Las intenciones de voto publicadas el otro día por el Centro VTsIOM constituyen una sorpresa desagradable para la derecha rusa. El 13% de los rusos está dispuesto a apoyar en las elecciones de diciembre a alguna formación demócrata pero la mayoría de este grupo (70%) se decanta a favor del partido oficialista Rusia Unida. La Unión de Fuerzas de Derecha y Yabloko inspiran simpatía al 9% y el 7%, respectivamente. La Fuerza Cívica y el Partido Democrático de Rusia han recibido aún menos: el 3% y el 2%.
El director de VTsIOM, Valeri Fiódorov, explica el fenómeno por el hecho de que el concepto de valores democráticos empieza a "asociarse en primer término al alto nivel de vida y a la idea de que, en principio, la sociedad cívica no puede existir sin ello". "A los ojos del elector, las actividades de Rusia Unida se corresponden en mayor grado con esta interpretación de la democracia", señala él.
"A nadie le gustan los perdedores", agrega Viacheslav Níkonov, presidente de la Fundación "Política".
"La gente cree que Rusia Unida es el único partido que realmente está en condiciones para resolver sus problemas, defender sus valores e influir en la situación".
El pasado fin de semana se hizo evidente por una vez más que los líderes de la oposición radical en Rusia son incapaces de acordar sus posturas. El movimiento La Otra Rusia, cuyo objetivo era unir las filas de la oposición, quedó prácticamente dividido en tres componentes originales, es decir, los partidarios del ex primer ministro Mijaíl Kasiánov, quien anunció la creación de un nuevo partido ("El Pueblo por la Democracia y la Justicia"); los seguidores de Garry Kaspárov, dirigente del Frente Cívico Unificado; y los nacional-bolcheviques agrupados en torno a Eduard Limónov.
El politólogo Dmitri Orlov piensa que el hecho impide a La Otra Rusia aspirar a "protagonismo serio en el proceso político".
