Muchos atribuyen la presura con la proclamación de la independencia de Kosovo al deseo de poner el punto final en este conflicto y establecer la paz en la zona. Pero nadie se toma el trabajo de reflexionar en que el reconocimiento de la independencia de Kosovo puede provocar nuevos conflictos en Europa.
El Derecho Internacional en los Balcanes se infringía constantemente, la fórmula de arreglo era bastante unilateral y suponía concesiones sólo de una parte. Rusia se da cuenta de que la solución del problema kosovar adelantada por las organizaciones internacionales y la OTAN, continúa las tradiciones del período anterior, cuando se imponían soluciones, se planteaban ultimátums, se rechazaba la posibilidad de afinar el texto del acuerdo, se simulaba una tremenda escasez del tiempo o se fijaban plazos muy reducidos para la toma de decisiones. Así ocurrió cuando en 1992 se decretaron sanciones contra Yugoslavia; en las negociaciones sobre Bosnia y Herzegovina (Dayton, 1995) y sobre Kosovo (Rambouie, 1999).
Si se vuelve a ceder también hoy, será algo habitual. Por esta razón, Rusia adoptó una postura más rígida, pronunciándose en contra de la imposición de decisiones y abogando por continuar las negociaciones.
Los países occidentales creen que se agotaron todas las posibilidades del proceso negociador, aunque todavía es prematuro otorgar plena independencia. Al propio tiempo, no se dice una sola palabra acerca de que la independencia de Kosovo es una acción planeada desde hace tiempo y que se había venido llevando a cabo después de 1999. Una vez reconocida la independencia de Kosovo, en Europa pueden surgir nuevos focos de conflicto: en Macedonia, Montenegro y en la parte sur de Serbia.
Los albaneses residentes en estos países, siguiendo el ejemplo de los albanokosovares, pretenderían separarse, lo que provocaría nuevos enfrentamientos armados y conduciría a la aparición de varios Estados albaneses en el sur de Europa. ¿Cuántos Estados albaneses soportaría el Mundo Viejo?
