto y luchar contra el paro.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, interviniendo el pasado lunes ante la Comisión del Congreso compuesta por representantes de las dos Cámaras, formuló una propuesta de plan de acciones encaminadas a reducir el déficit del presupuesto y luchar contra el paro.

Este plan permitirá al país ahorrar en los próximos 10 años cerca de 3 billones de dólares; otros 1.5 billones de dólares el presidente Obama tiene planeado recaudar mediante la realización de una reforma tributaria.

Las autoridades norteamericanas necesitan estos fondos para estimular la economía nacional: el presidente presentó el proyecto de un programa grandioso que prevé la construcción de carreteras, puentes, reconstrucción de aeropuertos y otros objetos de la infraestructura.
 
Siguiendo el camino de Roosvelt

El actual presidente de Estados Unidos está siguiendo el camino trazado por su gran antecesor Franklin Delano Roosevelt quien consiguió en los años 30 del siglo pasado arrancar la economía estadounidense de las garras de la Gran Depresión, iniciando grandiosas obras de construcción.

El pasado 8 de septiembre Obama hizo público y el pasado 13 de septiembre, presentó a consideración del Congreso un proyecto de ley sobre la lucha contra el paro, el apoyo a la pequeña empresa y la estimulación de la economía nacional.

El documento estipula gastos equivalentes a 447.000 millones de dólares. Entre otras medidas, se prevé una reducción de la carga tributaria y la asignación de 65.000 millones de dólares para apoyar a la pequeña empresa y crear nuevos puestos de trabajo. Otros 49.000 millones de dólares se destinarán a las prestaciones por desempleo.

Sin embargo, la mayor repercusión obtuvo el punto del programa que prevé la inversión de unos 50.000 millones de dólares en grandioso desarrollo de la infraestructura: a lo largo de 6 años se planea construir miles de kilómetros de autopistas y vías ferroviarias, modernizar y reconstruir cientos de kilómetros de pistas de despegue y aterrizaje, aparte de estaciones de trenes, oficinas de controladores aéreos, escuelas y otros objetos.

Las medidas anti-crisis, propuestas por Obama tienen un claro parecido con el Programa de Roosevelt, The New Deal de 1933, que apostó por la estimulación de la economía a través del aumento del gasto público. Las inversiones se realizaron en la construcción de carreteras, puentes y aeropuertos que ofrecieron puestos de trabajo a miles de parados.

Sin embargo, Obama no es el primer presidente que intenta aprovechar los remedios ideados por Roosevelt. “Otros presidentes de Estados Unidos en más de una ocasión han recurrido a estos métodos de reanimación de la economía”, cuenta la Directora del Centro de estudios macroeconómicos del Fondo BDO Yunikón, Elena Matrosova.

Así, Reagan apostó por el desarrollo de la industria de construcción de maquinaria, George Bush padre, la agricultura, había quienes creaban un foco de guerra para elevar la demanda para la producción del complejo militar”, prosigue.

Como bien se sabe, la demanda solvente es el principal motor del desarrollo económico y, según explicó Elena Matrósova, ya no parece posible estimularla mediante créditos al consumo. Por lo tanto, hay que crear nuevos puestos de trabajo. No es casual que el Programa del presidente Obama se centre en la infraestructura: con la economía estancada otros sectores simplemente son incapaces de hacer de locomotora. Y además el desarrollo de la infraestructura nunca ha dejado de ser responsabilidad del Estado.
 
Quitar y repartir

Una pregunta importante es ¿dónde conseguir fondos para la realización de este ambicioso programa? El presidente Obama manifestó en su intervención ante el Congreso lo siguiente “El Congreso ha de aprobar inmediatamente el proyecto de Ley sobre la lucha contra el desempleo y estoy dispuesto a firmarlo ahora mismo. Sin embargo, el Congreso debe de estar seguro de aprobar un proyecto de Ley que dispondrá de fondos para su realización”.

Por otra parte, el gasto público de Estados Unidos ya es muy alto y “ni siquiera EEUU puede permitirse seguirlo elevando a costa del déficit presupuestario y de la deuda pública”, señaló en su entrevista a RIA “Novosti” el Director del centro de estudios de la sociedad postindustrial, Vladislav Inozémtsev. La deuda pública de Estados Unidos que superó la cifra de 15 billones de dólares fue razón de la reconsideración del ranking crediticio de EEUU por la agencia calificadora Standard & Poor´s.

El presidente Obama manifestó, sin embargo, que la Ley sobre la lucha contra el desempleo no elevará más la deuda pública del país. ¿Cómo se podría conseguirlo? Habría que recortar en primer lugar los gastos públicos de escasa eficiencia, por ejemplo, reduciendo la presencia militar estadounidense en Afganistán e Irak.

Renunciando a gastos innecesarios, Obama pretende ahorrar más de 3 billones de dólares. Otros 1.5 billones se planea conseguir como resultado de la realización de la reforma tributaria: la Casa Blanca ya ha anunciado la aplicación llamada “regla Buffett”, proyecto de Ley que aumentará la carga tributaria para aquellos ciudadanos, cuyos ingresos anuales superen 1.000.000 de dólares.

No es casual que dicho proyecto de Ley esté bautizado de manera informal con el nombre del famoso especulador financiero. Fue precisamente Warren Buffett quien se fijó en el curioso dato de que a la gente rica se le aplica un impuesto más bajo que a las personas menos adineradas. Ocurre que, de acuerdo con la legislación vigente, en Estados Unidos la renta procedente de inversiones es sujeta al pago de impuestos más bajos que los sueldos. La “regla Buffett” ha de eliminar esta injusticia, afectando, al mismo tiempo a menos de 450.000 personas, es decir, tan sólo 0.35% de los contribuyentes.

Vladislav Inozémtsev califica de una medida lógica la decisión de aumentar la tasa del impuesto para los ciudadanos más acaudalados. No obstante, este paso seguramente provocará el descontento de la parte más influyente de los electores, lo que hará que se disminuyan las posibilidades de que Barack Obama sea elegido para el segundo mandato.
 
Una guerra como medida de reanimación económica

Parece que las perspectivas electorales no son el único punto débil del plan de Obama. Podría ocurrir que a principios del siglo XXI los proyectos del desarrollo de la infraestructura no resulten un remedio tan eficiente contra el desempleo como lo fueron en los años 30 del siglo pasado. “Gracias a las tecnologías existentes en el siglo XXI para la construcción de autopistas y puentes, a diferencia de la época de la Gran Depresión, ya no se necesita el trabajo de decenas de miles de personas”, explica Vladislav Inozémtsev.

Algunos economistas incluso aseguran que el papel de Roosevelt en la salida del país de la Gran Depresión es sobrevaluada. “La política aplicada por Roosevelt, por supuesto, ayudó a superar la Gran Depresión, pero Estados Unidos acabó superando del todo la crisis gracias a que se dispararan los gastos militares en la Segunda Guerra Mundial”, cree el Director del Instituto de estudios de los problemas de la globalización, Mijaíl Deliáguin. Los gastos para la campaña bélica y la movilización de la población masculina resultaron ser una medida más eficaz en la lucha contra el desempleo y un catalizador más potente del desarrollo económico que las grandiosas obras de construcción. Entre 1939 y 1944 el PIB de Estados Unidos llegó más que a duplicarse, creciendo de 99.700 millones de dólares a 210.000 millones y las tasas de desempleo en tan sólo 3 años se redujeron del 14% al 2%. A modo de comparación, The New Deal de Roosevelt consiguió que bajaran del 16% a principios de los años 30 al 14% a principios de los 40.
Un problema mucho más serio, en opinión del Director del Instituto de estudios de la globalización y de los movimientos sociales, Boris Kagarlitski, consiste en que cambios de la política económica inevitablemente rompen el equilibrio entre los grupos sociales y a menudo llevan al cambio de los líderes.

“Los cambios estructurales de los años 1935-1945 cambiaron la estructura del poder y de los intereses predominantes en todo el mundo, los portadores de estos nuevos intereses no tardaron en enfrentarse entre sí”, explica Kagarlitski. El apogeo de la lucha, asegura, fue la Segunda Guerra Mundial.

El programa de medidas anti-crisis propuesto por Barack Obama supone una redistribución de papeles entre los centros más influyentes del país: la cúpula financiera y el sector real. “Dará una señal a los especuladores financieros de que en adelante gozará de prioridad el sector real de la economía”, opina Elena Matrósova.
 
Dos depresiones

Obviamente será muy complicado entrar dos veces en el mismo río, es decir, salir de la crisis dos veces, recurriendo a los mismos métodos. Entre otras cosas, por ser la situación actual radicalmente distinta de la que se vivía en los años 20-30 del siglo pasado.

El economista británico John Keynes suponía que el motivo de la Gran Depresión era falta de masa dineraria. En estos momentos, gracias a las políticas anti-crisis aplicadas por los Estados, en el mercado hay un exceso de liquidez, pero estos capitales no se destinan al desarrollo de la economía.

“Los inversores están confundidos y se ven incapaces de encontrar herramientas eficaces para invertir sus capitales”, señala Vladislav Inozémtsev. Los Gobiernos habrían de plantearse las maneras de incentivar el aumento de las actividades inversionistas.

En calidad de una posible solución del problema el experto señala el cambio de la actitud de las autoridades hacia el problema de la inflación considerada un freno del desarrollo económico. “Los empresarios deben entender que en la actualidad no es rentable ahorrar, hay que gastar, hay que comprar, hay que invertir, dice Inozémtsev. – Creo que en condiciones de una inflación baja será casi imposible conseguirlo”, concluye.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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