Las nuevas ideas nacen en Davos y se extinguen en el G-20

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Los partidarios de la “teoría de conspiración” no estarán de acuerdo en que el mundo se gobierna desde los Foros Económicos Mundiales de Davos.

Los partidarios de la “teoría de conspiración” no estarán de acuerdo en que el mundo se gobierna desde los Foros Económicos Mundiales de Davos.
El gobierno real está oculto tras el telón de este evento, que se celebra cada enero en la pequeña ciudad suiza de Davos y que es seguido atentamente por todo el mundo. Además, es dudoso que los mismos participantes en este “laboratorio de ideas”, posiblemente el más prolífico y eficiente del mundo, se consideren a si mismos como un gobierno a escala mundial. En torno a esta cuestión se entabló una animada discusión en la misma Davos, que fue quizás la más relevante de estas reuniones, y en la cual el papel más destacado fue para el pantalón del presidente francés Nicolas Sarkozy.

Si no podemos hacer reformas, al menos hablaremos

El pantalón de Sarkozy carecía de la perfecta y ceremoniosa raya. El presidente francés no fue el único entre los líderes políticos y económicos mundiales que acudieron a la reunión vestidos de una manera no totalmente formal (extremo que no pasó desapercibido y fue comentado con ironía). Pero, al fin y al cabo, Davos es un foro, un intercambio de opiniones que, teóricamente, transcurre en un ambiente relajado y permisivo.

Sin embargo, este año Sarkozy volverá a reunirse con prácticamente las mismas personas, pero esta vez vestido de una rigurosa etiqueta. Francia ostenta la presidencia de turno en el G-20 y, al mismo tiempo, en el G-8. Esto explica que en Davos Sarkozy tuviera un papel especial e interviniera en varias ocasiones. Sobre todo, se enfocó en este tema clave: quién gobierna el mundo y es capaz de protegerlo de una nueva crisis y neutralizar las consecuencias de la anterior. El tema es tan complejo que Sarkozy fue mucho menos duro que se esperaba de él y no animó a los líderes mundiales a romper ni a destruir nada.

Pero sí que instó a reformar el sistema financiero mundial (es una cuestión recurrente en todas sus intervenciones internacionales). Está claro, declaró, que en sólo un año, durante el tiempo que dura la presidencia francesa en el G-20, no se logrará reformar nada, pero se hablará de hacerlo.
En otra intervención Sarkozy marcó las prioridades de la presidencia francesa que se centrará en el debate sobre la función del dólar como moneda de referencia mundial. Una discusión sobre el valor y las funciones de las monedas dentro del G-20, según Sarkozy, es una cosa nunca vista. Además se diseñará  un sistema de control adecuado sobre los flujos de capital que desestabilizan los nuevos mercados.

Detrás de todo esto se esconde un importante problema. Desde hace 41 años, Davos es el generador más importante de ideas para la nueva economía. Antes de la crisis, existían mecanismos para aplicar estas ideas en la política económica real de las mayores potencias del planeta. Después de 2008, este mecanismo parecía ser el G-20, creado entonces de forma apresurada. Sin embargo, hoy no es evidente que dicho grupo sea capaz de procesar las ideas que nacen en Davos y en otros lugares.

El Grupo de nadie

El G-20 últimamente se asemeja más bien al G-0. Es decir, un grupo de nadie. A fin de cuentas, el contenido político de la pasada edición del foro es, por lo visto, el planteamiento principal del problema: el G-20 no marcha bien.

Para plantearlo no hace falta estar físicamente presente en el Foro. Dos grandes periódicos habían abierto sus tribunas para que los asistentes y los que se habían quedado en sus casas hicieran sus comentarios. Se trata del británico Financial Times y del estadounidense Washington Post. Es allí donde se habla del “grupo cero”, aunque también en algunas reuniones del foro de Davos fue formulado con claridad el mismo mensaje pesimista.
La idea general es la siguiente: cuando urgía actuar, transmitir seguridad y detener la catástrofe en las economías, se inyectó dinero para ahogar la crisis y se formó el G-20 para crear la apariencia de un centro de mando y también para que las inyecciones de dinero no se convirtieran en una competición de “quién depreciará más su moneda”. Fue un paso bueno y útil en aquel momento, por eso ahora hay que reanimar el G-20 y volver a hacerlo funcionar.

Se dijo, por ejemplo, que 20 líderes sentados a una misma mesa son demasiados, porque crean una situación anárquica por no compartir valores y criterios económicos comunes. En particular, los futuros líderes mundiales – países-miembros de BRICS (con la reciente S puramente formal de Sudáfrica) prefieren seguir siendo “mercados emergentes” en vez de convertirse en líderes, así se sienten más a gusto.

Por cierto, antes de inaugurarse el Foro se creía que lo protagonizarían los representantes de los mencionados “mercados emergentes” que tienen mucho que decir y son muchos: 60 personas de parte China, 130 de India… No obstante, la gran cantidad de los chinos e hindúes no mejoró la gestión global de la economía. Estamos ante una situación peculiar: los líderes emergentes no quieren ponerse al timón de la economía y los veteranos ya no pueden.

La situación de los veteranos, los países miembros del G-8, es más que complicada. Menos mal que lo preside este año el mismo Sarkozy, ojalá les encuentre una digna ocupación a los ex líderes, porque ya el año pasado no se descartaba la clausura formal del club.

Mientras tanto, el Foro fue protagonizado, además de Sarkozy, por el primer ministro británico David Cameron, quien explicó cómo recortaría el gasto público, ahorrando de esta manera la cuantiosa suma de 111 mil millones de libras esterlinas. No se trata de las tarjetas de racionamiento como después de la Segunda Guerra Mundial, pero tampoco es un brillante horizonte. En cuanto a Estados Unidos, que tuvo que congelar su presupuesto para los cinco próximos años, apenas se hizo notar en Davos.

No se descarta que para la cumbre del G-20 en Cannes aparezcan nuevas ideas que insuflen nueva vida a este estancado “Politburó”. No en vano Sarkozy animó a los colegas a “aventurarse y soñar”. Tampoco se descarta que se aventuren, por fin, los líderes de BRICS en otro lugar de moda – la isla de Hainan (China). Pero, de momento, con esto sólo se puede soñar.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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