Alarma de “pepinos españoles” causa estragos en Europa

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La “teoría de la conspiración” contra las hortalizas españolas en particular y europeas en general, es consecuencia directa de los defectos de la política agraria en la Unión Europea.

La “teoría de la conspiración” contra las hortalizas españolas en particular y europeas en general, es consecuencia directa de los defectos de la política agraria en la Unión Europea.

Sin embargo, independientemente de si alguien se empeña en desacreditar los productos agrarios procedentes de Europa para favorecer los propios, pueden verse afectados los productores de todo el mundo, ya que se reducirá la demanda de hortalizas frescas.

¿Una conspiración?

A los “sospechosos” los pepinos españoles, que recientemente ya fueron rehabilitados, fueron  considerados responsables de numerosos males en Europa.

Los alemanes, como siempre tan metódicos se apresuraron a acusar los productores españoles sin disponer siquiera de pruebas, que hay quien se ha apresurado a formular una “teoría de la conspiración contra las hortalizas procedentes de la Península Ibérica y sus productores”.

Ocurre que la historia conoce muchos casos de juego sucio: hace algunos años Estados Unidos prohibió las importaciones de uvas peruanas por haberse supuestamente detectado en ellas partículas de cianuro.

Los productores de uvas peruanos se vieron al borde del colapso y posteriormente resultó que había sido una maniobra de la competencia.

Por otra parte, “el asunto de los pepinos” no parece ser del mismo tipo: en Europa no se suele recurrir a estos métodos para hundir a los rivales. Sin embargo, el problema no deja de ser por ello menos acuciante.

En la UE el tema de la agricultura no deja de provocar dolor de cabeza. La Política Agraria Común consume más de la mitad del presupuesto comunitario, los fondos se destinan a las subvenciones de los granjeros que producen demasiado, compensaciones de las diferencias entre los precios del mercado y los costos productivos, subvenciones por el uso de determinados abonos y la no aplicación de otros, al almacenamiento de montañas de productos alimenticios, etc.

“La crisis de las hortalizas” es simplemente otra muestra de los defectos del sistema que deja vislumbrar el malestar crónico de todo el organismo.
 
Madrid toreará a Bruselas

De acuerdo con los cálculos hechos por España, desde el pasado 21 de mayo, día de la primera muerte por el virus E-Coli, los productores españoles empezaron a perder 200 millones de euros a la semana, lo que podría traducirse en la pérdida de 70.000 puestos de trabajo. No es poco para un país con una tasa de desempleo del 21% que sigue arrastrando las consecuencias de la crisis económica y financiera.

Antes de que lo hiciera Rusia, las importaciones de hortalizas españolas fueron prohibidas por Dinamarca, República Checa, Luxemburgo, Hungría, Suecia y Bélgica. Las autoridades sanitarias de Alemania recomendaron a la población no consumir hortalizas españolas, lo que constituye, de hecho, una prohibición.

En España la agricultura supone el 15% del PIB, generando anualmente 300.000 puestos de trabajo. Al año se producen unos 16 millones de toneladas de hortalizas, más de la mitad de las cuales se exporta a los países europeos. Y después de la funesta noticia los volúmenes de ventas cayeron de las habituales 70.000 toneladas hasta unas míseras 2.000 toneladas, paralizándose todo el sector de las exportaciones de frutas y verduras.

Es de entender que el país ibérico esté indignado por las acusaciones de Alemania.

El vicepresidente del Gobierno español, Alfredo Pérez Rubalcaba, manifestó que España está considerando la posibilidad de emprender acciones legales contra las autoridades de Bonn para que a los granjeros les sean reparados todos los daños. La Unión Europea está considerando en estos momentos una posible indemnización a la parte española, hecho que permitiría al menos evitar una querella a nivel de Gobiernos. Las asociaciones sectoriales de productores españoles ya manifestaron que con o sin ayuda del Gobierno nacional emprenderán acciones legales contra los alemanes y conseguirán el pago de indemnizaciones.
 
La dieta a base de verduras ya no está de moda

La rehabilitación de los pepinos, sin embargo, no ha acabado ni mucho menos con las desgracias de los productores españoles ni con las de los agricultores europeos en general.

En la Europa Unida ha habido “guerras alimentarias de todo tipo”: de lácteos y carne de vaca, de salchichas y de bacalao, de vino y de tomate, de uvas y de queso.

En Estados Unidos ha habido combates plataneros y todavía no ha agotado su potencial el enfrentamiento relacionado con las importaciones de EEUU de productos genéticamente modificados. Rusia había prohibido las importaciones de carne de cerdo y de flores procedentes de Europa.

El Servicio Estatal de Control Sanitario de Rusia cerró las fronteras del país a las verduras procedentes de toda Europa, según informó el pasado 2 de junio su jefe, Guennadi Onischenko.

Lo más importante es que casos como el de los pepinos españoles suelen tener unas secuelas duraderas: en cualquier parte del mundo habrá consumidores que durante mucho tiempo seguirán evitando pepinos, lechugas, tomates y demás hortalizas españolas.

Y de paso reducirán el consumo de otros productos provenientes de España. Y hasta que la fuente de la infección sea detectada, cosa que podría también no pasar nunca, los europeos comprarán menos verduras y los agricultores seguirán perdiendo dinero.

La bacteria E-coli, abreviatura de Escherichia Coli, que es en realidad bastante extendida e inofensiva, está presente casi siempre en el tracto gastrointestinal de los animales y de los humanos. Lo que presenta peligro es su cepa patógena Shiga Toxin, responsable de las muertes en Europa.

La epidemia de la bacteria que está teniendo lugar en Europa en estos momentos no es el primer caso de contagio masivo. Los científicos, sin embargo, están sorprendidos por su dimensión. Nunca antes se habían registrado semejantes tasas de mortalidad. El brote más serio hasta este momento se registró en Japón en 1993, cuando 12.000 personas se intoxicaron y 12 murieron. En 1996, en Reino Unido hubo 217 casos de intoxicación y 11 víctimas mortales. En Canadá en 2000 murieron 7 personas y en Estados Unidos, en 1993, 4.

“En la historia de la sanidad nunca ha habido un brote tan fuerte de esta enfermedad”, señala el experto en intoxicaciones alimenticias del Centro de Control de Enfermedades de EEUU, Robert Tauxe. Los médicos señalan que es muy fácil evitar el contagio: hay que lavar muy bien las hortalizas y las manos.

El pánico por problemas relacionados con el consumo de alimentos es un fenómeno bastante extendido incluso en el siglo XXI: basta con acordarse del terremoto ocurrido en Japón la pasada primavera y el accidente en la central nuclear de Fukushima.

Las importaciones de pescado y otros productos alimenticios de Japón fueron prohibidas por Rusia, Estados Unidos, Australia, la India, Singapur, Hong Kong y muchos países las suspendieron parcialmente.

Durante casi 10 años, hasta 2006, se mantuvo la prohibición de importar carne de vaca del Reino Unido, que se debía a un brote del “mal de las vacas locas”.

En 2004, la UE cerró sus fronteras a la carne de pollo procedente de Tailandia a causa de una epidemia de “gripe aviar”. En 2008, estaban prohibidas las importaciones de carne de cerdo de Irlanda, por estar contaminada con dioxinas. En 2008, Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia prohibieron las importaciones de leche china, por contener melamina.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI.

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