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Primeros 100 días de Obama indican que EEUU desea beneficiarse de su relación con Rusia. Vremya Novostei

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Los primeros cien días de Barack Obama en la Casa Blanca sacaron las relaciones ruso-estadounidenses desde una sombra lúgubre en que aquéllas permanecieron en los últimos años del mandato de George W. Bush, escribe el politólogo Fiódor Lukiánov en un artículo publicado hoy en el diario Vremya Novostei. Ninguna de las partes evalúa este deshielo en términos inequívocos pero ya cabe hablar de ciertas tendencias.

Primero, la nueva Administración de EEUU usa un tono totalmente diferente,  no exagera la componente ideológica en su retórica y prefiere por ahora centrarse en la solución de temas prácticos, tendencia que se pone de manifiesto en lo relativo a China y Rusia. Un ejemplo elocuente de tal actitud es el mutismo que Washington guarda ante la apertura del segundo proceso judicial contra Mijaíl Jodorkovski, el ex jefe de la petrolera Yukos.

Segundo, Washington rehúsa discusiones vanas. La imparcialidad con que la Casa Blanca y el Departamento de Estado acogieron el cierre de la base aérea estadounidense en Kirguizistán y la ausencia de reacciones marcadas frente al alboroto que rodea a las próximas maniobras de la OTAN en Georgia  contrastan con el estilo del Gobierno anterior.

Tercero, la actual Administración de EEUU considera conveniente mejorar el ambiente general de sus relaciones con Rusia, puesto que ésta puede ser de ayuda a la hora de solucionar una serie de problemas realmente importantes, tales como Afganistán, Irán o el régimen de la no proliferación nuclear.

No entran en las prioridades de la Casa Blanca la ampliación de la OTAN ni el despliegue del escudo antimisil en la Europa del Este, dos temas que desempeñaron en los últimos dos años un papel especialmente destructivo para sus relaciones con el Kremlin. Barack Obama cree innecesario espolear ambos proyectos, así que la tensión entre Washington y Moscú empieza a mermar.

Ahora bien, no confundamos la moderación con una manifestación de la debilidad. La Administración estadounidense realmente procedió a una revisión radical de su táctica, tarea lógica si tomamos en cuenta la monstruosa herencia que recibió, señala el articulista, quien dirige la revista "Rusia en la política global" ("Rossiya v globalnoi politike).

Una postura más flexible y sopesada simplemente permite a Washington generar un entorno menos hostil para la consecución de un objetivo estratégico que se mantiene inalterable: potenciar el liderazgo de EEUU a escala global. Por tanto, no habrá pactos ni trueques en lo que atañe a las llamadas "zonas de intereses".

Esta actitud pragmática y no ideologizada podría cambiar no obstante en caso de que Washington llegara a la conclusión de haber sobrestimado el potencial de Moscú para ayudar a la solución de problemas que afronta EEUU. El interés hacia Rusia en tal caso podría disminuir y la situación volvería a ser la misma que en los tiempos de George W. Bush cuando el mayor obstáculo no era la hostilidad de EEUU sino más bien su total indiferencia hacia la opinión de Rusia.

 

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