Hace 90 años, el 11 de marzo de 1918, Moscú recuperó el título de capital de Rusia, dos siglos después de haberlo cedido a Petersburgo.
Tres convoyes especiales llevaron a Vladímir Lenin y otros comisarios bolcheviques de Petrogrado a Moscú. Se decía que era una mudanza temporal, ante la ofensiva de las tropas alemanas hacia Petrogrado, pero la capital se quedó en Moscú.
"El traslado a Moscú es provisional. El proletariado berlinés nos ayudará a mover la capital otra vez al Petrogrado rojo", aseguró en su momento Grigori Zinóviev, un alto cargo del partido bolchevique. Sin embargo, la mudanza se llevó a cabo como operación especial y secreta. Eso sí, no resultaba costosa porque era posible simplemente requisar locales en el centro de Moscú.
Aquella acción bolchevique reproducía, cual un espejo, la experiencia de Pedro el Grande. Pero era una simpleza engañosa. El traslado de la capital o la división de las funciones capitalinas son más que un símbolo de cambios en lo político. También suponen un proceso duradero y que requiere de voluntad política, grandes recursos y control riguroso. Kazajstán trasladó su capital desde Almaty a Astaná en 1998, con el objetivo de dar un impulso al desarrollo de las zonas del noreste del país. En el período de 2001-2005, el Estado kazajo gastó casi dos mil millones de dólares en el programa de la construcción de Astaná. Las empresas privadas, avaladas por él, invirtieron otros cinco mil millones de dólares. El traslado de la capital alemana de Bonn a Berlín, en la década del 90, costó 10 mil millones de dólares. Los alemanes, por cierto, optaron por dejar al Tribunal Constitucional y a la Corte Suprema en Karlsruhe. La construcción de la nueva capital surcoreana, Taejon, se va a prolongar hasta 2030 y tendrá un precio de US$45 millones. Nigeria mantiene en secreto lo que le cuesta el traslado de la capital de Lagos a Abuja, iniciado en 1991 y no completado hasta la fecha.
En la Rusia de hoy son populares las ideas del traslado de la capital sin que nadie sepa el coste de estos planes. La restauración del edificio que será nueva sede del Tribunal Constitucional en San Petersburgo, así como la construcción de viviendas para los magistrados y otro personal del TC, han costado ya alrededor de US$208 millones.
