20 años de espera en el callejón sin salida de Transnistria

© RIA Novosti . Alexey Nikolsky / Acceder al contenido multimediaEl líder de Transnistria Igor Smirnov
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Ya hace veinte años que estalló la guerra en la región de Transnistria.

Ya hace veinte años que estalló la guerra en la región de Transnistria.

Este conflicto siempre ha sido visto en los medios de comunicación occidentales como una lucha del régimen democrático de Moldavia contra la dictadura soviética de Transnistria.

Sin embargo, las primeras víctimas cayeron del lado de este último bando y con una flagrante violación de los derechos humanos.

El 2 de noviembre, en la ciudad Dubossari de la región de Transnistria, empleando armas de fuego, la policía moldava intentó disolver una manifestación contra la entrada en la ciudad de tropas del Ministerio del Interior de Moldavia.

Las balas acabarían con la vida de tres manifestantes. Dos años más tarde, en 1992, los enfrentamientos como éste desembocarían en una auténtica guerra, que ya se ha llevado las vidas de más de mil personas.  

La mayor parte de la población de Transnistria coincide en que esta no es una guerra en defensa de sus intereses, sino una especie de ajuste de cuentas entre los gobernantes enfrentados de dos naciones independientes. Paradójicamente, la región de Transnistria formalmente es más antigua, como nación independiente, que Moldavia. Su declaración de soberanía ya fue aprobada en septiembre de 1990. Precisamente esta decisión, adoptada en respuesta al crecimiento del nacionalismo moldavo y a los rumores de anexión a Rumania a finales de los años 80, fue la causa de los disturbios en Dubossary.

Por su parte, el gobierno de Moldavia, duro e inflexible con su propio pueblo, pero acomplejado ante la autoridad de Rusia, se decidió a declarar independiente a la antigua Republica Soviética de Moldavia sólo tras el fracaso de la intentona golpista de 1991 en Moscú. Un año después del primer derramamiento de sangre.

Sin embargo, entre la gente no hay resquemor ni enemistad, y esto lo demuestra el hecho de que todo el mundo pase del enclave independentista al margen derecho moldavo del río Dniester con total libertad, habiendo formalizado todos los documentos necesarios para hacerlo sin ningún tipo de problemas. Pero el eterno líder de Transnistria, Igor Smirnov, y el dirigente moldavo de turno nunca terminan de regular la situación. Y eso que incluso han llegado a sentarse a la misma mesa en Moscú para negociar con el respaldo del presidente ruso Dmitri Medvédev que resumía el encuentro de la siguiente forma: “estoy convencido que el problema de Trandnistria es perfectamente resoluble”.

Una paz que nunca llega
 
Las negociaciones de paz se rompieron por última vez en febrero del 2006. La causa principal de sus continuos parones y de su falta de resultado es la excesiva ambición por ambas partes. Los temores de los habitantes de Transnistria sobre la unión de Moldavia a Rumania no se cumplieron: los dirigentes moldavos no quieren ceder voluntariamente el poder a un país al que ya pertenecieron, al menos en parte, hasta 1939. Y su ambición tampoco les permite reconocer la independencia del pequeño enclave de Transnistria que, hasta 1939, formaba parte de Ucrania y que tiene muy poco que ver con Moldavia.

El gobierno de Moldavia, en suma, se encuentra entre la espada y la pared. 

Al margen de la sed de poder de las cúpulas gubernamentales, la resolución del conflicto también se está viendo frenada por la miopía política de algunos de los participantes en este proceso, que está desarrollándose según la fórmula 5+2 (Moldavia, Transnistria, Rusia, Ucrania y la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), más la Unión Europea y los Estados Unidos de América en calidad de observadores).

La UE, los EEUU y la OSCE nunca se han molestado en ocultar una abierta animadversión para con el régimen de Transnistria y sus recelos hacia Moscú. Esta situación fue la principal causa del fracaso del “Plan de Kozak”, llamado así por el apellido de uno los mediadores, el ruso Dmitri Kozak. A pesar de la opinión generalizada en Occidente, hasta 2002 Rusia solía actuar según los intereses de Moldavia, pero la desconfianza de los socios occidentales resultaba demasiado grande para que se le concedieran a Moscú los galones de pacificador. 

¿Quién tiene la culpa?

Está claro que este ente soberano creado por Igor Smirnov y sus colaboradores en la margen derecha del Dniester no puede llamársele paraíso. La población, de un poco más de medio millón de habitantes, se reduce paulatinamente. Y lo peor es que la gente joven emigra a Rusia y a los países de la UE en busca de un futuro. En un país inexistente, donde no hay una democracia normal, es difícil crear un sistema económico eficaz y transparente.

Pero el estereotipo creado por los medios occidentales en torno a Transnistria como un “centro del contrabando y de la economía sumergida» es injusto, está sacado del contexto y debería venir siempre ilustrado por una explicación que echa sus raíces en una situación de mera supervivencia en un lugar puesto al margen de la realidad.

En 2006, el entonces líder moldavo, Voronin y el inolvidable presidente ucraniano, Víctor Yuschenko, le declararon el bloqueo económico a Transnistria con la excusa de que las mercancías que entran allí carecen de los sellos de la aduana moldava. Sería interesante conocer cómo reaccionarían los líderes occidentales, esos que apoyan a Yuschenko y Voronin, ante la idea de que todos los artículos que llegan a Kosovo tuvieran que llevar necesariamente el sello de la aduana de Belgrado. La situación es análoga. Por otra parte, los derechos humanos fueron debidamente obviados por Yuschenko y por los funcionarios de la Unión Europea, cuando no quisieron siquiera dejar pasar la comida para niños que tuvo que llegar desde Rusia en convoyes de ayuda humanitaria.

Un eterno callejón sin salida

Es cierto que el bloqueo económico fue levantado unos meses después. Muy posiblemente, porque esta situación afectaba sensiblemente a los intereses de Ucrania, Moldavia y Rumania. Pero un reconocimiento oficial, por parte de la comunidad internacional, de que en el territorio de Moldavia hay dos comunidades con idioma, cultura e historia diferentes, todavía no se ha producido y no hay señales de que vaya a producirse.

Muy al contrario, últimamente se está exigiendo que Moscú retire sus tropas y “respete la soberanía de Moldavia”. Es la misma visión miope e hipócrita de siempre: la democrática Moldavia contra el enclave soviético de Transnistria y sus aliados rusos.

En 1992, el 14º Ejercito ruso, bajo el mando del general Alexander Lebed, logró un alto el fuego. Europa respiró con tranquilidad ya que, de una forma u otra, el derramamiento de sangre en la zona había cesado.

Lamentablemente, hay algunas guerras que se olvidan con demasiada rapidez.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDIRÁ OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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