El extraño asesinato del comandante en jefe de las ejecito revolucionario libio, el general Abdul Fatah Yunis el pasado 28 de julio, ha causado gran revuelo entre las filas insurgentes y también en muchas capitales europeas porque semejantes acontecimientos, entorpecen los planes para derrocar al líder libio Maumar Gadafi, en condiciones cuando queda poco para que expire la resolución de la ONU que autorizó el empleo de la fuerza en el país africano.
Yunis formó parte de la camarilla de oficiales militares que derrocaron al rey Idris I de Libia en 1969, bajo las órdenes del talentoso e impulsivo coronel Gadafi, que tras convertirse en hermano y líder de los militares insurrectos, estableció en el país africano, una tercera opción al capitalismo y al socialismo, la Jamahiriya o poder de las masas en Libia.
Durante los años de servicio bajo las órdenes de Gadafi, Yunis fue ascendido a general y ocupó importantes cargos en el gobierno como ministro del Interior. Y si se tiene en cuenta que para Gadafi los enemigos internos eran más peligrosos que los del exterior, su nombramiento fue catalogado como un reconocimiento de confianza absoluta de Gadafi a su compañero de lucha.
En la jerarquía del poder, Yunis era considerado el numero dos en Libia, incluso por encima de los hijos de Gadafi y, talvez por esa razón, Gadafi confió a Yunis la misión crucial de sofocar a toda costa el levantamiento surgido el pasado mes de febrero en Bengasi, donde nació la revolución libia para suplantar la Jamahiriya por una democracia occidental.
Gadafi entregó a Yunis unidades de élite del ejército libio y de antemano, contó con el triunfo porque el general, oriundo de Bengasi, conocedor de la situación y los ánimos de la élite local era el candidato ideal para defender su régimen.
Pero para Gadafi las cosas cambiaron inesperadamente, una vez en Bengasi, Yunis rehusó a cumplir sus órdenes de castigar a los sublevados y anunció su paso a la oposición reconociendo las principales reivindicaciones de la revolución: derrocar a Gadafi e implantar un nuevo gobierno con amplia representación de las provincias.
Semejante viraje desató la ira de Gadafi, que inmediatamente ofreció una recompensa de 4 millones de dólares por la cabeza del traidor. Pero Yunis no se preocupó mucho de las amenazas en Trípoli y en calidad de nuevo líder de la oposición empezó una intensa lucha intestina para consolidar su influencia entre las huestes revolucionarias en Bengasi, bastión reconocido de las fuerzas de la oposición.
Aprovechando su influencia en los clanes claves en Bengasi, con intrigas y luchas palaciegas, Yunis logró desplazar al entonces jefe de las tropas revolucionarias al mando de Jalif Belkasim Jaftar.
Jaftar también formó parte de los oficiales que participaron en el derrocamiento del Rey Idris y dedicado a los asuntos militares, fue uno de los generales más influyentes en las Fuerzas Armadas en las guerras que desató Gadafi contra países vecinos.
Tras la derrota de las tropas libias en la guerra con Chad en 1987, Jaftar acusado como el responsable de esa vergonzosa campaña, dimitió a todos sus cargos y emigró a Estado Unidos, para volver a Libia, 23 años después con el inicio de la revolución.
Pero Yunis logró desplazarlo entre otras cosas denunciado la supuesta vinculación de Jaftar con la CIA, y en pocos meses, logró asumir el mando de las tropas revolucionarias con el fin de crear con milicianos y voluntarios un ejercito regular disciplinado para hacer frente a las tropas de Gadafi superiores en organización y armamento.
El objetivo era organizar la toma de la mayor cantidad posible de poblaciones y ciudades clave hasta marchar a Trípoli para someter al mismo Gadafi pero, pero en el frente oriental, las cosas cada vez salían de mal en peor.
Si antes, cuando no había ayuda extranjera, y tampoco jefes militares como Yunis y Jaftar los rebeldes de Bengasi lograron ocupar varias poblaciones, ahora han perdido todas esas posiciones y con gran dificultad controlan la ciudad asediada por las tropas de Gadafi.
Gracias a los bombardeos de la OTAN se mantiene la línea del frente entre Adyadabi y Brega que es el objetivo más importante de la ofensiva de los revolucionarios ya que una vez tomada Brega, prácticamente no habrá obstáculos para emprender la toma de Trípoli y con ella la victoria.
Pero la ofensiva contra Brega a mediados de junio bajo el mando de Yunis fue un rotundo fracaso, las tropas rebeldes sufrieron grandes pérdidas y quedaron desmoralizadas. Los campos minados fueron una fatal sorpresa para las tropas de la oposición a pesar de los esfuerzos de los cazas de la OTAN y las misiones de reconocimiento de inteligencia militar rebelde.
Al analizar las causas de la derrota, los rebeldes indicaron las minas, el “poco trabajo de la OTAN” y la falta de armamento y posteriormente, circularon rumores desde espías que pasaron información sobre sus planes, hasta la existencia de saboteadores en las filas rebeldes.
La sospecha creció más con declaraciones hechas por la hija de Gadafi cuando afirmó que a pesar de estar combatiendo al lado de la oposición, Yunis seguia siendo fiel a Trípoli, recordando que los rebeldes no habían tenido ninguna victoria recientemente.
Bengasi rechazó categórico esas declaraciones denunciando que Gadafi y su entorno querían sembrar la discordia entre las filas opositoras con mentiras y difamación, pero otros pusieron más atención a las declaraciones hechas desde Trípoli.
Sobre todo porque las tropas rebeldes en Misurat y la región de las Montañas Occidentales que no cumplen las ordenes de Yunis han logrado mayores resultados exitosos en el frente occidental.
Los líderes locales han demostrado su capacidad de combate expulsando las tropas de Gadafi de Misurat y cada día es más seguro el avance de las tropas rebeldes en la Montañas Occidentales.
Así la situación en Bengasi donde llega toda la ayuda internacional como bastión de las fuerzas revolucionarias obligó a las autoridades hacer una seria reflexión y posiblemente eso formó parte de los acontecimientos que concluyeron con el asesinato de Yunis.
Desde el comienzo, la información fue imprecisa y contradictoria. Primero se informó sobre arresto de Yunis, noticia que fue refutada personalmente por el general, y posteriormente se reveló sobre el regreso de Yunis a Bengasi para informar al Consejo Nacional de Transición (CNT) sobre la marcha de las operaciones en el frente.
El líder del CNT, Mustafá Abdul Jalil confirmo que el general había sido citado a Bengasi y que en el camino a la ciudad junto con otros dos coroneles fue asesinado por gente de Trípoli y que sus cadáveres desaparecieron.
Una historia que nadie creyó, más que todo por la extraña conducta de Jalil que rehusó a responder a las preguntas de la prensa, abandonando con urgencia la conferencia de prensa.
En las calles de Bengasi hay mucha tensión por manifestaciones de representantes de la tribu de Yunis que con armas en las manos piden venganza por la muerte de su paisano.
Expertos rusos suponen que posiblemente el CNT quiso interrogar a general, pero este rehusó por lo que fue arrestado. Durante el regreso pudo surgir un conflicto a consecuencia del cual Yunis pudo resultar muerto.
Concientes del problema, los hombres del CNT intentaron incinerar el cadáver del general pero fueron sorprendidos por gente de Yunis, y de esta manera la oposición en Bengasi quedó dividida.
En la noche del 29 de julio tuvo lugar un encuentro entre el CNT y representantes de la tribu Obeidí a la que pertenecía el general que decidió declarar a Yunis héroe de la revolución libia al ser víctima del régimen de Gadafi.
Ahora queda pendiente quien será el nuevo jefe de las tropas revolucionarias libias aunque muchos consideran que será Jaftar a pesar de su pasado, y su desafortunada experiencia militar en la perdida guerra con Chad.
Otros más prudentes afirman que para el mando de las tropas el candidato puede ser cualquier libio con agallas y en ningún momento, hombres con antecendentes de lealtad a Gadafi. Por si las moscas.
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