La lejana perspectiva de un régimen sin visados entre Rusia y la Unión Europea

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Dmitri Bábich, RIA Novosti

La cumbre Rusia - Unión Europea (UE) que se celebrará del próximo 31 de mayo al 1 de junio en la ciudad de Rostov del Don, sur de Rusia, es importante por varias razones.

En primer lugar, el 1 de junio entrará en vigor el acuerdo de readmisión suscrito por Rusia y la UE, es decir,  el último día de la cumbre. El representante ruso ante la UE, Vladímir Chizhov, afirmó durante una reciente videoconferencia organizada por RIA Novosti que a partir de esa fecha el acuerdo de readmisión concernirá no sólo a los ciudadanos de Rusia y los países de la UE sino tambián a los ciudadanos de terceros países.

Es decir, si por ejemplo, un inmigrante ilegal proveniente de Kirguizistán, Tayikistán, Bangladesh o cualquier otro país entra en Polonia desde el territorio de Rusia, las autoridades polacas tendrán el derecho de entregar a esa persona a las tropas guardafronteras rusas.

La segunda razón son los recientes cambios que se han hecho en el diálogo energético entre Rusia y la UE. Las partes esperan encontrar en esta cumbre una fórmula de compromiso en el ámbito de los precios del gas ruso para Europa.

Es evidente que el acuerdo de readmisión es un gran avance a la UE por parte de Rusia que pasa a ser un escudo contra los inmigrantes ilegales que se dirigen a los países europeos.

Antes de la cumbre, la UE tenía que pagar por detener a inmigrantes ilegales y deportarles a su país de origen. A partir del próximo mes, si se prueba que una persona proveniente, por ejemplo, de Afganistán entró en Europa ilegalmente a través de digamos la provincia de Kaliningrado, exclave ruso sobre el Báltico limítrofe de Polonia, los costos de transporte de esa persona desde Kaliningrad hasta la frontera con Afganistán correrán a cargo de Rusia.

Teniendo en cuenta que Rusia no tiene el régimen de visados con la mayoría de los países miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), incluído Kirguizistán, sus gastos podrían ser enormes.

¿Qué recibe Rusia en cambio? Desde 2002, cuando el entonces presidente ruso, Vladímir Putin, planteó el objetivo de establecer el régimen sin visados entre Rusia y la UE, las partes llevan negociando sobre el tema.

Desde aquel momento, en respuesta a las exigencias de la UE de firmar el acuerdo de readmisión, el Kremlin respondía que firmaría el acuerdo después de que la UE hiciera la zona Schengen libre de visados para los rusos.

El asunto permaneció en punto muerto durante cuatro años. Luego, Rusia dio el primer paso al mostrar más flexibilidad que sus socios europeos. El acuerdo de readmisión suscrito en 2006 se aplicaba tan sólo a los ciudadanos de Rusia y de los países miembros de la UE. Es decir, Europa deportaba sólo a los inmigrantes ilegales rusos cuyo número fue tan reducido, que Rusia fue considerada como un país con una migración que no representa una amenaza para la UE.

"No hubo más objeciones contra Rusia", dijo Olga Potiómkina, jefe del Departamento de integración europea del Instituto de Europa (Academia de Ciencias de Rusia). "Sin embargo, la UE exige cancelar el régimen de registro de los extranjeros. Creo que no deberíamos satisfacer estas exigencias. Al menos 10 países comunitarios que tienen problemas de migración ilegal establecieron procedimientos de registración de los extranjeros. Además, es poco probable que Rusia consiga implantar el régimen sin visados con la UE, a pesar de todos sus esfuerzos", añadió. 

Resulta que los obstáculos políticos al régimen sin visado entre Rusia y la UE radican en las preocupaciones de los propios europeos y no en una amenaza real. Según el representante ruso ante la Unión Europea, Vladímir Chizhov, el quid de la cuestión no radica en la posibilidad de obtener automáticamente los permisos de trabajo en los países comunitarios por los rusos, como en caso de los polacos, rumanos y otros nuevos miembros de la UE.

Se trata de conceder a los rusos el permiso para residir sin visado en la UE durante tres meses en el curso de medio año. "La UE impuso este régimen para más de 50 países, incluído los que tienen mucho menos enlaces con la UE que Rusia. La inconsistencia de la Unión Europea sorprende", dijo Chizhov.

En esencia, si los rusos no pueden ejercer presión sobre el mercado de trabajo ni representan una amenaza de inmigración ilegal, el miedo es la única explicación de la mala voluntad de la UE de permitir a los rusos viajar sin visados por su territorio. "Este miedo ante el régimen sin visados con Rusia se originó a principios de los 1990, cuando Europa temía que no pudiera soportar la carga de las constantes oleadas de refugiados provenientes del Oriente. Pero recibió esta oleada de inmigrantes no del Oriente sino del Sur", afirmó Chizhov.

A cambio de las concesiones por parte de Moscú en materia de la readmisión, la UE acordó facilitar el régimen de visados para varios grupos de ciudadanos rusos. Es mejor que nada. Sin embargo, esta especie de discriminación contradice a los principios de la UE. 

Además, el complicado sistema de visados no responde a los intereses de tales países como España e Italia, cuyas industrias turísticas afectadas por la recesión global logran sobrevivir gracias a los turistas rusos.

Asimismo, a Europa le preocupa su creciente dependencia energética de Rusia. A raíz de los recientes problemas de suministro de energía a los países europeos causados por disputas respecto al tránsito de hidrocarburos entre Moscú y el gobierno ucraniano, la UE tiende a considerar a Rusia como un suministrador inseguro. Y la propia UE ¿es consumidor seguro?

Durante la conferencia celebrada en Berlin hace poco Diálogo energético Rusia-Unión Europea: aspecto gasístico los gigantes del gas de Alemania y Francia, E.On Ruhrgaz y GDF Suez, pidieron al consorcio energético ruso Gazprom a revisar las condiciones de contratos de suministro de gas a largo plazo, atribuyéndolo a la decreciente demanda de gas en la época de la crisis, por lo que resulta desventajoso comprarlo por los precios estipulados en estos contratos.

Las fluctuaciones de precios son propios de la economía de mercado, aunque sea desagradable. Es fácil imaginar cómo protestarían las compañías europeas en caso de que Gazprom exigiera a sus socios occidentales a revisar los contratos a largo plazo. No tardaría en divulgarse la información sobre la presión que ejerce Rusia, sobre la inseguridad del monoploio estatal ruso de gas e incluso sobre el renacimiento de las ambiciones imperiales de  Rusia.

Rusia ya está acostumbrada a esa política de doble rasero y busca fórmulas de compromiso. Es posible que la cumbre Rusia-UE a celebrarse en la ciudad de Rostov del Don ayude encontrarlas.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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