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Europa está construyendo un nuevo muro de Berlín. Izvestia

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Alemania y Francia se apresuran por instalar barreras legales ante la expansión de grandes empresas rusas a Europa. Paralelamente, la alemana RWE y la francesa Gaz de France se están preparando para invertir centenares de millones de euros en la construcción de una tubería al margen de Rusia. A los eurócratas no les importa la perspectiva de que el conducto permanezca ocioso, ni el hecho de que las restricciones en materia de inversión se contradigan con los principios de la economía de mercado.

 

El temor suele ser más fuerte cuando uno se empeña en experimentar tal sensación. A los europeos, por ejemplo, les da mucho miedo pensar en la cifra de 2,5 billones de dólares que supuestamente han acumulado los inversores de China y Rusia. Como resultado, Moscú recibe a diario noticias desagradables desde Europa.

El trabajo se va desarrollando en dos frentes. Se intenta, primero, poner un dique ante las inversiones procedentes de Rusia y, segundo, promover la construcción de tuberías para el transporte directo de hidrocarburos centroasiáticos hacia Europa, al margen del territorio ruso. Aquí no se toman en cuenta las razones de conveniencia económica: hay que frenar a los inversores orientales con normativas sofisticadas y gastar en tuberías alternativas lo que haga falta, ya sea uno o diez mil millones de euros.

Se está construyendo en Europa un nuevo muro de Berlín, esta vez, por iniciativa de Occidente. Últimamente, la nostalgia de la RDA está en boga en Alemania y todo parece indicar que la canciller Ángela Merkel sigue la corriente.

Una moda muy rara, por cierto. Los economistas liberales de la Comisión Europea, que siempre habían defendido el libre movimiento de capitales, cambiaron de repente su credo. Incluso Charlie McCreevy, comisario europeo de Mercado Interior, se puso de acuerdo con Merkel: las inversiones procedentes de Rusia representan una amenaza porque las grandes corporaciones rusas del gas y el petróleo llevan años intentando extender su control a las redes de distribución europeas.

Los economistas reconocen desde hace tiempo que Rusia se va a adelantar dentro de algunos años a todos los países europeos en cuanto al volumen de la producción industrial. Es esta perspectiva, por lo visto, lo que asusta a los políticos del Viejo Continente. Y lo más triste es que el nuevo muro se va construyendo no solamente en Berlín, París y Bruselas sino también en Londres y Varsovia... A Rusia la quieren marginar tanto en materia de tuberías como en el terreno político. Lo cual, sin duda alguna, es un error.

 

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