Recién arregladas las disputas del gas y el petróleo entre Rusia y Bielorrusia, hay otra guerra comercial de gran escala a la vuelta de la esquina.
Minsk ha recabado una solución favorable en materia de hidrocarburos pero Moscú le exige a cambio reducir las exportaciones del azúcar y levantar las numerosas restricciones que obstruyen la actividad de compañías rusas en Bielorrusia.
Esta última quisiera venderle en 2007 a Rusia, sin el pago de aranceles, entre 400 y 450 mil toneladas del azúcar y posteriormente ir aumentando esta cuota en un 5 por 100 anual. Moscú insiste en establecer la cuota máxima en 100 mil toneladas anuales alegando la necesidad de proteger a la industria nacional, que produce el azúcar a partir de remolacha, contra los suministros más baratos del azúcar de caña que llegan desde terceros países vía Bielorrusia.
Las cuotas de exportación solicitadas por Minsk son superiores en volumen a la producción interna, estimada en poco más de 400 mil toneladas anuales. Bielorrusia consume cada año alrededor de 350 mil toneladas del azúcar pero vende a Rusia entre 420 y 480 mil.
Con todo, algunos expertos rusos sugieren que Moscú debería hacer la vista gorda ante esa estafa. La preservación de un espacio económico único con los países vecinos es un valor en sí, y la introducción de aranceles sería contraproducente, especialmente, en medio del actual enfriamiento entre Moscú y Minsk, señala Ruslan Grinberg, director del Instituto ruso de Economía.
