La ausencia de resultados es el rasgo emblemático de todas las cumbres Rusia-UE que se han celebrado a lo largo de estos últimos años y la edición más reciente que ha tenido lugar en Niza no constituye una excepción, escribe hoy en Nezavisimaya Gazeta Ekaterina Kuznetsova, directora de programas europeos en el Centro ruso para los estudios de la sociedad postindustrial.
La Unión Europea ha dejado de fingir que las relaciones con Rusia son una prioridad. Bruselas y otras capitales europeas interpretan la cooperación estratégica con Moscú como una perspectiva probable pero lejana y que depende de un gran número de condiciones previas. Esta situación difícilmente cambiará el próximo 2 de diciembre, fecha en que ambas partes reanuden las negociaciones para la firma de un nuevo acuerdo marco de cooperación. Lo que pasa es que tanto las prioridades de la UE con respecto a Rusia como las intenciones de esta última en relación con los Veintisiete van cambiando de forma visible.
El fruto más tangible de la cumbre de Niza es que los temas de seguridad han pasado al primer plano de las relaciones bilaterales. Los demás aspectos de la relación entre Europa y Rusia quedan en la periferia después de que el presidente ruso Dmitri Medvédev anunció el despliegue de misiles Iskander en la zona de Kaliningrado y otras medidas necesarias para neutralizar la instalación del sistema estadounidense de defensa antimisil (DAM) en Polonia y República Checa.
En vez de ampliar el marco de la colaboración, las partes se dejaron llevar por el problema de la seguridad a pesar de que no pueden resolverlo por cuenta propia. Y aun así, los resultados de la cumbre son contradictorios.
El mandatario francés Nicolas Sarkozy, quien ejerce la presidencia rotativa en la UE, recabó de Medvédev la promesa de no emplazar misiles antes de que sean negociadas las nuevas condiciones para garantizar la seguridad común en Europa, o sea, antes de verano próximo, mientras que el despliegue del escudo antimisil de EEUU está previsto sólo para 2012.
Al mismo tiempo, el dirigente ruso pudo sacar adelante su iniciativa de un nuevo acuerdo de seguridad en Europa y consiguió de la UE el visto bueno para celebrar la respectiva reunión en el marco de la OSCE, con la asistencia de EEUU.
Nadie cuestiona la importancia de estos temas pero la cumbre de Niza no era obviamente la ocasión más oportuna para debatirlos.
Lo anterior testimonia que las oportunidades del diálogo al nivel de Estados se han agotado, y que las relaciones de cooperación entre Rusia y la UE están hoy en un callejón sin salida.
Solamente la amenaza de un conflicto, para el que no hay motivos ideológicos ni territoriales, ha podido "desestancar" la colaboración entre ambas partes, lo cual es una señal pésima para Moscú.
Debido a las acciones del Kremlin, que la UE ha apoyado con mucho gusto, la cooperación ruso-europea pasa ahora al plano de las relaciones multilaterales, y las cumbres Rusia-UE, en vez de revisar periódicamente el avance de la cooperación, se transforman en un foro huero para debatir planes e intenciones.
