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Lo que se vive en Moldavia no es una revolución de color. Vedomosti

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Los acontecimientos que tienen lugar estos días en Moldavia difícilmente podrían calificarse como "una revolución de color", escribe el diario ruso Vedomosti en su editorial de hoy.

Todas las "revoluciones de color" que se vivieron hasta la fecha en el espacio postsoviético tuvieron necesariamente un factor externo: cierto árbitro que avalaba a los opositores en su cuestionamiento de los resultados electorales.

Cuando el árbitro foráneo denegaba tal apoyo, por ejemplo, después de las elecciones presidenciales de 2008 en Georgia y Armenia, la oposición no conseguía su objetivo de cambiar el régimen. La única excepción que confirma esta regla es Kirguizistán: si la rebelión de 2005 fue un éxito, es básicamente porque el presidente Askar Akáev prefirió escapar enseguida a Rusia dejando vacante el poder. Algo que difícilmente podría suceder en Moldavia cuyo presidente saliente, Vladímir Voronin, es un político experimentado y un ex general del Ministerio del Interior.

Los comicios legislativos del pasado 5 de abril en Moldavia acapararon poca atención internacional ni suscitaron reclamaciones serias por parte de observadores. Todo el mundo se ocupa actualmente de la crisis económica, de modo que los líderes europeístas de la oposición moldava no están bienvenidos hoy en Europa. A los nacionalistas moldavos que se orientan hacia Rumania tampoco les esperan en ese país, que afronta grandes problemas económicos.

Es probable que los disturbios en Chisinau sean resultado de la crisis económica. La economía de Moldavia se sustenta en la exportación de la mano de obra: las remesas de emigrados generaron un 38% del PIB  en 2007. Numerosos trabajadores moldavos se repatrían estos días de Rusia y países europeos aunque este reflujo no ha derivado todavía en un reto social. Los comunistas pudieron evitar en vísperas de las elecciones parlamentarias la devaluación de la moneda nacional, el leu, paliando así las dificultades económicas. En resumidas cuentas, Moldavia tenía poco que perder en este plano: el FMI la incluyó el otro día en la lista de los países más pobres que necesitan ayuda internacional.

Ahora bien, la repetición del escrutinio es una demanda que la oposición no podía obviar. Es algo que ya forma parte del proceso electoral en el espacio postsoviético, señala el diario.

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