Irán amenazó ayer con producir por cuenta propia el combustible nuclear y aludió a la posibilidad de congelar el proyecto de Bushire que, según la parte iraní, se ve frenado por culpa de Moscú.
El anuncio, capaz de agravar la relación de Teherán con Occidente y Rusia, es una respuesta a las presiones por parte de Moscú que exige acelerar la financiación de las obras en Bushire. Una delegación de Atomstroyexport, empresa rusa que promueve este proyecto evaluado en más de mil millones de dólares, viajará hoy a Teherán para debatir los problemas pendientes.
Será una negociación tensa. Rusia afronta un dilema: o hace concesiones a Irán y renuncia a la condición del prepago, o persevera en que los iraníes se atengan al calendario original de la financiación.
Esta última opción implica consecuencias desagradables para ambas partes. Rusia corre el riesgo de perder lo que ha invertido ya en Bushire, mientras que Teherán se expondría a presiones todavía más fuertes por parte de Occidente, puesto que su programa nuclear se volvería casi intransparente. En tal caso, Irán se quedaría en el Consejo de Seguridad sin el apoyo de Rusia, que tiene el derecho al veto
