La reforma institucional en la Unión Europea, que es para Rusia principal socia comercial e importante factor de política externa, no alterará el modelo de la relación entre Bruselas y Moscú, escribe el politólogo Fiódor Lukiánov al comentar, en un artículo publicado hoy en Gazeta.Ru, la elección del primer presidente de la UE y el nombramiento de su primera ministra de Asuntos Exteriores.
Muchos auguran que a Rusia le será más difícil hablar con los europeos ahora que tienen "una voz única" pero, contrariamente a la opinión generalizada en Europa, el Kremlin no apuesta de forma deliberada por la división entre los Veintisiete.
La realidad es que muchos asuntos prácticos se solucionan precisamente al nivel bilateral mientras que la cooperación con los organismos centrales y la UE en su conjunto avanza a duras penas.
Algunos países de la UE quisieran aprovechar el potencial de la colaboración con Rusia pero su relación especial con Moscú, según demuestra la práctica, se convierte en un fuerte factor de disonancia interna en la UE.
También son controvertidos los objetivos que persiguen los Estados miembros: por un lado, se resisten a la unificación en el marco de un mega-Estado; por otro, les gustaría afianzar la posición de la UE a escala global.
Lo más probable es que Rusia y la UE mantendrán su actual modelo de relación: Moscú se apoyará en los socios de siempre, y éstos seguirán maniobrando entre el desarrollo de los vínculos con Rusia y el principio de la solidaridad europea. El nuevo diseño institucional complica este panorama y abre nuevas oportunidades para continuar ambas líneas a la vez.
Como resultado, escucharemos toda una gama de sonidos en la "voz única" europea.
