Moscú, 22 de junio, RIA Novosti. El referéndum sobre la nueva Constitución previsto para el próximo domingo, 27 de junio, parece una especie de salvavidas al Gobierno provisional de Kirguizistán que tomó el poder a principios de abril pasado y busca actualmente legitimarse en las urnas y estabilizar la situación tras brotes de violencia étnica en el sur del país, escribe hoy la prensa rusa.
El Gobierno de Rosa Otunbáyeva quiere "referéndum a toda costa" después de los disturbios masivos que, según el balance más reciente, causaron 214 muertos, más de dos mil heridos y decenas de miles de refugiados, señala Nezavisimaya Gazeta. Sus oponentes se preguntan "qué clase de plebiscito puede haber cuando uno de cada cinco ciudadanos se encuentra en estado de choque y la segunda en población ciudad de Kirguizistán está medio quemada".
Muchos políticos kirguises alertan de que el plebiscito provocará una escalada de tensión. "Basta de jugar a la democracia. El engranaje de seguridad está totalmente ausente (...) Esta votación popular no aportará prosperidad al país", opina el ex secretario del Consejo de Seguridad de Kirguizistán, Miroslav Niyázov, citado hoy por Kommersant.
Una funcionaria del Gobierno interino, Elmira Ibraímova, admitió en una entrevista con este periódico que la situación en el sur vuelve a deteriorarse y que urge decretar el estado de excepción en la capital kirguís, Bishkek, en dos ciudades de la provincia de Chui - Tokmak y Kara-Balta, donde se encuentra la mayor planta procesadora del uranio en el Asia Central - así como en Karakol, centro administrativo de la región de Issyk-Kul. Ibraímova cree necesario también introducir fuerzas de paz en el sur de Kirguizistán.
Al menos cuatro personas murieron y una veintena más resultaron heridas ayer en las afueras de Osh a causa de un tiroteo entre los agentes del Interior y las milicias uzbekas. Según algunas versiones, el conflicto tuvo lugar porque los uzbekos del lugar se resistían a desmantelar las barricadas que construyeron para defenderse contra la mayoría kirguís durante los recientes pogromos étnicos.
Sin embargo, una portavoz de la oficina local de Human Rights Watch afirmó que "policías y militares organizados en grupos de 15-20 personas irrumpían en las casas de los vecinos, exigían documentos y golpeaban a la gente". Supuestamente, querían descubrir de esta manera a los presuntos asesinos de un jefe de la Policía local muerto en la zona hace una semana.
La jefa del Gobierno interino, Rosa Otunbáyeva, quien se vio obligada a desplazarse ayer de Jalal-Abad a Osh, reafirmó que no va a tolerar las reincidencias del conflicto y exhortó a la población a acudir a las urnas el próximo 27 de junio.
Disturbios en Kirguizistán. Infografía 
Nezavisimaya Gazeta escribe que las posiciones del actual régimen kirguís se van debilitando a ojos vista. Los ciudadanos de a pie culpan al Gobierno de no haber impedido la masacre étnica en Osh y Jalal-Abad, a pesar de estar enterado de que habría enfrentamientos; también le reprochan la incapacidad de controlar la ayuda humanitaria, dilapidada hoy en un 70-80%, el populismo de los nuevos líderes revolucionarios, la caza de brujas, así como el nepotismo y el amiguismo a la hora de los nombramientos.
