Canadá ha seguido el ejemplo de la Unión Europea y EE.UU. introduciendo una serie de sanciones económicas contra Bielorrusia. No ha habido esta vez reacción alguna por parte de Minsk, puesto que le preocupa mucho más lo que podría perder debido a la actuación de Rusia.
Bielorrusia ya no comenta las malas noticias que van llegando desde Occidente. Todas las sanciones impuestas hasta la fecha por la UE, EE.UU. y Canadá ‘no son nada en comparación con lo que está haciendo Rusia', explica Yaroslav Romanchuk, director del Centro Mizes.
A Canadá le corresponde menos del uno por ciento en el comercio exterior de Bielorrusia, de manera que estas sanciones son un gesto político, más que una medida capaz de afectar a la economía bielorrusa.
Las sanciones económicas anunciadas anteriormente por la UE, cuya entrada en vigor está prevista para la primavera de 2007, y el embargo declarado por EE.UU. implican para el fisco bielorruso las pérdidas por valor de US$250-300 millones, mientras que la revisión de las tarifas del crudo importado desde Rusia significa un gasto extra por encima de tres mil millones de dólares, precisa el experto.
Entretanto, Occidente parece tener recelos de que Rusia se haya propuesto llevar a cabo una ‘anexión' del país vecino y se está preparando para darle a Moscú una batalla en este terreno.
La embajadora norteamericana en Minsk, Karen B. Stewart, ha advertido que EE.UU. no va a reconocer los resultados del plebiscito sobre la creación de un Estado de Unión entre Rusia y Bielorrusia, iniciativa que el Kremlin defiende desde hace tiempo.
Es una advertencia dirigida tanto al mandatario bielorruso Alexander Lukashenko como a su homólogo ruso Vladímir Putin, observa Ariel Cohen, de la Fundación Heritage. Aparte de cuestionar la legitimidad de tal referéndum, el Departamento de Estado norteamericano le da a entender, probablemente, al Kremlin que tampoco reconocería como legítimo un tercer mandato de Putin como eventual presidente de semejante Estado de Unión.
