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Rusia perjudica sus propios intereses en Abjasia. Gazeta.Ru

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Rusia no tiene una visión clara acerca del resultado que procura obtener en Abjasia y el cómo solucionar el problema de esta república rebelde a pesar de que, estratégicamente, le interesa que haya una paz estable en torno a aquélla.

El caso de Abjasia repercute directamente en los intereses de Rusia y, por tanto, difiere de otras manifestaciones del separatismo en la ex URSS. Para Moscú tiene mayor actualidad que el problema de Osetia del Sur, otra república secesionista situada en el territorio de Georgia.

 

Es en Abjasia donde se encuentran las canteras de grava más próximas a Sochi, ciudad que acogerá los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014. Y es esta república rebelde la que va a suministrar el grueso de la mano de obra no calificada para la construcción de las futuras instalaciones olímpicas. Pero el problema más importante aquí sería una guerra o situación prebélica en el último año o dos que precedan a la Olimpíada de Sochi. La gran mayoría de los habitantes de Abjasia tienen nacionalidad rusa, por lo cual Rusia se vería obligada inevitablemente a implicarse en tales hostilidades.

La tensión en Abjasia, por no hablar ya de la guerra, pondría en cuestión la seguridad de los Juegos y obligaría al COI a escoger una sede alternativa.

En plano estratégico, Rusia necesita que haya paz relativamente firme en Abjasia por lo menos en el período de 2012-2014 pero la actual línea ideológica del Kremlin, su rechazo categórico al régimen georgiano, así como a sus planes del ingreso en la OTAN, le impiden respaldar a Georgia incluso cuando ésta intenta recuperar los territorios rebeldes por vía política.

Esta contradicción entre la línea exterior de Moscú y los intereses de política interna, en particular, los relacionados con la Olimpíada de Sochi, es una fuente extra de turbulencias.

El problema de Abjasia, especialmente si lo enfocamos con la óptica de los intereses de Rusia, es muy diferente al caso de Kosovo. Moscú necesita replantear la solución de este asunto en términos más claros, tomando en cuenta los intereses reales del país y no las consignas populistas o las ambiciones geopolíticas, muchas veces ficticias, de sus élites. A día de hoy no puede siquiera buscar una solución porque no hay cabida para debates políticas. La política del Estado no puede sustentarse en unas cuantas medidas más o menos exitosas que son producto del "aparato". Cuando estamos en presencia de un problema real, queda claro que el Estado será incapaz de generar soluciones a menos que se debatan en público, por ejemplo, en el Parlamento.

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