La relación de Rusia con la Unión Europea, que es su mayor socio comercial y su pariente de civilización, se verá estancada por mucho tiempo, considera Ekaterina Kuznetsova, directora de programas europeos en el Centro ruso de estudios sobre la sociedad postindustrial.
La analista saca esta conclusión a raíz de un artículo escrito por Vladímir Putin con motivo del 50 aniversario del Tratado de Roma y el Resumen de la política externa de Rusia, que fue confeccionado por el Ministerio ruso de Exteriores conjuntamente con la Administración Presidencial.
Los rusos europeístas ven abortadas sus expectativas, mientras que los defensores de la "democracia soberana" están celebrando el triunfo: por vez primera, Putin declaró expresamente que Rusia no pretende ingresar en la UE ni pactar con ella alguna forma de asociación.
Un orgullo nacional herido, sentimiento que se había percibido nítidamente en el discurso del presidente ruso ante la Conferencia de Munich, se fue transformando de manera bastante predecible en el deseo de enfatizar la independencia y autosuficiencia de Rusia. En realidad, Vladímir Putin propuso una separación cortés: sin sacrificar las apariencias de cooperación o incluso asociación, limitarse en rigor a las relaciones del formato bilateral.
Aun así, Putin dejó sin responder la pregunta más importante: ¿por qué Rusia no quiere participar en la integración europea o, al menos, intentar un acercamiento a la UE? La explicación que vemos en su artículo es demasiado formal: "por razones muy evidentes".
El Resumen de la política externa de Rusia también contiene una afirmación sorprendente. Por un lado, la redacción del nuevo acuerdo marco entre Moscú y Bruselas se proclama asunto prioritario de la agenda, y por otro, se admite la posibilidad de prolongar el convenio en vigor, con la observación de que "en todo caso será, en primer lugar, un problema de la UE". Ello significa que Rusia está dispuesta a dejar a discreción de los europeos el desarrollo del Acuerdo de asociación estratégica, normativa fundamental propuesta por Putin. Y cuando llegue el momento de la suscripción, lógicamente será difícil hallar en este documento algunas manifestaciones de respeto mínimo por los intereses de Rusia. Es lo que va a pasar, si el Gobierno ruso opta definitivamente por el autoaislamiento y apuesta por las relaciones bilaterales en lugar de cooperar con la UE en su conjunto.
El éxito de cualquier Estado en el ámbito internacional depende de que sepa cotejar las posibilidades con los objetivos propuestos, así como escoger los medios adecuados para conseguirlos. La negativa de profundizar las relaciones con Europa, tarea que implica la homologación de estándares en materia legislativa y de competencia económica, se contradice con los intereses de los ciudadanos rusos pero, a juzgar por todo, beneficia al Gobierno y a las grandes corporaciones públicas.
