Evidentemente, Moscú y Washington están descontentos el uno con el otro. Es posible que el Kremlin esté aun más descontento por haber defraudado la Casa Blanca sus esperanzas. En la élite gobernante de Rusia se mantiene el convencimiento de que la Administración de George W. Bush pudo haber aportado una contribución mucho mayor para fomentar la confianza recíproca y promover la asociación estratégica.
Los norteamericanos, como por distracción, "se olvidaban" de hacer concesiones de respuesta a las hechas por Rusia, pero al propio tiempo sin menor escrúpulo emprendían maniobras de envolvimiento. "¿Por qué de todos los países de Europa del Este Bush da preferencia a Georgia y a las naciones bálticas? - pregunta con indignación un alto cargo del Kremlin-. Es de entender que en Moscú esto se enfoca desde una óptica negativa, de hecho como una acción hostil".
Mención aparte merece la tristemente célebre enmienda Jackson-Vanick, cuya derogación la actual Administración no ha conseguido en los siente años de su mandato. Las evidencias vienen a apuntar que dicha enmienda seguirá vigente hasta el siguiente presidente de EEUU, como una especie de "símbolo" de continuidad en las relaciones bilaterales.
En Moscú no acaban de comprender cómo funciona la maquinaria burocrática norteamericana. Apenas acuerdan algo con el presidente de este país, al día siguiente Dick Cheney o Condoleezza Rice, sin refutar las declaraciones del primer mandatario, simplemente parecen desoírlas. En este sentido, Moscú de veras actúa con mayor honradez. Ningún alto representante de Rusia promete, digamos, cesar la cooperación con Irán en el sector de energía nuclear.
Los temas de las actuales pláticas entre los presidentes de Rusia y EEUU están a la vista: los planes de emplazar elementos de la defensa antimisil norteamericana en Europa del Este y las iniciativas de Moscú, la suerte del Tratado de FACE, Oriente Próximo, Irán, Corea del Norte, Kosovo. Pero Moscú confía también en que se sostendrá una "conversación filosófica sobre las perspectivas de las relaciones futuras".
No conviene esperar de las negociaciones algo sensacional en el plano político. Sería bueno que, a pesar de todos los pesares, los presidentes acuerden los radares a utilizar para seguir los lanzamientos de los inexistentes misiles iraníes, dejando de perturbar la tranquilidad de la opinión pública mundial con este tema. Por lo demás, que aborden "temas filosóficos".
