El tren blindado de Kim Jong il simboliza el estancamiento de Corea del Norte

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El pasado miércoles, tras finalizar su viaje por ciudades del Sur de China, el líder de Corea del Norte, Kim Chong Il, viajó a Pekín como siempre en su tren blindado.

El pasado miércoles, tras finalizar su viaje por ciudades del Sur de China, el líder de Corea del Norte, Kim Chong Il, viajó a Pekín como siempre en su tren blindado.

En realidad, habría que dejar de sonreír ante el escaso interés de Kim Chong Il por los viajes en avión y su afición a desplazarse en un tren con cristales a prueba de balas.

Por las calles de Moscú circulan muchos coches acondicionados para defender a sus pasajeros de atentados.

Según historiadores militares, los trenes blindados se usaron masivamente por última vez precisamente en China después de la Revolución de 1911, debido a que los antiguos comandantes de los distritos se dedicaban a ajustarse las cuentas mutuamente.

Algunos de esos trenes eran de fabricación rusa, es decir, en un momento dado cruzaron la frontera con China y encontraron nuevos dueños. Sin embargo, aquellos “acorazados terrestres” poco tenían que ver con el medio de transporte predilecto de Kim Chong Il.

Y su tren blindado, además es el símbolo de las particularidades de Corea del Norte como sociedad, como Estado y como actor de la política internacional.
 
Negociaciones a celebrar

¿Para qué este señor, cuya salud y bienestar político no dejan de provocar rumores, viajó a Pekín? Ha viajado para mantener conversaciones con el líder chino, Hu Jintao sobre su posible sucesor Xi Jinping.

 No es nada difícil acertar con el tema de las negociaciones: se trata de la intensa atención que la diplomacia mundial le está prestando a Corea del Norte.

El pasado mayo hubo viarias e inequívocas muestras de esta atención: en la ONU se presentó un informe sobre la supuesta cooperación de Corea del Norte con Irán en la esfera de la creación de misiles balísticos.

Posteriormente, estos datos fueron desmentidos en numerosas ocasiones. Esta tendencia ya está empezando a fastidiar  a todo el mundo: cada vez que EEUU se dan cuenta de que no tienen elaborada ninguna línea política respecto a Corea del Norte, empiezan a llover descubrimientos como el anteriormente mencionado. Pocos se molestan en darles crédito.

El pasado 19 de mayo, el Jefe del Servicio de Inteligencia de Rusia, Mijail Fradkov, visitó Pyongyang para abordar los suministros de trigo y la ejecución de proyectos conjuntos, y también discutió asuntos nucleares.

Otro acontecimiento clave fue el encuentro de los líderes de China, Japón y Corea del Sur, celebrado en Tokio, donde también se habló de la posibilidad de mantener las relaciones con Pyongyang.

Y la víspera de la Cumbre Corea del Norte recibió de Seúl la invitación de participar en una “cumbre nuclear” que se celebrará en Corea del Sur el año que viene.

Merece la pena señalar que 2010 fue marcado para las relaciones intercoreanas por el misterioso hundimiento de la corbeta surcoreana “Cheonan” y los ataques de artillería de un pueblo surcoreano por los vecinos del norte.

El pasado mes de febrero los países celebraron negociaciones bilaterales en materia militar que, al parecer, no dieron resultado aparente. Sin embargo, desde entonces no se ha producido ningún incidente. Corea del Norte lo único que manifiesta es que no va a tratar más con el actual líder surcoreano y esperará a que cambie en 2012.

La invitación formulada a Pyongyang no carece de ciertas condiciones, por ejemplo, la de disculparse por lo menos por los ataques de artillería. Y el resto de los asuntos se abordarán durante las negociaciones, es que el “problema de las Coreas” recuerda muchísimo al “problema del Oriente Próximo” y precisa de una paciencia inagotable.

Entre el inmovilismo y la revolución

Es evidente que, igual que antes, Pekín desempeña un papel muy importante en las actividades diplomáticas en torno a la Península Coreana y lo confirma la vista de Kim Chong Il a China.

 Y uno se pregunta inevitablemente de si es ético para China, desde el punto de vista diplomático y filosófico, estar de parte de Corea del Norte, a pesar de que los líderes chinos estén constantemente molestos por la conducta irracional Pyongyang.

En los 90 muchos creían que el régimen norcoreano, parecido en mucho a una réplica del estalinismo tardío, era un anacronismo tan manifiesto que no había nada que discutir, sino que había que derrocarlo sin más. Y los rumores sobre hambre en Corea del Norte circulaban con tanta frecuencia, que de haber sido así, el país ya habría quedado desierto.

En la actualidad, sin embargo, no es tan fácil formular la postura más correcta: en los últimos 10 años ha habido demasiados ejemplos de los resultados que puede dar la política de guerra e incitación a las revoluciones. Para no remover la historia de Irak o Afganistán, se podría fijarse en los casos de Libia, con su régimen también casi anormal, y Egipto.

“The Washington Post” publicó uno de estos días ”el gracioso dato” de que los rebeldes libaneses, tras haber ocupado la ciudad de Bengasi, lo primero que hicieron, fue atracar un banco.

Estuvieron un largo rato forzando las cajas fuertes al son de “es nuestro dinero” y se llevaron cerca de 500.000 millones de dólares. Sí, las cosas como son, no hay revolución que no vaya de la mano sin atracos ni asesinatos.

 Stalin (y no sólo él) empezó con eso. Cuenta en su libro un historiador ruso que los decembristas, la flor y nata de la aristocracia rusa, que pensaron derrocar al zar en diciembre de 1825, financiaban sus actividades con sustracciones de fondos, destinados a comprar uniformes para soldados rasos.
Y en cuanto a Egipto, corresponsales del mismo “The Washington Post” decidieron averiguar qué tal se sentían los egipcios de a pie de la ciudad de Kafr-el-Meselha, pueblo natal del ex presidente del país, Hosni Mubarak, liberados del yugo de su régimen.

Resultó que no demasiado bien: en las gasolineras se producen reyertas por el combustible y por todas partes se respira tristeza, depresión y el entendimiento de que antes también se vivía en pobreza, pero sin la sensación de que a todo el mundo le daba igual todo. Situación que se hizo familiar a los rusos en los años 90 del siglo pasado.

La pregunta sobre qué es mejor, la situación en Libia y Egipto o en Corea del Norte merece ser considerada con detenimiento.

China, la principal fuente de apoyo del régimen norcoreano, simboliza en el mundo el mecanismo de paulatinas reformas a las que se están sometiendo los “malévolos” regímenes y sociedades, es decir, China, Vietnam (con éxito), Birmania (sólo está empezando), Corea del Norte (sin resultado aparente).

Los revolucionarios del África del Norte elevaron el prestigio de China como país que conoce un camino alternativo.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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