El legendario agente soviético Rudolf Abel (nombre falso de Vílyam Fisher, 1903-1971) dirigió no sólo la red de espionaje nuclear en Estados Unidos, sino también a los espías soviéticos en América Latina, reveló hoy el Servicio de Inteligencia Extranjera de Rusia (SVR, por sus siglas en ruso).
“El hombre llamado Mark, y es la primera vez que se revela, dirigió la red de agentes soviéticos antiguos combatientes de la II Guerra Mundial en América Latina”, dice el comunicado del SVR dedicado a la próxima publicación del libro “Abel-Fisher”, de Nikolái Dolgopólov, que saldrá a la luz en diciembre.
El nuevo libro es fruto de una investigación iniciada aún en 1993. Ahora se puede afirmar con toda seguridad que fue precisamente el coronel Abel-Fisher, alias Mark, quien estuvo a cargo de la red de espías nucleares soviéticos en Estados Unidos.
En los 68 años que vivió, el legendario agente tuvo cinco vidas y colaboró con muchos compañeros de oficio destacados.
Antes de la invasión nazi de la Unión Soviética, trabajó como radiotelegrafista enviando a Moscú información valiosa de los Cinco de Cambridge, un grupo de británicos reclutados por la URSS y encabezados por Kim Philby.
También fue Abel quien consiguió el regreso a Rusia del famoso científico Piotr Kapitsa, Premio Nobel de física de 1978. Durante la II Guerra Mundial, preparó la infiltración del agente soviético Heine-Demiánov, y desempeñó un papel clave en la llamada Operación Bereziny que culminó con la detención de decenas de espías alemanes.
Entre los agentes reclutados por Mark figuran Morris Cohen y su esposa Leontina, la cual demostró una valentía e ingenio extraordinario para obtener datos secretos desde el laboratorio nuclear estadounidense de Los Álamos. Gracias a esta información, la URSS pudo fabricar su primera bomba atómica en plazos más cortos que los previstos.
El nuevo libro recoge los testimonios de algunas personas cuyas identidades aún siguen siendo un secreto, así como las entrevistas inéditas y muy reveladoras a las hijas del coronel, la biológica Evelina y la adoptada Lidia.
Capítulos enteros están dedicados a las aficiones del agente, como la literatura (publicó bajo seudónimo varias novelas y piezas teatrales) o la pintura. Por primera vez, el libro presenta los testimonios del conocido artista estadounidense Burton Silverman, quien compartió con Abel un taller de Manhattan, sin saber quién realmente era su supuesto compañero de profesión.
Rudolf Abel fue condenado a 37 años de cárcel. Después de emitida la sentencia, en 1957, lo pusieron en una celda solitaria de la prisión preventiva de Nueva York y, más tarde, fue trasladado a un centro penitenciario de Atlanta. Durante su condena, de dedicó a resolver problemas matemáticos, estudió teoría del arte y pintó al óleo.
El 10 de febrero de 1962, Rudolf Abel fue canjeado en Berlín por Francis G. Powers, piloto estadounidense que cumplía condena en una cárcel soviética, por delitos de espionaje, después de que su caza fuese derribado en la región rusa de Sverdlovsk, en mayo de 1960.
Después de un período de reposo y tratamiento médico, Fisher se integró en la dirección del servicio de inteligencia soviético y participó, entre otras cosas, en la formación de nuevos agentes.
Murió el 15 de noviembre de 1971 y fue enterrado en el cementerio Donskoie de Moscú.
